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El plan implacable de Obama

Pese a la experiencia de Clinton, su adversario le ha superado en organización y recaudación

ISABEL PIQUER

'Así hemos llegado hasta aquí. Con algo tan básico como una buena organización, trabajo duro y muchos esfuerzos por recaudar dinero. Claro que tener un buen candidato siempre ayuda'. Michelle Obama, cargada como una pila por estrenar, explicaba hace unos días la receta del éxito de su marido ante un centenar de estudiantes de la Universidad de Austin, en Texas. 'Debéis actuar como si fuerais los últimos en los sondeos. Esta es la mentalidad que hay que tener: estar hambrientos'.

Sentados en el suelo, rodeados de posters del candidato, la mayoría no ha pisado las aulas en las últimas tres semanas, dedicados exclusivamente a vender los méritos de Obama por teléfono, o de puerta en puerta, llamando a votar a los más de tres millones de texanos que debían pronunciarse ayer en las primarias.

Se esperaban récords de participación. En Ohio, en previsión del temporal que iba a azotar el estado en la noche electoral, muchos habían mandado ya su decisión por correo.

Más que el mensaje o la personalidad, la organización de la campaña ha marcado la diferencia entre Barack Obama y Hillary Clinton en su carrera hacia la nominación demócrata. La ex primera dama, veterana de estas contiendas por haberlas vivido con su marido desde sus tiempos de gobernador de Arkansas, se ha visto amplia y sorprendentemente superada por la implacable maquinaria del senador por Illinois.

En unos pocos meses, Obama ha sabido recaudar más dinero (50 millones en febrero, 32 para Hillary), comprar más anuncios en televisión, motivar a más militantes, y sobre todo anticipar la inesperada dureza de una larga batalla.

'Nos dijeron que no podríamos luchar contra la dinastía. Pero hemos montado la organización más estructurada y con más energía que se ha visto nunca', lanzaba Michelle Obama, traje beige muy ceñido y sonrisa implacable. 'Sólo en esta oficina habéis llamado a 15.000 personas y distribuido 30.000 folletos'.

El trabajo de los voluntarios

En el estrado, detrás de la mujer del candidato, Alvaro Corral, estudiante de Ciencias Políticas, está emocionado. Es la recompensa de su esfuerzo y dedicación. 'Llevo militando desde el pasado septiembre, mucho antes del inicio de las primarias y mucho antes de que se supiera que Texas iba a contar. He hecho de todo, llamar, organizar eventos. En enero me mandaron a Nevada de refuerzo, tengo otros amigos que fueron a Iowa'.

Tras el discurso recogió uno de los sobres amarillos que ha preparado la campaña, con una lista de vecinos y un montón de panfletos para ir de puerta en puerta pidiendo el voto. 'Nos han dado consignas. Debemos sobre todo ser muy amables, decir quiénes somos, explicarles el proceso que es muy complicado en Texas y si vemos que están indecisos, hablar con ellos y contarles cómo hemos descubierto a Obama', dice otra voluntaria, Melisa Adams.

En ambos bandos, las campañas han mandado por mail kits telefónicos a sus simpatizantes para animarles a llamar desde sus casas. 'Use nuestro banco de datos y obtendrá una lista de números y nombres de posibles votantes. También le daremos un pequeño guión con detalles sobre las primarias. Es sencillo y divertido y puede tener un gran impacto', explicaba en su correo electrónico masivo, Jon Carson, uno de los responsables de Obama por América.

'Las dos campañas compran bases de datos de elecciones anteriores, incluso de la gente que ya ha votado por correo, aquí cuesta bastante barato, 32 centavos por nombre, y en función de sus objetivos elaboran sus propias listas', explica Ron Turner, dueño de una compañía de sondeos en Dallas.

Aunque Clinton ha usado las mismas tácticas, su estrategia no siempre ha estado a la altura de una carrera que pensaba ver terminada después del supermartes. Ha tardado en desplegar a sus fieles y trasladarles el material que se elabora específicamente para cada estado.

'Estuvimos semanas pidiendo a los responsables nacionales que nos dejaran mandar mensajes por SMS, como hacen los de Obama, pero nos decían que no valía la pena y que era muy caro. En los últimos días por fin se decidieron aunque creo que fue demasiado tarde', contaba Camille Hedrik, una entusiasta pero frustrada simpatizante de Clinton en Dallas.

Asesores peleados

Las disensiones entre los estrategas de la candidata son públicas desde la primera derrota de Iowa. El pasado lunes, uno de sus principales responsables, Mark Penn, un histórico del equipo Clinton, en lucha abierta con otro miembro del núcleo duro, Harold Ickes, se desmarcaba de las decisiones de la candidata, en declaraciones al diario Los Angeles Times.

'Hillary tiene un mensaje populista muy potente pero las terapias de grupo de los responsables de campaña con la prensa la están relegando a segundo plano', se quejaba hace unos días Robert Zimmerman, un miembro del Comité Nacional Demócrata. 'Lo mejor que podríamos hacer es confiscar todas las blackberries para que la gente se centre en su trabajo'. 

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