El terremoto electoral del domingo ha desplazado la política catalana hacia la derecha. Y, al mismo tiempo, ha reforzado los extremos del arco ideológico que se define en términos de identidad, en perjuicio de las posiciones centrales. Dos variables que parecen derivarse directamente de las consecuencias de la crisis económica y de la frustración creada por el debate sobre el Estatut.
Con una participación casi cuatro puntos por encima de la registrada hace cuatro años, lo que desmonta una vez más el mito de que la abstención perjudica a la izquierda, las opciones progresistas (PSC, ICV y ERC) perdieron 476.829 votos, prácticamente un tercio (31,8%) del apoyo que habían recibido en 2006. En una correspondencia prácticamente idéntica, los partidos de la derecha (CiU, PP, Ciutadans y, ahora, Solidaritat se sitúan, aunque con muy distintos matices, en este ámbito) ganaron casi la misma cifra de sufragios (448.235) y aumentaron su respaldo en idéntica proporción (33,4%). La consecuencia inmediata es un desplazamiento de la política hacia la derecha.
Los soberanistas disfrutarán de una clara mayoría en el nuevo Parlament
El Parlament que salió de las elecciones de 2006 tenía una presencia de la derecha del 48%. El que determinará la política catalana desde ahora mismo hasta 2014 tiene un 64% de escaños en partidos situados, de una otra manera, a la derecha del arco ideológico.
El cambio izquierda-derecha tiene enorme relevancia, pero no es el único con trascendencia que tuvo lugar el domingo en Catalunya. Si se observan los datos desde la perspectiva identitaria, se hacen visibles las consecuencias de la fractura social abierta por el Estatut, la norma fundamental catalana que el Tribunal Constitucional acabó anulando parcialmente pese a contar con el aval de los ciudadanos, del Parlament y del Congreso de los Diputados. Desde este punto de vista, los resultados muestran cómo los votantes han migrado desde las posiciones más moderadas, las de la izquierda federalista, hasta las más radicales (en diferentes grados) del soberanismo independentista y del españolismo autonomista. El fracaso de la estrategia de la izquierda federalista (PSC e ICV) para resolver el encaje de Catalunya en España se ha saldado con una pérdida notable de votos (278.520; uno de cada cuatro), de presencia política (10,63 puntos menos) y de escaños (un retroceso de 11 diputados). Los grupos españolistas (el PP y Ciutadans), en cambio, han servido de refugio a quienes no confían en la profundización del autogobierno y han ganado 89.784 votos (un 20% más que en 2006) y cuatro escaños de representación parlamentaria que han ido a parar a la formación de Mariano Rajoy, precisamente el partido que, con su recurso, provocó la sentencia del Constitucional en contra del Estatut.
Este mejoría de las posiciones españolistas, sin embargo, con ser significativa, queda eclipsada por el extraordinario avance de las opciones soberanistas que, fruto de la decepción causada por el fallo del TC, han crecido en 166.142 votos (un aumento del 12,2%). Un incremento que, gracias a CiU y Solidaritat y a pesar del hundimiento de Esquerra Republicana, les ha permitido sumar otros siete diputados en el Parlament.
En las grandes ciudades el PSC sólo ha ganado a CiU en L'Hospitalet y Santa Coloma
La consecuencia de todo ello es que el soberanismo, con matices pero con un significativo ingrediente independentista, ha avanzado en la Cámara catalana hasta sumar el 56,2% de los escaños, cuando en la anterior legislatura los diputados de esta tendencia no pasaban del 51,1%. La posición central, representada por la izquierda federalista y que tenía el 36% del Parlament, apenas cuenta ahora con un 28%.
Del análisis territorial cabe extraer también algunas conclusiones. Convergència i Unió consiguió el domingo imponerse en la totalidad de las comarcas catalanas, pero no de forma completamente homogénea. Artur Mas cosechó sus mejores resultados (por encima del 50% de los votos) en ocho comarcas repartidas entre el Pirineo y el interior. La cota máxima (54,93% de los votos) la alcanzó en la comarca de la Cerdanya.
Por contra, las victorias más cortas de CiU se registraron en tres comarcas fuertemente urbanas y con una clara implantación socialista: el Baix Llobregat (31,92%), Barcelonès (33,91%) y Tarragonès 35,8%). Son las mismas, precisamente, en las que el PSC de José Montilla cedió menos terreno. En Baix Llobregat, por ejemplo, la distancia entre socialistas y convergentes fue de sólo ocho puntos (12 menos que la media de toda Catalunya). Paradójicamente, y pese a su mayor implantación urbana, el mejor resultado de Montilla se registró en el Vall d'Aran, en pleno Pirineo (24,6%).
El comportamiento del voto en las principales ciudades corrobora el retroceso del PSC pero también evidencia los límites del triunfo de CiU. En la capital, Barcelona, los convergentes se impusieron a los socialistas por 18,4 puntos de diferencia, sólo ligeramente por debajo de la media catalana. En la ciudad condal, en la que están censados casi el 23% de los votantes de Catalunya, Convergència ha conseguido aumentar en 13 puntos los 5,1 que sacó al PSC en las elecciones de hace cuatro años.
En L'Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad de la comunidad por número de habitantes y eje del cinturón rojo de la capital, los socialistas han resistido a duras penas. Los 20 puntos de ventaja que tenían sobre CiU en 2006 han quedado reducidos a 4,8. Algo parecido ha pasado en Santa Coloma de Gramenet, epicentro del caso Pretoria, donde los socialistas siguen siendo los más votados pero han cedido 17 puntos porcentuales a la federación nacionalista (ahora les separan 10).
Terrasa (Barcelona) es el municipio de más de 100.000 habitantes en el que CiU más se ha distanciado del PSC: en 2006 ganaron lo socialistas por ocho décimas. Ahora lo ha hecho Convergència por 17,2 puntos porcentuales.
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