Otras miradas

Por ahí y a la izquierda

Alejandro Palomas

Escritor

Una persona recoge el ticket para solicitar el voto por correo en el Edificio de correos. -GABRIEL LUENGAS Gabriel Luengas / Europa Press
Una persona recoge el ticket para solicitar el voto por correo en el Edificio de correos. -GABRIEL LUENGAS  / Europa Press

Hasta los ocho años, me crie en un país gobernado por una dictadura militar que nos "educaba" en el orden, el silencio y la obediencia. "Obedeced y seréis recompensados", me decían primero los Hermanos de la Salle y después quienes gestionaban los retiros del colegio del Opus en el que me tocó estudiar durante la adolescencia.

Obedeced, obedeced, obedeced.

Será por eso por lo que soy un hombre obediente por defecto. La dictadura de derechas me hizo así, me lo inculcó así. Y mi ADN tiene integrado ese tatuaje que hoy a mis 55 años -quién iba decirme que el tiempo es, a veces, tan lento aliado- ha obrado el milagro.

Ha ocurrido lo siguiente: esta mañana he ido a votar por correo. Llevaba días inquieto, porque ha habido un problema con mis papeles y he tenido que duplicar mi solicitud a mi oficina electoral. Por fin, he llegado a la oficina del pueblo más cercano a mi lugar de residencia temporal y he hecho mi cola. Cuando me he acercado a la ventanilla, un hombre con una coronilla opaca que no ha levantado la cabeza, concentrado en lo que hacía, ha esperado.


-Hola, buenos días -he saludado- ¿Para votar?

La coronilla no se ha inmutado.

Al cabo de unos segundos, que se me han hecho eternos, porque a mí lo de la autoridad sin rostro me provoca una inseguridad que viene también de donde viene y así me va, la masa de pelo se ha agitado levemente y enseguida ha ladrado, con voz de pocas ganas:

-Por ahí y a la izquierda.

Eso ha dicho. Nada más. "Por ahí y a la izquierda."

Y yo, que en el fondo sigo siendo el alma obediente que aprendí a ser cuando vivía intentando no ser por temor a que me hicieran desaparecer, he obedecido.

He ido por ahí y he votado a la izquierda.

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