Cientos de miles de fieles, un millón y medio, según la organización, se congregaron desde las diez de la mañana, en la explanada del aeródromo de Cuatro Vientos para asistir a uno de los actos más destacados de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), la vigilia presidida por el papa.Música, decenas de pantallas gigantes, banderas, tiendas de campaña y un sol de justicia. 'Esto es un infierno', decía a media tarde la portavoz de Emergencias de Madrid, a más de 38 grados de temperatura.
A las 20.00 horas, los equipos de emergencias habían realizado 880 intervenciones y 24 traslados a hospitales por lipotimias, mareos, crisis de ansiedad y, sobre todo, por golpes de calor. Estas cifras incluyen dos casos graves, el de una chica de 25 años que fue trasladada al hospital 12 de Octubre, y el de un hombre que sufrió una angina de pecho y fue hospitalizado en el hospital Gregorio Marañón. Los trabajadores del Samur no daban abasto. '¿A quién se le ocurre organizar algo así en pleno agosto?', se quejaba uno de ellos mientras entraba y salía a empujones de uno de los barracones prefabricados habilitados para la atención sanitaria, que estaban abarrotados. 'Es una barbaridad, nunca he visto tanto volumen de actuaciones en tan poco tiempo', añadió.
El agua, clave para atender este tipo de casos, escaseaba. Los voluntarios de la JMJ advertían a los operarios de Emergencias que acudían a los puestos donde la organización del evento distribuía botellines de agua: 'Para pedir botellas, tenéis que presentar una credencial, pero apenas quedan 500'. Sin embargo, por los altavoces se trataba de calmar a la gente: 'Ya vienen de camino dos camiones cisterna y 200 botellas; que no cunda el pánico'. Al final, el agua llegó. El mensaje se repetía constantemente en varios idiomas. Mientras, ocho camiones de bomberos iban mojando con las mangueras a los asistentes. Una forma de refrescarles para que recuperaran fuerzas.
Alejandro, un albaceteño de 25 años, no pudo aguantar. A las 18.00 horas, buscaba un taxi para volver a su residencia. Sólo pensaba en salir de allí y alejarse de la muchedumbre, como hicieron otros tantos, sobre todo familias con niños.
La aglomeración hacía casi imposible moverse en Cuatro Vientos: 45 minutos para ir al baño, media hora para comprar una botella de agua, casi una hora para salir del perímetro vallado... Según se acercaba la hora de la llegada del papa, las nubes fueron cubriendo el cielo, y al final los rezos de los fieles tuvieron respuesta en una fuerte tormenta de verano que descargó en torno a las 21.30 horas sobre la explanada y provocó algunos momentos de pánico, además de hacer necesaria la presencia de los bomberos en el altar.
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