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Alana S. Portero

Historiadora, escritora y directora de teatro. Autora de 'La mala costumbre'

Yolanda Díaz en el programa de Marc Giró 'Late Xou'.- RTVE
Yolanda Díaz en el programa de Marc Giró 'Late Xou'.- RTVEyolanda

Una de las consecuencias más nefastas de las tensiones entre las formaciones a la izquierda del PSOE es la copia en los modos de lo peor que la derecha ha traído al debate político público. La personalización, la banalización, el insulto personal y la defensa de las acciones políticas como si la clave estuviera en destrozar al supuesto rival, olvidando las coincidencias ideológicas, por pequeñas que sean, con el peor arsenal de intervenciones dialécticas del que se disponga.

Hace tiempo, diría que desde su misma constitución, que la comunicación de SUMAR no funciona y coloca a menudo a la formación liderada por Yolanda Díaz en bretes complicados respecto a su electorado posicionado más a la izquierda. Perdida ya toda posibilidad de entendimiento con Podemos, la sensación de decepción se extiende más allá del desencuentro entre formaciones y afecta a un segmento importante de los votantes de unos y otros, una situación nefasta al principio de una legislatura y, sobre todo, en los primeros meses de vida de una formación política que debería estar en pleno ascenso, acumulando apoyos de otras fuerzas y proporcionando un suelo firme sobre el que seguir atrayendo apoyo popular.

Desgraciadamente, vivimos tiempos políticos y comunicativos en los que cada hora y cada palabra cuentan y SUMAR suele reaccionar a destiempo y no cuida lo que dice hasta que ya es tarde y ha recibido una andanada de reproches, esto, da la sensación de estar tomando la temperatura continuamente, de poco riesgo, de ir sobre seguro sin querer causar fricción alguna y eso, en política, es imposible y solamente le sirve al PSOE, que ha hecho de la tibieza su identidad histórica.

Se entiende perfectamente la vocación de aglutinar a la izquierda y hasta se perdonarían las estrategias que recurren a cierto tipo de indefinición ideológica si funcionasen, pero no lo hacen. Hace solamente unos días que Podemos ha cumplido una década de vida, que en términos de cosmología bipartidista es apenas un parpadeo, pero que en tiempos de aceleración como los que vivimos es ya un pasado solemne, lo suficiente en cualquier caso como para recordar con cierta flojera aquellos eslóganes sobre "los de abajo a por los de arriba" o el "asalto de los cielos", no por estar en desacuerdo, sino porque estaban enunciados desde la misma estrategia que hoy lo es la letanía de la "ilusión", la de convencer a los dubitativos, la de amasar poder popular, la de vencer.


En el fondo, la comunicación política a gran escala es una competición de puerilidades con más o menos carácter, lo que no quita que deba ser honesta y cuidadosa. Los guiños a Zara y a Amancio por parte de la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en la entrevista que le hizo Marc Giró -y en otras ocasiones-, son un descuido torpe o una intención nefasta que deben ser corregidos inmediatamente.

Una puede afirmar vestirse de la marca gallega -las contradicciones son lo único que todas tenemos en común-, o hasta admirar sus diseños, sin dejar de señalar la enorme problemática que supone la fast fashion y en concreto el modelo INDITEX, el de la copia de los mencionados diseños, la contaminación descomunal y la explotación salvaje de trabajadoras y trabajadores.

No necesitamos, ni queremos, que nuestros representantes políticos sean inmaculados, sí que sean conscientes. No me cabe la menor duda de que Yolanda Díaz está en contra de la mano de obra esclava, ni de que sabe que el calentamiento global es, quizá, el problema más grave que la humanidad afronta en este momento, pero la confianza o la presunción de intenciones no bastan, una se posiciona a través de lo que hace y también de lo que dice, desde el lugar en el que se enuncia se despliega todo lo demás.


Ni Amancio Ortega es un ejemplo más que de acumulación obscena, ni INDITEX es un modelo de empresa si se tiene un mínimo de conciencia. Necesitamos que nuestra Ministra de Trabajo diga esto alto y claro, sin medias tintas, que sea consciente de que la connivencia con estos usos patronales, aunque sea estratégica, ni nos sirve, ni nos representa, ni nos hace puñetera la gracia, que es un error y que es el camino más rápido para dinamitar la posibilidad de una izquierda en bloque; para exigirle tal cosa, o para criticar sus apelaciones a la dialéctica política sentimentalona, no es necesario recurrir a tacharla de "ñoña" -de la misoginia que esto lleva implícito hablaremos en otra columna-, de "pija", referirse a ella como "la Yoli" o imbecilidades machistas parecidas.

Si importa desde dónde enuncian quienes tienen la obligación de escuchar nuestras críticas, más importa desde dónde las hacemos nosotras. La comunicación feminista funciona en las dos direcciones. Y yo no quiero ser como VOX o el PP, no quiero ser un animal político venenoso que solamente busca la aniquilación del otro, ni que mi dureza, cuando me toque usarla, sea un impedimento para construir algo útil y bueno.

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