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El libro de un ex portavoz suscita una pequeña tormenta en la Casa Blanca

La editorial niega que acuse a Bush de haber mentido a la prensa

ISABEL PIQUER

El ex portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, provocó ayer confusión y desconcierto en Washington con unas pocas frases de un libro. El extracto revela que el presidente estadounidense, George Bush, y el vicepresidente, Dick Cheney, estaban al corriente del caso Valerie Plame (la espía de la CIA cuya identidad fue filtrada a los medios para castigar a su esposo, el embajador Joseph Wilson, por poner en duda las pruebas de Washington sobre el arsenal nuclear de Sadam Husein).

El antiguo responsable de prensa lo desvela en un libro sobre su experiencia en los pasillos del poder, que está terminando de escribir y debería salir publicado en abril. De confirmarse, las revelaciones son a la vez significativas y anecdóticas. El caso Plame ya se ha cobrado dos víctimas de peso en la figura de Lewis Scooter Libby, el jefe de gabinete de Cheney, y posteriormente, de Karl Rove, el consejero político de Bush, acusado de ser el origen de la filtración y de manejar la operación de desprestigio. De las 400 páginas de su libro 'Lo que pasó. Dentro de la Casa Blanca y lo que va mal en Washington', ayer se conocieron los tres párrafos que McClellan dedica al caso, bastante insulsos. Insinúa mucho y no explica realmente nada: 'El líder más poderoso del mundo me llamó para que hablara en su nombre y le ayudara a restablecer la credibilidad que había perdido por su fracaso en la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak. Así que me pasé la mayor parte de las dos semanas siguientes en la sala de prensa de la Casa Blanca, ante los focos, exculpando a dos de sus principales asesores: Karl Rove y Scooter Libby. Había un problema, no era verdad'.

En el breve anticipo, el ex portavoz se disculpa por 'facilitar información falsa sin saberlo' y añade que 'cinco de los más altos funcionarios en la Administración estaban implicados': Rove, Libby, Cheney, Andrew Card (jefe de gabinete) y 'el propio presidente'. El extracto de las memorias, que salió publicado en la página web de la editorial Public Affair, provocó un cierto revuelo en los blogs políticos. Su director, Peter Osnos, tuvo que salir al paso para aclarar que McClellan 'nunca sugirió que Bush mintiera', lo que añadió aún más confusión en un caso ya de por sí bastante enrevesado.

En declaraciones a la cadena NBC, Ostos aseguró que el portavoz no pensaba que el presidente 'supiera' que McClellan estaba intoxicando a la prensa. La Casa Blanca ha hecho lo que hizo en su momento: negar la mayor. 'El presidente no engañó a su portavoz ni lo haría', dijo ayer su jefa de prensa. Valerie Plame, que ha demandado a Cheney, Libby y Rove, aseguró estar 'indignada' por las revelaciones, que le vendrán muy bien ante los tribunales.

En EEUU es penalmente perseguible revelar la identidad de un agente secreto. Libby, jefe de gabinete de Cheney, fue condenado a 30 meses de cárcel y una multa de 250.000 dólares por obstruir la investigación judicial. Muy pronto fue indultado por el Bush. Rove dejó la Casa Blanca a finales de agosto, sin cargos, aunque su propio abogado reconoció que había sido una de las dos fuentes de la filtración al columnista conservador, Bob Novak, que fue el primero en dar la noticia.

Nadie en Washington dudaba de que el cerebro de Bush estaba al corriente de todo. McClellan sólo insinúa que la Casa Blanca estaba más enterada de lo que decía. Es pronto para decir si el caso irá a más, pero de momento parece sobre todo un burdo ardid publicitario.

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