Varón. Complexión delgada. 1,75 metros de estatura. Cejas unidas. Frente despejada. Boca grande. Piel morena... La ficha de la Guardia Civil recoge con minuciosidad todas las características de un joven sin papeles que apareció ahogado en una playa de Tarifa (Cádiz) en diciembre del año 2000. A pesar del tiempo transcurrido, en el documento aún falta un dato: su nombre y apellidos. Él es uno de los casi 1.800 cadáveres sin identificar que engrosan los archivos de casos sin resolver de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Para facilitar la compleja labor de sacar estos cuerpos del anonimato, el Ministerio del Interior puso en marcha hace ahora un año la Base de Datos de Personas Desaparecidas y Cadáveres Sin Identificar. El objetivo: que Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil, Ertzaintza, Mossos d'Esquadra y Policía Foral de Navarra puedan consultar e intercambiar en tiempo real información sobre cualquier persona cuyo paradero se desconozca y cuya ausencia haya sido denunciada, y cruzarla con las fichas de los cuerpos y restos inhumados en nichos anónimos.
Con la nueva base de datos se ha puesto nombre a cinco de las víctimas
Desde Interior reconocen que el complejo sistema informático está aún arrancando y son pocos los datos que alberga todavía. No obstante, ya ha dado resultados en estos 12 meses: de las 132 fichas de cadáveres sin identificar introducidas hasta ahora, cinco ya tienen nombre y apellidos. 'Es sólo el comienzo', insisten.
Mientras la nueva base está plenamente operativa, en el Departamento de Identificación del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, más de medio centenar de agentes se afanan cada día en sacar del anonimato los casos que pueblan sus archivos. Cada año llegan hasta aquí una media de 80 nuevos enigmas, de los que el 41% corresponde a sin papeles que intentaban alcanzar en un patera un futuro mejor en España, y encontraron la muerte frente a sus costas.
'Llegan sin documentación o con papeles falsos de otras nacionalidad. Además, en sus países de origen no hay bases de huellas dactilares informatizadas. Muchas veces, ni siquiera tenemos certeza de qué país proceden'. Quien habla así es el capitán de la Guardia Civil responsable de un equipo que fue capaz, por ejemplo, de poner nombre a las 154 víctimas del siniestro aéreo de Spanair en el aeropuerto de Barajas en sólo nueve días.
El 41% de los no identificados son de sin papeles ahogados en el viaje
El pasado jueves, sus hombres concluían el informe que ponía nombre a un cadáver encontrado en una balsa de agua de la localidad madrileña de Daganzo. Los días que el cuerpo estuvo sumergido habían casi borrado las crestas que dibujan la huellas dactilares, ese DNI corporal que nos hace únicos a todos. Varios días de trabajo sobre el índice derecho les permitió regenerar esos surcos y poner nombre a la víctima anónima.
Sin embargo, no siempre es tan sencillo, como recalca un sargento primero de su equipo. En un lugar destacado del laboratorio, un cuadro exhibe orgulloso uno de los éxitos de la casa: la identificación del cadáver momificado de un varón hallado en una mina de Huelva en agosto de 1999. Llevaba muerto cerca de tres años cuando fue encontrado y en sus dedos ya no quedaba ni rastro de las huellas. Los agentes tardaron tres meses y 16 días en reconstruir las crestas de los dedos. Un concienzudo trabajo que permitió poner nombre a su tumba.
Otras veces no hay tanta suerte. Es el caso del anciano que apareció muerto en diciembre de 1981 en una cantera de Álava. Han pasado cerca de 29 años, y este cuerpo tiene el dudoso honor de ser el cadáver sin identificar más antiguo de los que aparecen en la base de datos de la Guardia Civil. Varón. Unos 80 años. Pelo canoso. Fallecimiento por ingestión de barbitúricos... reza su ficha, en espera de que un golpe de suerte resuelva el enigma.
También resulta muy compleja la identificación cuando lo que se encuentra no es un cuerpo completo, sino sólo restos, huesos la mayoría de las veces. Y no son pocos. Según la Guardia Civil, suponen el 15% de los casos pendientes. Ahí, el análisis de ADN es casi la única esperanza.
En la nevera del laboratorio, dos bolsas negras guardan las cabezas de un hombre y una mujer cuyos cadáveres fueron hallados en un barranco de Calpe (Alicante). La sospecha de que ambos son extranjeros y la peculiar dentadura de las víctimas, con piezas de oro, llevó a la Guardia Civil a hacer un mapa dental que envió a Interpol. 'Por desgracia, no todos los países cuentan con los medios para estas investigaciones', dice el capitán. El caso, diez meses después, forma parte de esos 1.800 cadáveres anónimos.
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