Isabel Varela es licenciada en Psicología y desde hace tres años sólo ha conseguido pasar consulta cinco horas a la semana en un Centro de Día para mayores. Aun así, tuvo que superar un periodo de prueba para ver si congeniaba con los residentes. 'Para la dirección y para mí fue una sorpresa que me aceptaran. Suelen ser personas con más prejuicios, a las que les cuesta entender que les ayude alguien que está peor que ellos', sostiene. Pero el resultado fue el contrario. Y recuerda que transcurrió un mes hasta que los mayores se atrevieron a preguntarle qué le había pasado.

Isabel reconoce que todas las experiencias laborales no han sido tan positivas. En su anterior trabajo, su jefe ni siquiera se molestó en intentar facilitarle que pudiera hacer sus tareas: 'Eran pequeños gestos como dejar más espacio entre mesa y mesa, poner un teléfono inalámbrico o bajar los archivadores, que estaban muy altos'. Isabel perdió el empleo. La respuesta que recibió fue que no había superado el periodo de prueba. Por eso pide a los empresarios que sean receptivos. 'Tienen que entender que por más que intento hacer una cosa, no llego', se lamenta.

Isabel tiene artritis reumatoide, una enfermedad crónica que provoca inflamación de las articulaciones hasta crear una incapacidad funcional. Le gustaría independizarse, pero su bajo salario y la pensión no son suficientes para sufragar los gastos de una vivienda y los costes añadidos de una minusvalía del 77% que, dice, 'son muy elevados'. Ahora ultima su tesis doctoral y sueña con ser profesora de universidad.

Critica que las personas con discapacidad 'están siendo discriminadas por una cifra'. E insiste en que tener un porcentaje alto de minusvalía no significa que esa persona no sea capaz de realizar determinados trabajos. 'Es necesario darle menos importancia a los porcentajes', sentencia.