Este artículo se publicó hace 17 años.
Así es la jaima de Gadafi
Público entró en la tienda poco antes de que el líder libio llegase al hotel donde se aloja en Sevilla
La jaima del presidente libio, Muammar el Gadafi, no está climatizada. Apenas tiene cuatro radiadores eléctricos. Pero se está calentito. Público estuvo dentro. Una alfombra de una piel parecida a la de vaca cubría los diez metros de largo por seis de ancho que aproximadamente mide la tienda de campaña de color militar, fuertemente anclada al césped y rodeada de macetas. Un chiringuito, que dirían en Andalucía. Sus paredes son telas en tonos tierra con dibujos de camellos. Huele a ganado. Varios corderos vivos esperaban a ser degollados en las cuadras, llenas de caballos.
En la jaima no hay jacuzzi ni una gran cama árabe con cojines. Pero sí una cantidad de muebles reconocibles por cualquier persona ajena al lujo: dos sofás de color marfil –igual de cómodos que los Klippan de Ikea–, dos sillones de plástico blancos idénticos a los de las terrazas de los bares –sin publicidad de bebidas–, una silla presidencial, una mesa pequeña y otra más pequeña aún con un televisor no muy grande de pantalla plana. Un miembro de la delegación libia sintonizaba todos los canales con empeño. El avión de Gadafi, con retraso, aún no había salido de París.
¿Y el coronel duerme aquí? “Qué va, se queda en una suite del hotel”, aseguran fuentes del entorno libio. “La jaima [en un jardín junto a una piscina vacía] sólo es para las recepciones”, añaden. Eso ya es otra cosa. Sobre las cinco de la tarde, seis horas después de lo previsto, el presidente libio y su séquito de 300 personas –incluidas las amazonas vírgenes– llegaron en una hilera de flamantes Mercedes a La Boticaria, un establecimiento de lujo cerrado para Gadafi en la localidad sevillana de Alcalá de Guadaíra. Iniciaba así su visita privada a Andalucía, previa del primer viaje oficial a España. A partir del lunes, en Madrid, tiene cita con el rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Exhibición de caballos y Aznar
José María Aznar se dio más prisa. Anoche el ex presidente compartió charla y cena con el coronel, que pidió una exhibición de caballos en directo. Un obsequio poco original teniendo de precedente a El rayo del líder, el caballo de raza árabe que Gadafi regaló a Aznar en su visita a Trípoli en 2003, tras el fin de las sanciones de la ONU a Libia.
Por la mañana, varios caballistas y carruajes desfilaron por la entrada del hotel. También una embarcación pequeñita en un camión y coches de alquiler. Éstos, curiosamente, no eran los 30 Mercedes con chófer –ni servían Audi ni BMW– que la delegación libia había solicitado. Ayer, hasta las cuatro de la tarde, sólo habían conseguido 27. Y el precio del alquiler no estaba nada mal: pagan 500 euros por 12 horas. Con estas exigencias, no es nada extraño que unos trabajadores que organizaban un evento de Ford en un salón del hotel se fuesen con sus cartones publicitarios por donde habían venido.
El sacrificio
Y pese a que el hotel y sus inmediaciones fueron cerradas a cal y canto –después de que seguridad hiciera salir a Público tras colarse en el establecimiento–, los libios no estaban solos. En unas dependencias laterales, felices trabajadores de una empresa editorial celebraban la típica comida navideña, reservada mucho antes que el periplo de Gadafi. Uno de ellos, en un receso, fue testigo del sacrificio que dio la bienvenida al coronel: “Fui un momento a recepción y vi en la puerta una ovejita balando con las patas atadas”, cuenta el empleado, que prefiere no identificarse.
Tras oír un gran silencio, el joven se topó con “mujeres muy fuertes con uniformes raros” –ahí llegan las vírgenes– que escoltaban a un Gadafi de carne y hueso, vestido de negro y “con gorrito”. Tras los saludos pertinentes a la dirección del hotel, el presidente libio se fue derecho al patio que conducía a la jaima. Y el testigo, sin otra cosa mejor que hacer, se volvió a la comida de empresa con el estomágo algo revuelto: “Al salir, la ovejita estaba en una bolsa de plástico transparente llena de sangre”, cuenta el chico, que cree que la mataron cuando se produjo el silencio. Salvo fenómenos paranormales, no hubo otro momento.
Caza y relax
Quienes no encontraban el momento de ver a Gadafi ayer eran los representantes de la Junta Islámica, que muy generosamente entendieron los compromisos del mandatario libio. El Sindicato de Obreros del Campo (SOC), también invitado a la recepción, tampoco tenía noticias anoche de la hora y sitio. “Una compañera tenía previsto asistir el lunes a una conferencia de Gadafi, pero a título personal”, afirmó un portavoz.
Está claro que Gadafi ha elegido Andalucía para el disfrute. Invitado por la familia real a cazar, según fuentes cercanas a la visita, Gadafi no quiere perderse una montería en la sierra. Ni dejar de acudir al Real Alcázar. Ni desaprovechar las terapias de los masajistas del spa, el más grande de España, según el hotel.
Piscina oxigenante de relax, proyectores de agua, camas de burbujas, volcanes lumbares... Todo un lujo a escasos metros del jacuzzi de su suite... y de las lonas de su jaima tan particular.
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