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¿Por qué necesitamos tanto un abrazo?

“Abrazos gratis”. Seguro que has visto o has oído hablar de esas personas que, con un cartel en la mano, ofrecen abrazos. Casi nadie se para por la calle para aprovechar esta ganga. Como mucho, una tímida sonrisa o una negación con la cabeza. Pero cuántos de los que rehúyen al “loco” de los abrazos han recibido uno en las últimas horas, días o semanas. Un abrazo de verdad.  

Diferentes estudios científicos abordan el contacto físico entre personas, singularizado en el acto de abrazar, uno de los gestos naturales que nos caracteriza como humanos pero que tiene raíces ancestrales y considerables efectos saludables en nuestro estado físico y psicológico: un “chute” analgésico y estimulante de endorfinas y oxitocina 30 veces superior a la morfina. ¡Casi nada!  

Necesitamos abrazos, necesitamos contacto físico 

Abrazo - Fuente: Pexels
Abrazo – Fuente: Pexels

¿Has visto alguna vez a los monos acicalarse mutuamente? Se denomina acicalamiento social y tiene un doble objetivo: por un lado, la propia mejora de la salud de los individuos y, por otro, aumentar la confianza dentro del grupo reforzando los lazos sociales e, incluso, un medio de reconciliación para resolver conflictos. 

Este fue el punto de partida de este estudio de la Universidad de Oxford de Inglaterra en colaboración con la Universidad Aalto de Finlandia que aborda cómo el contacto físico depende de los vínculos emocionales de los humanos.  

Analizaron el comportamiento de más de 1.350 personas de cinco países europeos en relación a las partes del cuerpo que permitían que familiares, amigos y extraños tocasen sugiriendo que estos “patrones corporales” de contacto físico específicos de las relaciones constituyen un mecanismo importante que apoya el mantenimiento de los vínculos sociales humanos.  

Abrazos, caricias y endorfinas 

Abrazo - Fuente: Pexels
Abrazo – Fuente: Pexels

Los investigadores hicieron énfasis en los efectos neurobiológicos de estos contactos físicos directos, como son las caricias lentas y los abrazos que estimulan un conjunto particular de nervios: las neuronas táctiles aferentes que se encuentran en la piel y que son extraordinariamente sensibles al tacto ligero, pero no al dolor: “Las tomografías computarizadas muestran una preferencia por la estimulación que se mueve a través de la superficie de la piel, como una caricia”.  

En este sentido, se especula con que esta clase de neuronas tenga una función de comunicación social contribuyendo a la modulación afectiva de las respuestas regulatorias relacionadas con el estrés o las amenazas

Pero la velocidad de la caricia es clave para que estas neuronas se activen y transmitan su información al cerebro: solo las caricias lentas desencadenan la liberación de endorfinas, las cuales, como hemos visto en otras ocasiones, forman parte del sistema de control del dolor funcionando en nuestro cuerpo como un analgésico natural

En este sentido, Robin Dunbar, uno de los responsables de la investigación de Oxford asegura que, según los estudios al respecto, “las endorfinas están estrechamente relacionados químicamente con drogas opiáceas como la morfina”, pero siendo 30 veces más efectivas como analgésicos que la morfina.

De hecho, Dunbar explica que, como la morfina tiene efectos parecidos al contacto físico directo, los adictos pierden interés por el mundo social: se “abrazan” a la morfina y no necesitan más… hasta que se termina el efecto.  

A este respecto, para Dunbar, el abrazo es la evolución humana del acicalamiento social: su función sería la misma, crear y mantener nuestras relaciones a través de la puesta en marcha de poderosas respuestas químicas como las propias endorfinas que también son capaces de amortiguar el dolor: por eso un abrazo en un momento de dolor físico (o psicológico) es tan reconfortante.  

Piel con piel, la oxitocina del abrazo 

Una mujer con un bebé - Fuente: Pexels
Una mujer con un bebé – Fuente: Pexels

Si has tenido hijos seguro que has oído hablar del “piel con piel”, el único “idioma del amor” que reconocen los recién nacidos. Tal es la insistencia actual en este primer contacto con la madre que, en ocasiones, se llega a creer que si el bebé no entra en contacto instantáneo con la madre al nacer, puede alterarse de forma irreversible su relación. No es tan exagerado, pero este concepto tiene su explicación y, de nuevo, interviene una hormona, en este caso la oxitocina. 

“El contacto piel con piel provoca una liberación de oxitocina en la mamá. Ayuda a que el útero se contraiga, lo que reduce la hemorragia, y también calienta el cuerpo de la madre, lo que le da comodidad al bebé el cual llora menos”. 

Así mismo, la oxitocina es liberada en la eyección de la leche materna en respuestas a la estimulación del pezón por la succión del bebé, facilitando la lactancia. Este contacto físico directo madre-hijo tan fundamental en las primeras fases de la evolución de un recién nacido explica lo confortable que se sienten ambos, especialmente el bebé, cuando están juntos: el contacto físico nos protege, nos da confianza, al menos siendo bebés.  

Pero con el crecimiento, incluso entre padres y madres e hijos, este contacto físico se va distanciando. Entonces, el “piel con piel” puede hasta resultar cursi o amanerado, se evitan los abrazos porque sentimos que ya no los necesitamos, o eso queremos hacernos creer. Así ponemos una barrera en esta vía de estimulación química y comunicación íntima y social. 

¿Y si no te gustan los abrazos? 

Una mujer con la palma de la mano en señal de 'stop' - Fuente: Pexels
Una mujer con la palma de la mano en señal de ‘stop’ – Fuente: Pexels

El contacto físico es un aspecto muy íntimo y que depende de numerosos factores, más allá de las hormonas, las neuronas y la comunicación social. Algunas personas se sienten incómodas con el contacto físico, no solo de desconocidos (por ejemplo en un vagón de metro, cuando vas apretujado tocando, sin querer, a todo el mundo), sino también ante conocidos, incluso amigos o familiares íntimos. 

En este sentido, no todos quieren y necesitan abrazos, más allá de que estén demostrados científicamente sus beneficios a nivel físico y psicológico. No hay que olvidar, a este respecto, que existen fobias complejas como la hafefobia, el miedo irracional y persistente a ser tocado por algo o por alguien.

De cualquier forma, sin llegar a esos extremos, todo el mundo tiene derecho a establecer “su distancia de seguridad” y decidir si quiere o no un abrazo. Porque lo que para una persona puede ser un momento muy placentero, para otra puede ser un mal trago.  

Ya lo concluyeron los investigadores de Oxford en el estudio antes referido: “las regiones corporales donde uno puede tocar a diferentes individuos en su red social son específicas de la relación”. Hay compañeros de trabajo que abrazan como si fueran madres y hay madres que abrazan como compañeros de trabajo, lo cual no quiere decir que traten de ocupar un rol que no les corresponde: solo son abrazos, no es obligatorio darlos, ni recibirlos. 



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