Punto de Fisión

Encuentros en la tercera España

El rey emérito Juan Carlos I, a bordo del Bribón, al inicio de la segunda jornada de regata en el puerto de Sanxenxo, este domingo 30 de julio. Lavandeira Jr / EFE
El rey emérito Juan Carlos I, a bordo del Bribón, al inicio de la segunda jornada de regata en el puerto de Sanxenxo, este domingo 30 de julio. Lavandeira Jr / EFE

Los marcianos vuelven a ponerse de moda la misma semana en que Puigdemont resucita y el rey Juan Carlos se toma unas vacaciones en España de sus vacaciones en el extranjero. Se confirma que la línea más corta entre Abu Dabi y Sanxenxo pasa por Suiza y desemboca en la monarquía borbónica. No es una línea recta, pero casi, del mismo modo que la distancia más corta entre un gobierno variopinto de Pedro Sánchez y otro gobierno variopinto de Pedro Sánchez pasa por el flequillo de Puigdemont y la República Independiente de Catalunya. Que el libertador más breve de la Historia –con una marca registrada de ocho segundos— fuese a proseguir la batalla en Waterloo, un lugar que dio nombre a la derrota más célebre de la Historia, sólo puede compararse con el enroque del rey emérito entre camellos y dátiles.

Contra toda probabilidad, ambos exilios, el monárquico y el republicano, convergieron la semana pasada mediante un acelerador de partículas electoral que los emparejó en las mismas coordenadas del espacio-tiempo. Por un lado reapareció el electrón del rey Juan Carlos, que ya no pinta nada pero sigue haciendo lo que le da la real gana, y por el otro lado reapareció el protón de Puigdemont, que ahora tiene la llave de un gobierno y antes no pintaba ni flores. Estamos a un neutrón de montar una explosión atómica en La Moncloa. Chúpate ésa, Oppenheimer.

La situación es tan absurda que la única explicación posible la ofreció unos días después David Grusch, un antiguo oficial de Inteligencia en la Fuerza Aérea estadounidense y la NASA, quien salió a declarar que existe vida fuera de nuestro planeta, que el Pentágono custodia pruebas biológicas y restos de naves alienígenas y que además el Vaticano también participa en un encubrimiento masivo de ovnis. Grusch no dijo nada de Puigdemont, del rey Juan Carlos y de Sánchez, pero es evidente que también andan metidos en el ajo.

Sin embargo, lo que resulta muy difícil creer es cómo todas aquellas fotos de platillos volantes que tanto proliferaban durante los años sesenta y setenta escasean tanto en una época en que todo quisque lleva una cámara incorporada en el teléfono móvil. Probablemente ahora los platillos volantes se mueven mucho más rápido mientras que los marcianos se disfrazan mejor que Mortadelo. Ya es bastante complicado bregar con la xenofobia aplicada a otras razas como para empezar a desconfiar de otras especies. No quiero apuntar a nadie, pero habría que examinar si Jorge Buxadé no proviene de Roswell.

Todo este jaleo extraterrestre apunta a la posibilidad de que, si hay nuevos comicios en diciembre, el pactómetro lo lleve Iker Jiménez en lugar de Ferreras. Los movimientos poselectorales siguen órbitas tan extrañas que incluso Moreno Bonilla ha acusado a Vox de dar más miedo que Bildu y de ser el mayor aliado de Perro Sanxe, unas declaraciones que han hecho temblar los cristales de Génova con la misma potencia que la melodía sideral de Encuentros en la tercera fase. Moreno Bonilla apuesta por un PP que vuelva a encaminarse hacia el extremo centro de la galaxia democrática, olvidando esos coqueteos machistas y racistas que le han puesto a los mandos de la Junta de Andalucía. También es verdad que si el PP girase más a la derecha entonces estaría girando a la izquierda y empezaría a proponer medidas comunistas. La Tierra puede que no, pero menos mal que España es plana.

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