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Dictador busca redención

Enemigo de Occidente en los ochenta, el mandatario trata de hacer amigos tras renunciar a las armas nucleares

ISABEL COELLO

De 'perro rabioso' a interlocutor válido, el camino hacia la redención del presidente libio, Muamar el Gadafi, ha durado más de 30 años. Gadafi llega a España procedente de París, donde el presidente Nicolás Sarkozy ya se ha encargado de defender a capa y espada la legitimidad de la controvertida visita de Estado.

Alega Sarkozy que si no se recompensa a quienes abandonan el mal camino de las armas de destrucción masiva -como ha hecho Gadafi- cómo se va a convencer a Irán y otros de que lo hagan.

'Gadafi es un hombre apreciado por los hombres ordinarios', decía de sí mismo en 1993. 'Pero los centros de poder del mundo están contra él. Su imagen tiene dos caras, una buena y una distorsionada', añadía. En su página web en 16 idiomas -incluido hausa, suajili o kurdo- Gadafi se hace llamar 'Hermano Líder'.

El malo de la película

El Hermano Líder ha recorrido un largo camino. El jefe de Estado de la ex colonia italiana, que gobierna con un sistema de partido único desde que derrocó al rey Idris en 1969, fue en los años setenta y ochenta el malo de la película para Occidente.

Prestó apoyo al IRA y a grupos terroristas palestinos. En África, Libia entrenó a los luchadores anti-apartheid de Suráfrica, y a posteriores líderes revolucionarios, como, Laurent Kabila del antiguo Zaire, Idriss Déby de Chad o Charles Taylor de Liberia, hoy juzgado en La Haya por crímenes de guerra. 'Sus campos de entrenamiento se convirtieron en el Yale y Harvard de los revolucionarios africanos', cuenta el autor Stephen Ellis en su libro sobre la guerra liberiana.

El ex presidente estadounidense Ronald Reagan llamó a Gadafi 'perro rabioso'. 'Merece ser tratado como el paria de la comunidad mundial', dijo antes de bombardearle en 1986, después del asesinato de una estadounidense en Berlínatribuido a Libia. En el ataque murieron 40 personas, entre ellas Hanna, hija adoptiva de Gadafi.

El atentado y la vuelta al redil

El 21 de diciembre de 1988 se produjo el atentado de Lockerbie, cuando el vuelo Pan Am 103 explotó y cayó sobre la ciudad escocesa. Murieron 270 personas. Los escabrosos detalles de la tragedia convirtieron Lockerbie en el atentado más traumático hasta el 11 de septiembre.

La investigación británica y estadounidense concluyó que dos agentes libios habían depositado el explosivo en el avión camuflado en un
aparato de música.

Sea porque el coste del aislamiento resultó intolerable, por la necesidad imperiosa de poder vender su petróleo o porque sus aventuras panarabistas y panafricanas no le han proporcionado el protagonismo que él cree que merece, Gadafi ha vuelto al redil.

En 2003 anunció que abandonaba su programa de armas de destrucción masiva. Libia también ha admitido su responsabilidad en el atentado de Lockerbie, ha entregado a dos de los sospechosos y ha aceptado indemnizar a las familias de las víctimas.

Con las sanciones internacionales suspendidas, EEUU restauró relaciones diplomáticas completas en 2006 y eliminó a Libia de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

El pasado julio, después de ocho años detenidos, fueron liberadas las enfermeras búlgaras y el médico palestino condenados a muerte por la infección de niños con el virus del sida. Otra nota positiva para Gadafi ante la comunidad occidental.

Libia también compite con otras capitales africanas en la mediación de conflictos, y ha prestado sede para las conversaciones de paz de Darfur y de Chad. Y Gadafi se opone al yihadismo de Al Qaeda. Su reinvención le ha deparado ya las visitas oficiales de José María Aznar, Tony Blair, Jacques Chirac y Silvio Berlusconi.

Nacido en Sirte en 1942 y formado militarmente en el Reino Unido, Gadafi inventó una palabra nueva para definir su nación: jamahariyya, 'estado de las masas'.

Misión imposible

Su ideología, que plasmó en los años setenta en los tres tomos del Libro Verde, es un sincretismo entre socialismo y nacionalismo panarábico, basado en su subjetiva lectura del Corán.

A comienzos de los setenta trató de alzarse como líder ideológico de los árabes y emprendió la primera de sus misiones imposibles. Propuso la unidad con Egipto y Sudán, que luego incluyó a Siria. Pero Gadafi quería la unificación inmediata, mientras que el presidente egipcio, Anwar Sadat, insistía en ir paso a paso. La cosa se fue al traste cuando Egipto firmó la paz con Israel en 1978.

Ante el fracaso panarabista, y dado que los países árabes decidieron no ignorar las sanciones internacionales en nombre de la solidaridad árabe como Gadafi hubiera esperado, el Hermano Líder empezó a mirar hacia el sur. 'Me siento más cercano a África que a Irak o Siria', dijo en 2001.

Así, el presidente libio fue uno de los principales impulsores de la actual Unión Africana (UA), inspirada en la Unión Europea y la ONU, y más comprometida con la paz y la democracia que su antecesora. Pero, una vez lanzada la UA, países como Suráfrica o Nigeria asumieron el liderazgo en detrimento de Libia.

A Gadafi volvía a perderle la impaciencia. Su idea de crear 'inmediatamente' los Estados Unidos de Africa, integrando política y economía y una defensa común con un Ejército africano, fue ignorada por los líderes africanos, que optaron por una integración progresiva.

A veces, Gadafi se enfada porque no le hacen caso y se marcha antes de las cenas oficiales. Pero disfruta del protagonismo de que goza en las cumbres. Amante de la provocación calculada, gusta de convocar a la prensa con diez minutos de antelación, para ofrecer una retahíla de frases rimbombantes.

Rey de lo excéntrico

A Gadafi, opina el periodista británico Robert Fisk, especialista en Oriente Medio, 'le gusta dar su opinión freaky en contraste con la estudiada hipocresía de los regímenes árabes y la también hipócrita lectura de Occidente. En un mundo árabe exhausto por la corrupción, la voz de Gadafi da claridad. Al fin y al cabo, pertenece al exclusivo club de los que han sido bombardeados por EEUU'.

En Libia, según el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, el poder ejecutivo y toda la vida política la controla Gadafi, 'no hay sociedad civil y las autoridades restringen la libertad de asociación'. La libertad de expresión existe 'con el límite del interés público y los principios de la revolución'. Todos los medios son propiedad estatal. Las fuerzas de seguridad detienen arbitrariamente y mantienen incomunicado por periodos indefinidos. Sin ejecucionesSegún Amnistía Internacional, en 2006 hubo condenas a muerte, pero ninguna ejecución. Libia no es el mejor alumno en derechos humanos en el informe de Amnistía, pero tampoco aparece como el peor.

Gadafi sigue haciendo de las suyas, pero menos. Y en países sin importancia geoestratégica como Zimbabue, donde en 2001 dio un millón de dólares al presidente Robert Mugabe para la campaña por su
reelección.

Quienes le admiran le ven el valor de hablar sin miedo y decir lo que otros no se atreven. A algunos países árabes, por ejemplo, les ha espetado que son unos vendidos por sellar acuerdos con Israel. Para otros, Gadafi es demasiado quijotesco e impredecible para ser tomado en serio. Pero, sin ser ya peligroso, anima el debate. 

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