Hacía semanas que no costaba tanto andar por la Puerta del Sol. Y es que a las nueve de la noche la espera ha concluido. Todas las arterias del kilómetro cero se han ido rellenando con las voces de las distintas provincias que componen las columnas.
Sangre renovada, un balón de oxígeno para un movimiento que quiere reflexionar durante este fin de semana y a nivel nacional para buscar solidas y seguras fórmulas de afrontar el próximo otoño. Iniciativas que a corto y largo plazo pongan en sobre aviso a quienes tengan que darse por aludidos de que esto no pretende constituir una respuesta contra la crisis. 'Es un movimiento que critica el sistema, que es el que ha provocado esta crisis', dice un chico de Valencia que ha venido haciendo autoestop con un par de amigos.
No es el único que lo ha hecho. Jóvenes de otras provincias y de los países que limitan el país en la península se han dirigido hasta Madrid para vivir algo que hace unos meses consideraban inimaginable. Pueden ser más de mil las personas que han viajado hasta la capital. Caminando, en coche con amigos o con la familia, en autobus, en AVE, y de improviso o de manera organizada han llegado mientras los madrileños les esperaban y mañana esperarán con ellos a una nueva oleada de indignados, más pequeña pero igualmente emocionada y digna, que vendrá en los autobuses que las diferentes asambleas han contratado y que quedan por llegar.
A las nueve de la noche entre consignas y aplausos llegaban los del oeste de la península A las nueve de la noche entre consignas y aplausos llegaban los del oeste de la península, a los que habían ganado los del noreste, que entraban por Alcalá. El sur entraba por la calle Mayor y se detenía para tocar una tamborilada que intensificaba su ritmo antes de proclamar su llegada. Se respira alegría, esperanza. En diferentes puntos de la plaza les saludan unos carteles que rezan 'Bienvenida Dignidad'.
Momentos antes de su llegada comenzaban a repetirse situaciones antes vividas en la plaza. La gente debatía con respeto y ganas de aprender, sobre economía, sobre el Pacto del Euro, sobre las hipotecas y las diferentes visiones posibles. En pequeñas asambleas, en corrillos improvisados y por grupos hablan inmersos en un ambiente poco habitual que sabe intercalar compromiso, solidaridad y ambiente festivo a un tiempo. Una revolución pacífica, la llaman ellos.
A las 19.30 de la tarde un corro de gente esperaba a la catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, Marta Casaos, para que hablase sobre la democracia participativa. Sobre las ocho y media, unos metros más lejos, el sonido de tambores y timbales dejaba bailar a los que se situaban en el centro. Una hora más tarde, la orquesta solfónica tocaba en un recinto previamente habilitado.
Había sido unas horas antes, cuando se esperaba con desconcierto a las columnas (nadie sabía con seguridad por qué calle iban a entrar) y todavía se podía caminar holgadamente y visitar los distintas carpas y comisiones. Un set de televisión, que ha comenzado a funcionar bien entrada la tarde, el mítico centro de alimentación en el que hay comida para todos, una zona de lectura y un puesto para la recogida de firmas que aglutinaba cuestiones de índole internacional con otras más cercanas, como el rechazo al copago en la sanidad pública, son algunas de las nuevas instalaciones que quieren hacer sentir a los caminantes como en su casa mientras acogen el reencuentro de los que en Madrid llevaban algún tiempo sin verse.
Para esta noche está prevista una 'asamblea narrativa' en la que los indignados intercambiarán sus experiencias sobre el movimiento y los diferentes proyectos y propuestas que han surgido en torno a él. Terminará a las 24.00 cuando se pronunciará un grito mudo que dará paso a un teatro de mímica que, cuidando del descanso de los vecinos, se expresará en silencio.
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