Sin miedo y con un compromiso intacto. Los dos activistas de la ONG Thawra Javier Sopeña y Silvia García aterri-zaron el domingo por la noche en Madrid desde El Aaiún, donde fueron los testigos del aparato represivo de Marruecos en el Sáhara Occidental. 'Están buscando a gente, están secuestrando a saharauis. Hay torturas', dice Sopeña. 'Nunca tuve miedo. Me preocupaba la gente que nos ayudaba porque iban a por nosotros y a por ellos. La diferencia es que a nosotros no podían matarnos', añade García.
Sopeña y García comparten una experiencia única: tras pasar varias semanas en el Campamento Dignidad para luchar por el respeto de los derechos humanos en el Sáhara, vieron cómo las fuerzas del orden marroquíes arrasaban las jaimas y pegaban a la gente. 'Hemos visto muertos. Nos resultadifícil decir cuántos, pero los saharauis hablan de fosas comunes y de cadáveres en el río, cerca de El Aaiún', aseguran. '¡Que nadie diga que no ocurrió nada! Fue una represión brutal. Sacaban a los chicos, los reventaban y los metían desollados en coches. Hemos visto cabezas abiertas', añade sin estremecerse García, una canaria de 24 años.
Perseguidos, Sopeña y García se escondieron una semana en El Aaiún
Los dos activistas están sanos; sólo confiesan diarrea como única molestia traída de El Aaiún. Porque después de las porras de los agentes en el campamento, tuvieron que huir, sin saber a dónde iban, y esconderse. 'Nos cuesta saber qué día es hoy, porque estuvimos totalmente aislados', dicen. A García le pusieron una melfa blanca traje tradicional de las mujeres saharauis, mientras Sopeña se dejó crecer la barba y siempre vestía yelaba. Desde el lunes de la semana pasada, cuando las fuerzas marroquíes asaltaron el campamento, hasta su salida de El Aaiún, el domingo, no cesaron de cambiar de 'lugar' no quieren usar la palabra 'casa' para no dar ningún dato sobre los saharauis que los ayudaron para que 'no nos cogieran'. Sopeña y García estaban separados, cada uno en un 'lugar' de la ciudad, sin saber nunca dónde se encontraban.
'Estaba un poco harto de no ver el sol ni el cielo', reconoce Sopeña, informático extremeño de 25 años. Desde el domingo, nada más pisar primero Canarias y luego Madrid, su teléfono no cesa de sonar. A veces son compañeros saharauis en el exilio que siguen desde España lo que está ocurriendo. Javier habla hasaniya dialecto del árabe de los saharauis con soltura. No hay riesgo porque los miembros de Thawra acaban de cambiar la tarjeta SIM del móvil. 'Nos pinchaban todas las líneas. Cuando estaba escondida, la única manera de mantenerme informada eran algunas llamadas y los vídeos que nos mostraban los saharauis. Había que cortar las conversaciones para que no nos localizaran', explica Silvia.
Tras seis días encerrados, los dos activistas deben reconocer que sólo supieron por otros compañeros 'el estado de sitio' que está viviendo El Aaiún. 'Existe un verdadero riesgo bélico. Las calles de la ciudad están militarizadas. Lo vimos cuando salimos', explican. Fueron otros activistas los que dieron ayer detalles sobre la situación actual en el Sáhara Occidental, el mexicano Antonio Vázquez y la española Isabel Terraza. En el silencio de la noche, dicen escuchar 'gritos y alaridos'. Una semana después del ataque al Campamento Dignidad, Marruecos sigue manteniendo un bloqueo informativo y resulta difícil saber cuál es la situación real en el terreno. No queda nada del campamento, pero muchos edificios de El Aaiún están calcinados y sus habitantes sienten miedo, según un periodista de la agencia francesa AFP. Las autoridades de Rabat sólo han confirmado 12 muertes y 96 saharauis inculpados.
Para Javier Sopeña y Silvia García, la situación era insostenible y consiguieron regresar a España gracias a la gestión del Ministerio de Exteriores. Ahora, ambos denuncian la posición 'vergonzosa' de España, que 'vende armas a Marruecos'. 'Hay que seguir luchando. Porque es una causa justa: Rabat quiere exterminar al pueblo saharaui'.
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