Punto de Fisión

La postura del campechano

La postura del campechano
El rey Juan Carlos I.- REUTERS

Plutarco aseguraba que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo, una obligación que por lo visto no atañe a los césares, ya que la mayoría de ellos ni lo son ni lo parecen. Sobre la vida secreta del rey Juan Carlos HBO estrenó hace poco un documental, Salvar al rey, en el que salían a la luz muchos de los escándalos que florecieron a la sombra de la corona, incluyendo la creación de una unidad de servicios secretos dedicados casi exclusivamente a labores de alcahuetería. Al contemplar a polvo pasado la frenética actividad pélvica del monarca, se entiende que no tuviera tiempo para ir a despedir fragatas en misión de guerra ni a presentar respetos en los funerales por las víctimas del terrorismo. Desde aquella furgoneta aparcada en las inmediaciones de la Zarzuela donde se encontraban a escondidas con Queca Campillo, da la impresión de que el rey emérito ha vivido cincuenta y tantos años en una película porno.

Se conoce que muchos españoles se sienten representados por la monarquía mayormente por este motivo, porque el rey Juan Carlos, aparte del poder total, la inviolabilidad legal y la impunidad absoluta, simboliza también una fantasía sexual a tiempo completo. Una vez más las dos Españas se dividen a orillas de una cama, por encima y por debajo de la bragueta, de manera que los republicanos quedamos reducidos a simples envidiosos que pretenden aguar la orgía perpetua y las comisiones millonarias, mientras que los monárquicos más recalcitrantes jalean las hazañas amatorias del anterior jefe del Estado con un fervor vicario, dispuestos a prestar a la propia mujer o a la propia hija con tal de que siga la fiesta. "Un gran follador donde los haya. ¡Viva el Rey!" comentaba entusiasmado ayer mismo un juancarlista anónimo en El Confidencial, el periódico que adelantaba la noticia del descubrimiento de una hija ilegítima del monarca.

El problema de tener una jefatura del Estado de origen genético es que los genes no paran quietos, más aun los genes de los borbones, célebres por su vivacidad. El rey ha negado rotundamente este exceso de paternidad, aunque incluso el ABC, medio monárquico por excelencia, se ha hecho eco de la buena nueva en un tono que hace sospechar que la primicia ni es buena ni tampoco nueva-como que está confirmada por tres fuentes diferentes, amén de varias transferencias bancarias-, mientras citan las palabras con que Juan Carlos se refería a Alejandra en el círculo íntimo de sus amistades: "Una buena chica, muy inteligente y preparada". El último adjetivo la emparenta de inmediato con las cualidades del actual monarca, aunque el emérito no especificara para qué está preparada exactamente.

King Corp, el imperio nunca contado de Juan Carlos I, es el libro donde José María Olmo y David Fernández revelan esta última adición a la siempre sorprendente familia real española, una simple anécdota en medio de un ingente trabajo de investigación que intenta desentrañar las corruptelas de las élites españolas a la sombra de la monarquía borbónica, los negocios sucios con narcos y traficantes de armas y el repugnante entramado financiero oculto en diversos paraísos fiscales. Sin embargo, el auténtico escándalo, lo que ha llenado páginas y páginas es la noticia de la hija ilegítima y el éxito reproductivo del campechano, lo cual da una idea de la clase de país en que vivimos y de lo adictos que somos a la prensa rosa. Una suerte que el rey Juan Carlos haya regresado a su mansión de lujo en Abu Dabi sin mayores contratiempos, porque llega a quedarse dos días más, le inauguran un reality y le dan un diploma a la natalidad. Más discreto no se puede ser.

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