Otras miradas

Boca de Sauron, Boca de Sánchez

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

MADRID, 12/12/2023.- El ministro de Transporte, Óscar Puente, durante la sesión de Control al Gobierno celebrada este martes por el pleno del Senado. EFE/ Sergio Pérez
MADRID, 12/12/2023.- El ministro de Transporte, Óscar Puente, durante la sesión de Control al Gobierno celebrada por el pleno del Senado. EFE/ Sergio Pérez

Boca de Sauron es un personaje de El Señor de los Anillos. Un heraldo. El portavoz del malvado Sauron. Boca de Sauron tiene una presencia pequeña, muy pequeña, en El Señor de los Anillos. Aparece únicamente en El Retorno del Rey (de hecho en la versión original estrenada en cines no aparece, pero si en las ediciones extendidas) para, como hace en el libro, donde también tiene un papel muy pequeño, amenazar a los protagonistas e instarles a que se marchen de allí.

Todo líder tiene emisarios. Toda organización política tiene sus portavoces. Portar la voz. Encarnar al otro en uno. Ser la voz de terceros.

Desde hace unas semanas, se habla del cambio en el registro comunicativo del PSOE. Desde la carcajada de Sánchez ante Feijóo en la sesión de investidura a Óscar Puente respondiendo "me gusta la fruta" ante quienes critican su tono en redes sociales o en los debates. Hablar como te habla el adversario.

Es, sin duda, un momento nuevo en lo comunicativo. Hablar como te habla la derecha. Responder a las burradas de Ayuso con las burradas de Ayuso.


¿Qué consigue este forma de comunicación? Fundamentalmente tres cosas: ocupar el espacio, aglutinar a los sectores más activos de tus fieles (followers) y desarrollar una comunicación magnética muy enfocada a X, la red social anteriormente conocida como Twitter, en la que todos nos quejamos de su toxicidad a la vez que gozamos de reproducir sistemáticamente la misma. Es la sublimación de la cultura del zasca. Genera también buenos videos virales para Instagram. Produce adhesión y orgullo de parte.

Durante muchos años la derecha lo llamó ser una "derecha sin complejos".

Me permito problematizar algunos elementos de esa estrategia desde una posición que reconoce, lo primero, la dificultad para ello. Qué duda cabe que hay algo gozoso en responder a quien ha hecho del insulto y el trazo grueso con la misma moneda. El problema, para mí, viene de otra parte.


Algunos problemas de esta estrategia.

Por un lado es problemático pensar que los buenos resultados de la derecha en nuestro país vienen en exclusiva de una estrategia de comunicación. Por ejemplo, la idea de que Ayuso tiene mayoría absoluta por esta estrategia. Que no juegan elementos tales como la concentración mediática madrileña y, sobre todo, una hegemonía política de casi 30 años de producción de políticas públicas neoliberales pero con el colchón del estado. No hay ninguna comunidad autónoma que represente mejor la mentira neoliberal que Madrid. Tiene la concentración de instituciones públicas y funcionarios más alta del país, pero vende que es rica gracias a las empresas privadas que se instalan aquí. Ayuso ya ganó las elecciones en 2019, cuando aún no era Ayuso. Cifuentes ganó las elecciones en 2015, cuando el PP estaba en medio de una crisis que parecía terminal. Ahí están.

El segundo problema estratégico es que, si bien es un tipo de comunicación que gusta a las capas más movilizadas de tus comunidades, no llega a los lugares dónde la atención por la política es menor. Fuera del círculo de la opinión publicada (que ahora incluye las propias redes), las pasiones tanto a izquierda como a derecha siguen teniendo componentes materiales. Cualquier ministro del gobierno tendrá margen para ser más duro cuanto más efectivo sea en conectar con las preocupaciones de quién no hace favs, ni retuits.


También es problemático si este modelo de comunicación dura se usa para tapar problemas de otra índole. Dar buenos zascas no constituye una explicación útil.

El tercer problema es que vuelve a sustituir el eje arriba-abajo por un eje bipardista, en el que en vez de modernizar, democratizar y construir un país que pueda ir hacia adelante, construyes una legitimidad que siempre se basa en la centralidad que le das a otro partido. Esa estrategia pasa, entre otras cosas, por utilizar gestos de Vox de una importancia material mínima y convertirlos poco menos que en asuntos de estado. Cuando tu fuente fundamental de legitimidad es el miedo a la extrema derecha, tienes el problema de que ese miedo permanente te viene mejor que terminar de derrotar a una extrema derecha con muchas posibilidades de desaparecer en un corto espacio de tiempo.

Porque quizás el problema fundamental tiene que ver con el modelo de país que se defiende. Si defendemos un modelo con una sociedad civil fuerte, lo más libre y autónoma posible, nuestra fuerza estará centrada en crearla, intensificarla, tejerla. Pero si el modelo es recuperar un modelo de sociedad débil que sólo dispone de zascas y votos, entonces es posible que esta estrategia sea la más exitosa.

La experiencia de los últimos 10 años nos dice que construir organizaciones que se lo dejan todo a una comunicación más dura y poco más deja de atraer relativamente pronto a gente nueva y produce una cultura político-mediática con muchas dificultades para hablarle a la sociedad real.

Boca de Sauron desaparece en el momento en el que empieza la batalla por la Tierra Media. Se supone que muere, pero los libros no nos dicen nada de su destino. Esa es otra de las cosas que pasan con las estrategias de comunicación: son efímeras.

Nuestro problema político fundamental es la persistencia, construir densidad. Todo es presente, y el presente es una trituradora. Si hace un mes le dicen al PP que se va a aprobar en el Congreso el trámite de la Ley de Amnistía en un ambiente algo bronco, pero de absoluta normalidad democrática, seguramente se habrían echado unas risas mientras se encaminaban a las masivas manifestaciones que representaban (esa semana) el sentir general.

Quiero decir, la partida es, sobre todo, larga.

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