Abdelmounaim Chaouki, el activista que ha prendido la mecha del boicot a la ciudad de Melilla, se jactaba ayer ante quien quisiera oírlo de que 'muy pronto', puede que el lunes, cuando el ministro Rubalcaba llegue a Rabat con intención de aplacar la ira de Marruecos, 'las banderas marroquíes ondearán en el centro de Melilla', la ciudad que, repite, está 'ocupada por España'.
Seguro de que la protesta promovida por la asociación que preside, la coordinadora de la sociedad civil del norte de Marruecos, se extenderá a la ciudad autónoma gracias a los melillenses musulmanes, Chaouki confirmó, a dos pasos de la frontera española , que el nuevo bloqueo cerrará el paso a partir de hoy a los materiales de construcción, la verdura y el pescado, y seguramente a las más de un millar de marroquíes que trabajan en el servicio doméstico en la ciudad. Entre los policías españoles que custodiaban el paso fronterizo de Beni Enzar, el más importante de los cuatro de Melilla, se comentaba que Chaouki y sus seguidores planeaban una manifestación para hoy frente a la jefatura local de la Policía Nacional.
Contra este cuerpo se dirigen las iras de Chaouki, a quien un veterano agente destinado en la ciudad autónoma definía ayer como un 'agitador profesional al servicio de Marruecos'. Exultante por la notoriedad que ha alcanzado estos últimos días en los medios de comunicación, este marroquí no se azora cuando se le reprocha la vulgaridad de losfotomontajes con imágenes de las mujeres policías españolas que su asociación lleva días colocando a pocos metros de la frontera.
Parte de la tensión se achaca a las desigualdades entre España y Marruecos
El activista se limita a zanjar la cuestión con una frase críptica: 'La bandera de Marruecos vale más que la foto de una policía española'.
La escasa decena de seguidores que lo acompañaba a las puertas de Melilla se apresuraba precisamente a colocar de nuevo los fotomontajes que la lluvia había arrancado la noche anterior. Mientras, un marroquí de paisano que se presentaba como 'una autoridad local' pedía sus datos a los periodistas en la tierra de nadie de Beni Enzar.
Por esta franja de terreno desolado, ahora cubierto de pancartas que reprochan a España su 'racismo', transitan cada día entre 15.000 y 20.000 personas que utilizan este acceso a la ciudad-frontera, un trozo de Europa trasplantado en África, cuyo contorno dibuja el abismo entre la rica Europa y Marruecos.
Los marroquíes cargados con las más variopintas mercancías que pasan a diario por Beni Enzar retratan la desigualdad a la que muchos atribuyen la tensión en la frontera. Mucho más que a la protesta de Chaouki y del otro activista que lidera el boicot: Said Chramti, un gigante de más de dos metros que, sin embargo, parece estar a la sombra de su compañero, cuyas indicaciones de colocar los carteles quedenigran a las mujeres policía obedece diligente. Y eso que Chramti preside una asociación humanitaria: la Asociación Gran Rif de Derechos Humanos.
El revuelo mediático que muchos habitantes de Melilla consideran desproporcionado ha encumbrado a estos dos hombres de oscuro pasado y de aún más turbios apoyos.
Por el paso de Beni Enzar transitan a diario entre 15.000 y 20.000 personas
De Chaouki, a quien las fuerzas de seguridad consideran el cerebro del boicot, se dice en la cercana ciudad marroquí de Nador que estuvo en la cárcel por falsificación. Por su parte,Chramti está en busca y captura en España por la agresión en septiembre de 2008 a los seis miembros de una delegación policial, que incluía al entonces inspector jefe de la frontera. Todos escaparon por un pelo de ser linchados.
Estos dos hombres han participado en innumerables iniciativas cuyo objetivo es siempre España. Desde marchas para reclamar la soberanía del islote Perejil a la preparación de una querella ante los tribunales internacionales por 'crímenes contra marroquíes', que reprocha a España incluso la expulsión de los moriscos en el siglo XVII.
Mientras las asociaciones que lideran el boicot contra Melilla y sus líderes gozan de su momento de gloria, no son pocos quienes se preguntan de qué viven estos dos activistas que desde hace dos años pasan gran parte de su tiempo en la tierra de nadie de Beni Enzar. A las acusaciones de estar financiados por los servicios secretos marroquíes, ellos responden que cada uno 'tiene su propia empresa' que les da de comer. 'Si alguien tiene pruebas, que las presente', espeta desafiante Said Chramti.
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