Desde que José Luis Rodríguez Zapatero planteó abiertamente su renuncia a ser el candidato del PSOE en las próximas elecciones generales, a José Blanco se le ha podido escuchar muchas veces decir que el día en el que se consume la retirada del presidente del Gobierno, él pondrá su contador político 'a cero'. Pero, hasta ese momento, seguirá siendo su primer escudero. Por voluntad propia y por decisión de Zapatero.
Su relación personal se remonta a 1996, cuando Blanco pasó del Senado al Congreso, donde ya estaba el que cuatro años más tarde sería elegido secretario general del PSOE. Fue en el verano de ese año cuando hablaron por primera vez, durante una cena en Las Vistillas madrileñas a la que ambos fueron invitados por el juez gallego Ventura Pérez Mariño, quien había ocupado un escaño al lado de Zapatero durante su breve etapa como diputado del Grupo Socialista, que abandonó en 1995 por discrepancias con la política del Gobierno de Felipe González.
Blanco, tras ocho años como portavoz desde Ferraz, lo será ahora desde Moncloa
Cuando, tras la dimisión de Joaquín Almunia en 2000, Zapatero decidió el asalto al poder con el apoyo del grupo de Nueva Vía, pronto salió a relucir la capacidad de organización de Blanco. Procedente de la escuela de las Juventudes Socialistas, al igual que el propio Zapatero, tenía ya en su haber el mérito y la experiencia de haber coordinado la campaña que, también contra pronóstico, llevó a Emilio Pérez Touriño a la Secretaría General del PSOE gallego.
Con esos antecedentes, tras el inesperado éxito del XXXV Congreso, su nombramiento como secretario de Organización parecía natural. Pero en que así fuera tuvo una influencia decisiva el catalán José Montilla. Ante las presiones de la poderosa federación andaluza para que recayera en uno de los suyos ese cargo, clave en la estructura jerárquica del PSOE, el entonces primer secretario del PSC, con la experiencia de haber sido monaguillo antes que fraile, inclinó la balanza con un consejo al recién elegido secretario general: 'Puedes poner a alguien de Andalucía que tenga peso o puedes poner a alguien que sea de tu confianza, pero no hay nada peor que un secretario general y un secretario de Organización que no estén en sintonía'.
La sintonía, aunque en algunos momentos haya habido interferencias, se ha mantenido hasta ahora. Si bien la oratoria no es su fuerte, para Blanco no es una tarea nueva la de portavoz, ni tampoco la relación con los periodistas, que siempre ha cultivado personalmente. Ya fue el portavoz de Zapatero durante ocho años desde la sede del PSOE, hasta su ascen-so en 2008 al puesto de vice-secretario general, un cargo que hasta entonces sólo había tenido Alfonso Guerra y con el que premió su fidelidad a la vez que le tendía el puente para que pudiera alcan-zar la púrpura de un ministerio. No pudo elegir Zapatero mejor cartera que la de Fomento para agradecerle los servicios prestados siendo, como es, hijo de un conductor de camiones de Obras Públicas.
La oratoria no es su fuerte, pero ha cultivado la relación con los periodistas
José Blanco, que hasta su nombramiento como ministro había interpretado exclusivamente el papel de malo, en Fomento sorprendió por su capacidad de gestión hasta a su propio patrocinador y ha demostrado con creces ser un todoterreno de la política.
Duro y correoso, ácido hacia afuera, es cercano con sus colaboradores, aunque exige en la misma medida en la que trabaja, que es estajanovista. Consumidor compulsivo de horas de teléfono y enfermo del orden, tiene en la cabeza una computadora en la que archiva hasta los más mínimos detalles de acontecimientos y conversaciones. Pragmático, pero con ideas que le situarían en el ala izquierda del partido, se precia de saber hacer buenos equipos y tener una gran intuición política, aunque en realidad el secreto reside en una fórmula que tiene poco de mágica: tener las antenas continuamente activadas para escuchar alrededor y una buena capacidad de análisis.
En los últimos meses ha sido la compuerta al descontento interno
Pero Blanco no sólo ha sido el portavoz de Zapatero desde el partido, el coordinador de sus dos campañas triunfales como candidato, el hombre que ha gobernado el PSOE con mano firme al servicio del líder, el dirigente que desde el partido ha tapado en muchas ocasiones los agujeros del Gobierno o el inspirador de algunas de las decisiones y nombramientos del presidente. Ha sido también, en la última etapa, la compuerta que ha impedido que se desbordaran las críticas contra Zapatero, cuando los barones del partido empezaron a cuestionar la deriva de la política económica del Gobierno.
Para afrontar el repecho final de su carrera, Zapatero ha vuelto a rodearse de algunos de sus fieles de primera hora, como Trinidad Jiménez, Carme Chacón y Leire Pajín. Incluso ha recuperado a Jesús Caldera para defender la reforma de las pensiones. No podía faltar su primer y último escudero.
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