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¿Por qué nos gusta disfrazarnos?

El atuendo, la ropa, es la primera capa de esa cebolla que es nuestra identidad. Aunque te pongas lo primero que pilles en el armario y presumas de que la moda te da igual, eso también es una postura que define tu identidad. Como explica un estudio de la Universidad de Columbia, el tipo de ropa marca nuestra actitud, incluso hablando de modo diferente según nuestra ropa sea más formal o informal. 

Así las cosas, es normal que nos guste disfrazarnos en Carnaval y otras fiestas, ya que nuestro atuendo cotidiano no deja de ser una suerte de disfraz. A continuación, proponemos ocho buenas razones para disfrazarnos, además de tratar de explicar el concepto junguiano de máscara y su influencia en la identidad que nos ayuda a entender nuestra afición por el disfraz.  

La sombra tras la máscara del yo 

Disfrazarse
Una persona tras una máscara – Fuente: Pexels

Para Jung, los arquetipos del yo, conocidos como arquetipos superiores o principales, forman parte del inconsciente colectivo siendo un conocimiento innato legado por nuestros ancestros así como representaciones inconscientes de gran influencia en el desarrollo de la identidad. 

Dentro de ellos, el yo sería la unión de la conciencia y la inconsciencia del individuo, fundamentando la compresión de la propia personalidad: sería el yo íntimo que vemos cuando cerramos los ojos al mundo.  

Por su parte, la persona sería la faceta de nuestro yo que se quiere compartir con los demás, la “imagen pública”, la imagen que queremos proyectar a los demás, una “construcción ideal” que, mal manejada, nos puede alejar irremediablemente de nuestro “verdadero” yo hasta convertirnos en una persona incapaz de reconocerse al cerrar los ojos… atrapada en sus múltiples máscaras.

Porque tras la máscara de la persona se oculta la sombra, el aspecto puramente inconsciente de la personalidad, caracterizado por los rasgos y actitudes que el yo consciente no reconoce como propios, la parte inferior de la personalidad que no es asumida por la consciencia “por su incompatibilidad con la personalidad que predomina en nuestra psique”.

Es decir, la sombra es esa parte de nosotros mismos que no reconocemos, por muchas máscaras que nos pongamos… pero que otros sí tal vez reconocen creando un conflicto en nuestra identidad de consecuencias a menudo desastrosas, ese “abismo entre lo que eres para los demás y lo que eres ante ti mismo” que diría Bergman en su película Persona y que puede dejar sin respuesta la pregunta: ¿quién soy (realmente) yo? 

Ocho razones que explican por qué nos gusta disfrazarnos 

Disfrazarse
Una mujer disfrazada – Fuente: Unsplash

Si asumimos, por tanto, la complejidad de nuestra identidad y el uso rutinario de “máscaras” para proyectar nuestra personalidad en nuestros contactos sociales, deslizando paralelamente rasgos de nuestro yo y de nuestra sombra, es fácil comprender por qué disfrutamos tanto de disfrazarnos, que no deja de suponer usar una máscara (literal) sobre nuestro yo para proyectar rasgos de nuestra persona, de nuestro “verdadero” yo… o de nuestra sombra.  

Liberar tensiones 

No es necesario leerse las obras completas de Jung para buscar ideas de disfraces por internet porque la mayoría de nosotros, al menos de forma consciente, lo único que busca con un disfraz para Carnaval es liberar tensiones, desestresar un rato y escapar de la rutina.  

Y no hay mejor forma de escapar de la rutina que colgar en el armario nuestro envarado traje de oficina para disfrazarnos de la loca de los gatos de los Simpsons… O, al contrario, quitarnos nuestro uniforme rutinario informal con el que teletrabajamos —o sea, el pijama—para vestirnos de Dale Cooper en Twin Peaks, con gomina y bien afeitados por primera vez en un año. 

Desinhibirse, perder la vergüenza 

Para muchos de nosotros, la vergüenza es uno de nuestros grandes caballos de batalla, una limitación rutinaria que nos impide, a menudo, mostrarnos con mayor naturalidad en según qué contextos, siempre demasiado atentos a la soporífera normativa social que, no obstante, tememos incumplir… por vergüenza.

Para todos los vergonzosos del mundo, Carnaval es una fiesta ideal, para atrincherarse tras la máscara de nuestro disfraz y perder la vergüenza durante horas rompiendo con dos o tres convencionalismos sociales… al menos una vez al año. 

Conectar mejor otras personas 

Como no eres el único que “pierde la vergüenza” en Carnaval, es mucho más fácil entrar en contacto con personas con las que en otro contexto no entrarías. Al fin y al cabo, el atuendo también es una forma de comunicación. ¿O por qué si no te pones esa camiseta de Metallica o usas ese bolso de Prada? Para comunicar una afición, un gusto y un estilo de vida. Disfrazarse de patata frita o de Lenin también es comunicar. Otra cosa es lo que entienda tu “interlocutor” si no le explicas un poco el porqué de tu disfraz… 

Ensayar un alter ego 

¿Es lo mismo un psicópata que un sociópata?
Una persona disfrazada – Fuente: Pexels

El proceso de autoconocimiento puede llevar la vida entera y ser siempre la misma persona puede ser increíblemente aburrido. Para eso está el alter ego, un segundo estado de conciencia según Frued, una segunda identidad. El disfraz puede funcionar como ensayo de ese alter ego que estamos diseñando.  

Homenaje friki 

Si fuera por algunos de nosotros, habría un Carnaval al mes… o a la semana, con tantos referentes de la cultura más o menos popular a los que queremos homenajear. Por suerte, entre Carnaval y Carnaval, están los salones del cómic, las fiestas cosplay y demás eventos de celebración friki. Al fin y al cabo, con una buena agenda puedes pasarte la mitad del año de disfraz en disfraz… De Tony Montana a Charmander pasando por Elsa o Sid Vicious. No hay días al año para tanto homenaje pendiente.  

Sentirse sexy 

No tenemos a mano un estudio de ninguna universidad norteamericana para apuntalar nuestra teoría, pero podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el Carnaval es la mejor época del año para conectar con otras personas a un nivel más íntimo. Es decir, ligar. Y es que muchos disfraces nos hacen sentirnos más atractivos y nos cargan de entusiasmo. Quizás el de patata frita no, pero otros muchos sí. Volvemos a lo mismo: ¿por qué no hay un carnaval cada mes? 

Provocar, rebelarse, reivindicarse, empoderarse 

Disfrazarse
Personas disfrazadas – Fuente: Unsplash

Desinhibirse, escapar de la rutina, hacer el friki y ligar son perfectamente compatibles con otros objetivos más “intelectuales”. Y es que en no pocos casos aprovechamos el Carnaval para ponernos un disfraz con una gran carga de profundidad. A menudo, buscamos provocar reacciones en la gente, rebelándonos ante estereotipos o situaciones que consideramos injustas, reivindicando ideas o posturas políticas o, simplemente, mostrando nuestro potencial, nuestra aspiración de poder. 

Pasarlo bien 

Vayas de Wonder Woman, Gandhi, Nietzsche, Campanilla… o con una careta cutre comprada a última hora porque no pensabas salir, pero al final te liaron, lo que conecta a todas las personas que disfrutan de los disfraces en Carnaval es el deseo de pasarlo bien. Y ya es más que suficiente.  

¿Y si no me gusta disfrazarme? 

Disfrazarse
Una máscara en el suelo – Fuente: Unsplash

Existen diversas razones que pueden explicar tu negativa al disfraz y a las fiestas asociadas a él como Carnaval o Halloween, pero empecemos por el final. Si no te gusta disfrazarte, no te disfraces, no hay ningún problema por ello, faltaría más.  

De hecho, a no pocos niños no les gusta disfrazarse y no hay que cometer el error de forzarles… para que no se sientan “diferentes”. Al contrario, quizás es lo que deseen y el que va a sufrir por tener un hijo “diferente” eres tú, no él. Pues empezamos mal, ¿no te parece? 

Y bien, ¿cuáles pueden ser las razones para no querer disfrazarte? Puede que consideres que es una fiesta ridícula o que no te guste “hacer el ridículo” con un disfraz. Tal vez sea que tu concepto de pasarlo bien está vinculado a otra clase de contextos más tranquilos y contenidos. Tal vez siempre acabes enfermo tras Carnaval porque siempre llueve y hace frío y las corrientes de aire se cuelan por todas partes, salvo que vayas de monje.

O puede que, en fin, ya tengas bastante con la máscara de empleado, la máscara de padre, la máscara de marido (y demás) para tener que usar otra máscara con tu disfraz de Carnaval. Porque tal vez lo que nos gustaría, en el fondo, sería quitarnos todas las máscaras, pero, de momento, no hay una fiesta en el calendario para ello.  



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