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El cambio necesita entusiasmo

La aparición de Aznar en un mitin eclipsa a Rajoy en las horas previas al último debate cara a cara.

FERNANDO GAREA

'Estas ideas pueden tener el apoyo de una mayoría de españoles que a lo mejor no se entusiasman con el PP y que a lo mejor no se entusiasman con Mariano'.

La frase es de José María Aznar y fue pronunciada ayer en presencia de Rajoy. En sí misma encierra varios tratados de psicología y su análisis daría para varios cursos de universidades de verano, con ponentes llegados de todo el mundo.

El plano psicológico se dividiría entre el general y el particular. El primero se refiere a la tendencia natural y humana de todos a considerar siempre que quien llega después de uno nunca está a la altura de lo que se ha dejado. Por poner ejemplos políticos, los tres ex ministros del Interior -Rajoy, Mayor Oreja y Acebes- que participan en las reuniones de maitines del PP tienden a pensar que sus sucesores socialistas desbaratan lo que ellos dejaron hecho.

Otro ejemplo: Felipe González ha tardado años en omitir las dudas sobre la capacidad de Zapatero para liderar su partido y, aún más, para ser presidente del Gobierno. Al menos, en público.

Derrota traumática

El análisis psicológico particular de la frase trae causa de la espina que Aznar debe tener clavada aún desde 2004. El trauma o choque emocional que le dejó una impresión duradera en el subconsciente se produjo porque sus planes sucesorios, que él había diseñado con mimo, se le vinieron abajo el 14 de marzo de hace cuatro años, cuando su partido pasó de la mayoría absoluta a la oposición.

Ahora se debe ver en la obligación de ayudar a su sucesor a ganar. Como alma en pena que vaga hasta que no logra su misión, Aznar quiere que gane Rajoy, aunque no entusiasme. Aznar era consciente ya en 2003 de que Rajoy no entusiasmaba. Era obvio que Rodrigo Rato sí lo hacía, pero estando en el Gobierno no era preciso entusiasmar para ganar a un Zapatero inconsistente e inexperto. Por eso eligió a Rajoy.

De ahí se llega al análisis político de la frase de Aznar, porque para lograr el cambio en unas elecciones sí hace falta entusiasmar. Para que haya pulsión al cambio no basta el rechazo o desencanto con el PSOE que busca el PP sembrando dudas, sino que es preciso entusiasmo para que se perciba a la oposición como alternativa fiable. Ahora, a una semana de las elecciones no hay ningún indicio de ese cambio. Ninguna encuesta muestra tendencia al vuelco electoral.

Es verdad que desde 1993 en todas las elecciones ha habido sorpresas, pero había algún indicio o indicador que dejaba vislumbrar qué podía ocurrir. En 1993 se esperaba un triunfo de Aznar y ganó González; en 1996 se vaticinaba una victoria amplia del PP y ganó por los pelos; en 2000 no se auguraba la mayoría absoluta y la obtuvo y en 2004 nadie esperaba el vuelco y lo hubo.

En este último caso hay que hacer la salvedad del 11-M, pero unas semanas antes de la encuesta había datos como el pronóstico o la valoración de Zapatero que mostraban cierta evolución. Ahora no hay ningún indicador favorable al PP y, desde luego, no hay entusiasmo.

Y eso que hay que esforzarse mucho para conseguir hacer una campaña electoral peor que la que está haciendo el PSOE, con menor número de propuestas. Es probable que tampoco entusiasme, pero tiene la mayoría y le basta con mantener sus resultados. Todas las encuestas de última hora muestran que el PSOE ganará por mayoría simple, pero la tendencia ha sido la de salir del llamado empate técnico. El PP sigue cerca, sube con respecto a 2004, pero en ningun sondeo aparece como el partido más votado.

Mayoría absoluta imposible

Hay una docena de circunscripciones con resultados ajustados, pero la experiencia de anteriores procesos electorales muestra que los avances de los partidos se producen en forma de oleadas, casi siempre uniformes y pocas veces en lugares aislados.

Tampoco las encuestas indican que vaya a haber mayoría absoluta y no será posible mientras el PP mantenga un suelo electoral tan alto, situado en torno al 39%. Queda una semana de campaña para que llegue el entusiasmo. Hoy se celebra el segundo debate en una campaña electoral en la que los cara a cara eclipsan todo. Se supone que los dos candidatos se esforzarán en presentar propuestas y salir del intercambio de golpes que, fundamentalmente, centró el primer debate. El lunes pasado los dos reforzaron a los suyos y ahora se trata de ilusionar y entusiasmar.

En teoría le corresponde a Rajoy como aspirante lograrlo y para eso tiene que arriesgar más. No obstante, a Zapatero ya no le bastará tampoco repetir como argumentos las referencias al pasado de Rajoy en el Gobierno. Primero porque ya es un argumento gastado y segundo porque los ciudadanos perciben que quien está en el Gobierno y rinde cuentas es él y no su oponente. El candidato del PSOE contará con la ventaja de abrir todos los bloques para hacer bueno el aserto que dice que quien marca la agenda gana el debate.

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