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Sí a la legalización: defender a todas las prostitutas

CRISTINA GARAIZABAL

Es importante distinguir entre prostitución forzada y la que se ejerce por decisión propia. Aquellas que están coaccionadas a ejercer la prostitución sufren un grave atentado a los Derechos Humanos que debe ser combatido. Perseguir eficazmente el delito de la trata de personas exige contemplar este problema al margen de los problemas migratorios.

Las víctimas de trata son consideradas inmigrantes ilegales y, en algunos casos, testigos; consecuentemente las medidas de protección funcionan como contrapartidas a su colaboración con la policía. Se debe contemplar la trata en toda su globalidad.

Elaborar un plan sólo contra la trata con fines de explotación sexual, excluyendo la que tiene por finalidad otros sectores de la producción o los matrimonios forzosos, no parece ser el mejor camino. Lo fundamental debe ser la defensa de los derechos de las víctimas y no las actividades a las que se dirige la trata, más cuando sólo un 20% de las personas traficadas van a la industria del sexo.

Quienes ejercen la prostitución voluntariamente sufren también discriminaciones. Muchas no han podido elegir las condiciones de su trabajo en precario. Los empresarios de los clubes imponen sus normas sin ninguna ley que defienda a las trabajadoras; las que captan su clientela en la calle sufren las consecuencias de ordenanzas municipales que posibilitan coacciones y abusos.

Es necesario defender los derechos de todas las personas que ejercen la prostitución. Para que la lucha contra la trata sea eficaz es necesario legalizar la prostitución voluntaria, porque, si no, las redes criminales se amparan en la alegalidad en la que se mueve la prostitución.

Las campañas contra los clientes empeoran las condiciones de trabajo de las prostitutas. Es importante tener en cuenta la experiencia de otros países en los que los clientes suelen ser unos agentes valiosos en la detección de las situaciones de prostitución forzada. La libertad, la autonomía y los derechos de las mujeres que ejercen la prostitución no pueden servir de excusa para proclamas ideológicas.

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