Unos 2.000 manifestantes jugaron anoche al gato y al ratón con la Policía por el centro de Madrid. La manifestación, inicialmente convocada sin permiso de la Delegación del Gobierno para protestar por la violencia con la que la policía había desalojado las concentraciones laicas del miércoles y el jueves pasados, se convirtió en una marcha sin rumbo.
La cabecera, formada por una pancarta de apenas dos metros de ancho, y con el lema No more police. Brutality, [No más policía. Brutalidad] decidía en cada cruce de calle hacia donde se iba a dirigir la marcha, que acabó realizando un recorrido kilométrico. La manifestación comenzó en la Glorieta de Carlos III, en Atocha, pasó por la plaza de Tirso de Molina, la Latina y se acercó a la Puerta del Sol, aunque no llegó a entrar.
La improvisación de la marcha, en función de qué calles iba cortando la Policía, se hizo patente cuando los cerca de 1.500 manifestantes que iniciaron la marcha se toparon con 12 furgones de la Policía que les impidieron el acceso a la Puerta del Sol, 400 metros antes de llegar a la plaza. '¡Esto os pasa por echarnos de la plaza!', 'El pueblo unido jamás será vencido', coreaban los asistentes, que fueron creciendo en número conforme avanzaba la marcha. Con el perímetro de Sol cerrado, recorrieron las calles aledañas a la plaza durante dos horas y media, hasta que a las 22.45 horas cortaron la Gran Vía.
'¿Cómo vamos a ir a Sol? Esto es un matadero', gritaba Noelia, de 26 años mientras arrastraba sus muletas. 'Llevo la pierna así por una carga policial, pero hay que evitar ir contra ellos', denunció.
Como ya ocurrió en las marchas improvisadas de la pasada primavera por el 15M, la Policía fue a remolque de los manifestantes, que airearon, durante horas, sus soflamas. A su paso por la Plaza Mayor, los peregrinos que abarrotaban la zona huían despavoridos ante la llegada de la multitud: '¡Vuestro papa es un nazi!', coreaban los laicos.
'Lo que cantan es verdad, pero no es el momento de cantarlo. No es momento de confrontación', reclamaba Mila, manifestante de 53 años que reclamaba, sin embargo: 'Es indignante que la Policía bloquee el acceso a Sol a los jóvenes con el pelo largo o barba, pero a mí me dejen entrar sólo porque llevo un vestido'.
'Estamos aquí para protestar y en repulsa por la brutalidad policial de ayer y anteayer [por el miércoles y el jueves]. Es un pulso por la calle', reivindicaba Alberto, informático santanderino de 29 años. 'Antes se permitían las manifestaciones y ahora cargan contra nosotros sin motivo', se quejaba el joven, que acudió a la manifestación solo para documentar con su cámara de vídeo los acontecimientos. Asegura que es la única forma de dar difusión y que sus amigos de Cantabria conozcan lo que está pasando en Madrid. 'Los medios de comunicación no están emitiendo los vídeos de las agresiones de la Policía, por eso ahora todo el mundo viene con cámaras, por si acaso', denunció.
Al llegar a la calle Mayor, la manifestación rompió en aplausos, al pasar bajo los balcones de los vecinos que ondeaban banderas con los colores reivindicativos del colectivo gay y les arrojaban cubos de agua para refrescar la calurosa noche.
El momento de mayor tenión al cierre de este periódico se vivió con la irrupción de la marcha en la Plaza de Oriente, al grito de 'Violencia No'. Tras pasar por delante de la Catedral de la Almuedena, una columna de 30 antidisturbios echó a correr en paralelo a los manifestantes para bloquearles la entrada a los jardines y terrazas de la plaza, en los que centenares de peregrinos cenaban tranquilamente.
La carrera de los policías provocó una reacción en cadena de los manifestantes, que corrieron y saltaron vallas y setos pensando que se trataba de una carga como las de los dos días anteriores. La oleada de laicos provocó, a su vez, el pánico de decenas de grupos parroquiales de adolescentes, a quienes sus respectivos curas trataban de proteger.
La marcha, dispersada por las callejuelas de la zona, se volvió a unificar en la entrada a la Puerta del Sol por la calle Mayor, donde les esperaba uno de los grupos de antidisturbios que sellaban las nueve entradas a la plaza.
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