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Londres y Moscú reabren la Guerra Fría

El British Council cierra dos oficinas en Rusia por “la descarada intimidación” de las autoridades

LOURDES GOMEZ

“El extraño episodio del British Council” ha saltado de la novela de Graham Green, El Tercer Hombre, a la realidad. La entidad cultural británica, equivalente al Instituto Cervantes, es la última víctima de las agrias relaciones que mantienen Londres y Moscú desde el asesinato del ex agente del KGB Alexander Litvinenko, en 2006.

David Miliband, responsable del Foreign Office, confirmó ayer en la Cámara de los Comunes el cierre de las oficinas del British Council en San Petersburgo y Ekaterimburgo debido “a la flagrante intimidación” de las autoridades rusas. “Vimos acciones similares durante la Guerra Fría, pero creíamos que eran cosas del pasado”, protestó el ministro.

Excusas legales y fiscales

Moscú lanzó el cerco sobre el British Council en otoño de 2007. De una primera amenaza de cierre se pasó al ultimátum y a la detención, anteayer, del director de la sede de San Petersburgo, Stephen Kinnock, por “conducir ebrio”. Al mismo tiempo, los empleados rusos fueron interrogados “sobre su salud y el bienestar de sus animales domésticos”, según Miliband. “Estas acciones son reprensibles e impropias de un gran país”, espetó.

El Gobierno ruso aludió a infracciones legales y fiscales como excusa para el cierre, aunque un ministro la relacionó abiertamente con el caso Litvinenko. Era una pieza más del juego de mutuas represalias. Londres restringió los visados a oficiales rusos en julio en respuesta a la negativa del presidente Vladimir Putin a extraditar al sospechoso del asesinato, el también ex espía Andrei Lugovoi. Sendos diplomáticos fueron enviados a casa.

La siguiente ofensiva rusa se centró en instituciones financiadas por el Gobierno británico. En agosto, Moscú cerró la última emisora en FM y en lengua rusa del Servicio Mundial de la BBC. El British Council cayó después en el redo. “Las actividades culturales no deben convertirse en una pelota política. El asesinato de Litvinenko y las actividades del British Council son asuntos separados”, protestó Miliband.

Arropado por el apoyo de líderes mundiales, el ministro condenó ayer las acciones de Rusia que “manchan su reputación” y “elevan serias dudas sobre su respeto de la legislación internacional”. “La comunidad internacional será más cautelosa en sus negociaciones con Rusia”, aventuró.

La tensión subirá grados en la inauguración, el próximo miércoles, de una exposición en Londres con obras maestras de los dos grandes museos rusos, el Pushkin y la Hermitage. Hubo un conato de boicot, que el Gobierno británico salvó con una urgente legislación para proteger las obras de reclamaciones de expoliación.

Miliband no impedirá la muestra en revancha por la última represalia, pero, a diferencia de iniciativas similares, nadie anticipa la asistencia de Putin al gran evento en homenaje a la cultura y poderío de su país.

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