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El singular sargento Vicario

Policía y Ertzaintza descartan la autoría de ETA en el tiroteo de San Sebastián.

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

Miguel Rodríguez Vicario, sargento del Ejército de 28 años de edad, resultaba herido en la noche del pasado lunes por un disparo de bala cuando se dirigía caminando por un camino poco transitado hacia la residencia militar donde vivía en San Sebastián.

Las primeras noticias apuntaban a un atentado de la banda armada. Se llegó incluso a hablar de su muerte. Y, sin embargo, en pocas horas el caso fue quedando en un confuso suceso en el que las explicaciones del militar no han convencido a casi nadie.

“Militar, tiroteado y en San Sebastián. En aquellos momentos, no había otra hipótesis que la de ETA”, reconoce a este diario un mando policial. Sin embargo, hicieron falta sólo unas pocas horas para que la Ertzaintza –que ha asumido la investigación del caso– y la Policía comenzaran a relegar a un segundo plano la autoría de la banda armada. Ayer,  ya la descartaban de modo definitivo.

Siete expedientes

La primera sospecha de que no estaban ante un atentado de ETA se la dio el coronel del cuartel al que pertenece el militar. Este mando puso en antecedentes a los agentes sobre el carácter conflictivo de su subordinado, que había protagonizado numerosos incidentes fuera de las instalaciones militares. El último, con miembros de un colectivo de gays y lesbianas del País Vasco. Fuentes de la investigación apuntan a este diario que la Policía Municipal de la capital donostiarra tenía noticia de al menos siete de estos incidentes.

A estos antecedentes, se sumaron las confusas declaraciones de la víctima, quien cambiaba de versión una y otra vez. Comenzó hablando de un ataque por la espalda. Cuando le hicieron ver que la herida tenía el orificio de entrada en el hombro y la salida en el omoplato, cambió su relato y comenzó a hablar de “dos sombras” tras unos arbustos que le dispararon de lejos y a los que no pudo ver.

Incluso dio una tercera versión cuando los médicos hablaron de un disparo hecho casi a “cañón tocante”. Las “dos sombras” se convirtieron entonces en un individuo con el que forcejeó cuando le puso la pistola en la sien y al que hizo huír tras hacer dos disparos al aire.

Puntos oscuros

El propio director de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, recalcaba ayer que el sargento había incurrido en contradicciones y reconocía que había “puntos oscuros” que hacían que la autoría de ETA hubiera “perdido fuerza”, aunque, cauto, aún decía que “no está totalmente descartada”. Sin embargo, responsables de la lucha antiterrorista hablaban ayer abiertamente de “milonga” para referirse al relato del militar.

A los investigadores también les ha sorprendido el tráfico de llamadas del móvil de la víctima tras la agresión y que tampoco cuadra con sus declaraciones. Primero llamó a una tía que reside en Santander para decirle que había sufrido un atentado. Después, se puso en contacto con un compañero, que fue quien le auxilió. Mesquida dejó entrever que las declaraciones de éste tampoco dejaban en buena situación el relato del militar.

Abandonada ya la pista de ETA, las pesquisas se centran ahora en una venganza por motivos sentimentales, aunque los investigadores no descartan nuevas sopresas en el caso del sargento Vicario. La clave puede estar en el casquillo que aún no ha aparecido.

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