Dominio público

Centrifugadora gallega

Noelia Adánez

Jefa de Opinión de Público

 

Centrifugadora gallega
Isabel Faraldo, candidata de Podemos. EFE/Kiko Delgado

Galicia celebró en el día de ayer unas elecciones que ensayaban los intrincados conflictos que atraviesan la política en la mayor parte del Estado, por simplificar mucho: rural vs. urbano, progresismo vs. conservadurismo, populismo vs. institucionalidad e independentismo vs. nacionalismo español. La Galicia interior medía fuerzas con la Galicia atlántica mientras que el rural, que aplazó las protestas que sí se han vivido en las semanas anteriores en el resto de España y que tiene intereses marcadamente diferentes a los de las capitales de provincia, le enmendó la plana a quienes fiaban a una alta participación en las ciudades un mejor resultado de las izquierdas.

Todos y cada uno de estos dilemas se activaron en una jornada electoral en la que no solo estaba en juego el Gobierno de la autonomía, el PP testaba también su pegada política después del via crucis vivido por su candidato nacional, Alberto Núñez Feijóo, quien, a pesar de ganar las elecciones generales de julio, no obtuvo los apoyos necesarios para formar gobierno. Los resultados de Galicia respaldan a Feijóo en unas elecciones en las que no era el candidato, a pesar de parecerlo, dado que Rueda estuvo desaparecido en los debates mientras que él atraía el foco mediático en la campaña de la autonomía que gobernó durante tres legislaturas completas.

El mal resultado del PSOE, que ha perdido alrededor de un tercio de los votos que obtuvo en las anteriores autonómicas de julio de 2020, es una llamada considerable de atención a Pedro Sánchez, que se implicó de manera muy intensa en la campaña, acompañando a un candidato, José Ramón Gómez Besteiro, de su elección personal.

Por su parte, Yolanda Díaz fracasó estrepitosamente en una estrategia que se basó, también, en una apuesta personal con la que la lideresa de Sumar asumió un riesgo importante con consecuencias muy negativas. Concurrir al margen de Podemos y hacerlo con una candidata -Marta Lois- que, aún siendo gallega como la vicepresidenta, fue designada en Madrid, no ha dado buenos resultados. Antes al contrario, el liderazgo de Díaz queda debilitado y el proyecto Sumar, en proceso de conformación como partido político, asociado a un fracaso electoral que trae consigo augurios muy malos.

La cuestión ahora es en qué medida estos resultados en Galicia marcan una tendencia que puede tener algún tipo de continuidad en las elecciones de Euskadi, que se celebrarán previsiblemente a finales de abril y en las europeas de junio. Si la tendencia es, como ha ocurrido en Galicia, a penalizar a los partidos del Gobierno de coalición, si los sucesivos comicios actúan como una centrifugadora de las fuerzas que lo integran disminuyendo o incluso pulverizando sus energías, entonces Sánchez y el progresismo en general tienen un serio problema.

La ley de amnistía y sus vicisitudes, en conjunción con la estrategia de oposición seguida por el PP, consistente en extremar su discurso y en confrontar con el gobierno en todos y cada uno de los frentes posibles, desde el judicial hasta el territorial, puede estar dando frutos. El Gobierno de coalición sangra por la herida de la amnistía y en Galicia, al menos, lo ha hecho a borbotones.

Las lágrimas de la candidata de Podemos, Isabel Faraldo y las de Ana Pontón, del BNG, que se vio cerca de la presidencia de la Xunta, no serán las últimas en derramarse si las formaciones a la izquierda del PSOE no logran articular candidaturas conjuntas en adelante, en los territorios del Estado y a escala nacional.

La izquierda no puede fiar la obtención y consolidación de apoyos en el futuro a la gestión de un gobierno que, más de seis meses después de su formación, continúa sin volar tan alto como le gustaría, atrapado como está en negociaciones con compañeros poco fiables de viaje y en el marco mediático de unas derechas determinadas a apalancar su llegada al poder en una crisis sistémica cuyos vientos, en España como en muchos otros lugares de Europa, soplan cada vez más a su favor.

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