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La radicalidad de Rouco derrota a la moderación de Blázquez

El sector más integrista de los obispos se hace con la presidencia de la Conferencia Episcopal

MIGUEL ÁNGEL MARFULL

La jerarquía de la imposición derrotó ayer a la Iglesia del diálogo. El arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, presidirá la Conferencia Episcopal española durante los próximos tres años.

El líder del sector más inmovilista del episcopado, partidario de la línea dura contra el Gobierno, derrotó ayer las tesis templadas que encabeza el presidente saliente, el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez.

Hace tres años, en las últimas elecciones para renovar cargos, Rouco se quedó a sólo un voto de conseguir su tercer mandato consecutivo. Ayer se hizo con la presidencia del episcopado con dos votos de diferencia sobre el aspirante a la reelección.

Rouco fue elegido en la primera votación con el respaldo de 39 obispos. Blázquez obtuvo 37 apoyos. Una papeleta suelta, un voto huérfano, respaldó al arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares. La votación es secreta. Los estatutos de la Conferencia Episcopal no dicen nada a favor o en contra de la posibilidad de votarse a uno mismo. Decidieron 77 prelados, todos los que tenían derecho a hacerlo, salvo uno, el responsable de la diócesis de La Rioja, Juan José Omella, convaleciente de una reciente operación. Su voto era importante, apoyaba las tesis moderadas de Blázquez.

Con la elección de ayer, la jerarquía católica avanza otro paso en la dirección más extremista. La cúpula de la pancarta y las manifestaciones toma el poder absoluto dentro de la Iglesia católica española.

Blázquez, vicepresidente

Ayer quedó demostrado, además, que los últimos nombramientos dentro del episcopado han reforzado el peso de Rouco. Se alzó con la victoria por dos votos. Dos obispos se acaban de incorporar al restringido censo de electores de la Conferencia Episcopal: el portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, y el nuevo titular de la diócesis de Lugo, que resulta ser, por lo demás, sobrino de Rouco.

Una ley de equilibrios, el péndulo invisible que trata de compensar las dos tendencias que conviven en la jerarquía católica, convirtió ayer en vicepresidente de los obispos a quien era su presidente sólo unas horas antes. El titular de la diócesis de Bilbao fue elegido nuevo número dos de la Conferencia Episcopal en sustitución de Antonio Cañizares, aliado natural de Rouco. Fueron necesarias dos votaciones. Blázquez consiguió el apoyo de 45 obispos, Cañizares logró 29 votos. Sólo contaron sus nombres. A mucha distancia, dos papeletas apoyaron al arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, y un solo voto, puramente testimonial, avaló el tono moderado del arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach.

Sólo 24 horas antes, Blázquez había advertido a sus compañeros que la fe y la moral católica “no se imponen”. Era el resumen de su mandato y, desde ayer, es también su testamento político. La jerarquía católica ha dado la espalda a esta actitud conciliadora.

Colaboración con el Gobierno

En su primera comparecencia ante la prensa, nada más ser elegido presidente, Rouco Varela no admitió preguntas, en contra de la costumbre habitual. La cara más reconocible de la estrategia de confrontación contra el Gobierno contuvo ayer su animadversión. Rouco ofreció a cambio la “colaboración leal” de los obispos con la “autoridad política”. Sin matices. Sin preguntas. Las admitirá, señalaron desde su entorno, en una próxima comparecencia pública, una vez que pasen las elecciones generales del próximo domingo.

Iguala a Tarancón

El nuevo presidente de la Conferencia Episcopal tiene 71 años y gobernó a los obispos durante dos trienios consecutivos, entre los años 1999 y 2005. Con su tercer mandato, iguala el poder de un nombre con gran valor simbólico en la historia reciente de la Iglesia, aunque de talante diametralmente opuesto.

Sólo otro prelado, Vicente Enrique y Tarancón, el cardenal que intentó ganar para la democracia a la Iglesia vencedora de la Guerra Civil, había presidido la Conferencia Episcopal en tres ocasiones.

Hay que remontarse en la historia hasta el año 1969 para encontrar a otro presidente de los obispos a quien la jerarquía haya negado la oportunidad de un segundo mandato consecutivo. La norma escrita por la costumbre se torció ayer para aplaudir a Rouco y, con él, al sector más radical del episcopado.

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