Mientras los turistas se solazaban, el 28 de agosto, en los lujosos Dakhla Attitude y Ocean Vagabond, dos hoteles cercanos a la ciudad saharaui de Dajla, a escasos metros, en la polvorienta pista que lleva a estos dos complejos, una activista portuguesa se debatía en el suelo para tratar de zafarse de un hombre marroquí.
La mujer, Suzana Cristina de Oliveira, de 43 años, ha denunciado que su presunto agresor, que previamente le había confesado pertenecer a la Policía secreta marroquí, le propinó una paliza y trató de violarla, ante la mirada impasible de los agentes a bordo de un coche de la Gendarmería Real marroquí, que presenciaron parte de la agresión.
De Oliveira, ingeniera de proyectos y conocida en Portugal por ser miembro fundadora de la Plataforma de Juristas para Timor Oriental (la auto-determinación de esta excolonia es un modelo para muchos saharauis), se encontraba en Dajla de vacaciones. Pese a su activismo prosaharaui, la ingeniera portuguesa pretendía simplemente conocer el sur del territorio, visitar una reserva natural e informarse sobre un tipo de arquitectura característica de Dajla.
Pero el propósito de su viaje no pareció importar nada a los policías marroquíes que la siguieron 'noche y día' desde que puso los pies en el territorio. Por teléfono, desde Lisboa, explica a Público que llegó a estar vigilada hasta por cuatro agentes a la vez.
El 28 de agosto, la activista cogió un taxi en Dajla para dirigirse a la reserva natural en cuyas cercanías se encuentran los dos hoteles de lujo junto a los que denuncia haber sido agredida. Para su sorpresa, en el viaje de ida, un desconocido se montó en el coche y después la siguió a pie hasta el hotel mientras intentaba entablar conversación con ella.
Cuando De Oliveira decidió volver a la ciudad, el recepcionista del hotel le dijo que un taxi la estaba esperando al final de una pista de tierra. 'Empecé a caminar y de pronto vi que el hombre de antes me estaba siguiendo. Entonces se acercó y me dijo que era policía y que me iba a proteger. Yo le pregunté que por qué me seguía', explica la activista.
'De repente, noté un golpe en la nuca y caí, aturdida, al suelo. El hombre me hundió la cara en la arena y empezó a gritar: Si gritas, te mato. Aquí no hay nadie más que yo, tú y Dios', recuerda la mujer.
Mientras, al grito de 'Allahu al Akbar' (dios es el más grande), el hombre le hacía jirones la ropa, 'un jeep de la Gendarmería se detuvo a 50 metros y luego siguió su camino, aunque es imposible que no nos vieran', subraya.
'Afortunadamente, yo llevaba un bañador de cuerpo entero, lo que me hizo ganar tiempo, pero el hombre se masturbó y eyaculó encima de mí', rememora. La activista consiguió al fin apartar a su agresor y echó a correr hasta la carretera perseguida por él.
La pesadilla no acabó ahí. Tras llegar a Dajla, un empleado de su hotel, al conocer lo sucedido, le aconsejó que huyera 'porque allí no estaba segura'. De Oliveira le hizo caso; esa misma noche, con el cuerpo magullado, fiebre y una fuerte diarrea, tomó un autobús rumbo a El Aaiún.
Ya en esa ciudad, no sólo el director del hospital local 'se negó a expedir un certificado' de sus heridas, denuncia, sino que el acoso continuó: 'La Policía intentó entrar en mi habitación del hotel Negjir dos veces; la segunda de ellas, un agente entró en mi baño mientras me estaba duchando'.
Pese a todo, De Oliveira insistió en poner una denuncia en el Tribunal de Apelación de El Aaiún. Tres días más tarde, consiguió también que le vendieran por fin un billete de avión para Las Palmas. Para ello, tuvo que montar un escándalo en el aeropuerto y amenazar con recurrir a la Misión de la ONU en el Sáhara.
La activista piensa llevar su caso ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el Parlamento Europeo y las propias autoridades portuguesas. Está decidida, recalca, a que 'se haga justicia'.
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