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El machismo de la medicina tradicional

Carme Valls-Llobet. Doctora. Acaba de publicar el libro 'Mujeres, salud y poder' (Cátedra), en el que denuncia cómo las enfermedades de las mujeres son marginadas, poco estudiadas y cómo se psiquiatrizan sus patologí

MAGDA BANDERA

El infarto en las mujeres no presenta los síntomas típicos. Por eso es más difícil de detectar'. La doctora Carme Valls-Llobet (Barcelona, 1945) se indigna ante la impunidad con que se reiteran semejantes afirmaciones. '¿Típicos para quién? ¿Para los hombres? En las mujeres, los infartos presentan los síntomas típicos de los infartos de mujeres'.

Este es sólo un ejemplo de cómo la medicina tradicional ha abordado la salud de las mujeres, explica Valls-Llobet. Durante décadas, esta médica ha divulgado la invisibilidad de las enfermedades que afectan al sexo femenino. 'Las mujeres plantean más patologías crónicas y los hombres, más agudas', apunta. Las de ellos requieren ayuda inmediata. Las de ellas, más relacionadas con el dolor y el cansancio, pueden esperar. Pero no eternamente. 'Si no se tratan, afectan a su calidad de vida. Nosotras vivimos diez años más, pero peor', resume.

Hasta hace poco, Valls-Llobet pensaba que sería suficiente con describir esa realidad. 'Ahora veo que es necesario denunciar cómo el dominio masculino en la medicina perjudica la salud de las mujeres. Empieza por invisibilizar sus enfermedades específicas. En segundo lugar, las considera de menor gravedad, inferiores. Por último, las controla mediante la medicalización sistemática'.

'El infarto en las mujeres no presenta los síntomas típicos'

Por ese motivo, ha escrito Mujeres, salud y poder (Cátedra), un título en el que la palabra 'poder' tiene doble sentido. Por un lado, pretende demostrar cómo el poder científico, esencialmente masculino, minimiza patologías como la fibromialgia o la artrosis.

Por otro, alienta a las mujeres a 'empoderarse', a tomar decisiones por sí mismas y rebelarse ante quienes achacan un origen psiquiátrico a la mayoría de sus problemas de salud, les recetan ansiolíticos a la primera de cambio, o les dicen que tener anemia o dolores es 'normal'. 'Que un problema afecte a muchas mujeres no significa que sea normal, sino frecuente. También la violencia de género es frecuente y la combatimos', compara.

'La marginación de la mujer en el ámbito de la medicina comenzó cuando el poder médico se fundamentó a partir de negar la experiencia y sabiduría de las matronas y sanadoras, que pasaron a convertirse en brujas', escribe en Mujeres, salud y poder. El nuevo modelo planteaba que las enfermedades no tenían sexo, y que 'estudiando a los hombres, ya estaban estudiadas todas las mujeres, menos en el embarazo y el parto'. La mayoría de las pruebas se hacían con pacientes masculinos y los tratamientos se adecuaban, principalmente, a sus características biológicas.

'Estudiando a los hombres, ya estaban estudiadas todas las mujeres'

Una corriente científica, fundamentalmente feminista, cambió el concepto hace 30 años al argumentar que 'la salud de las mujeres dependía de problemas sociales y culturales, de la discriminación y la violencia que habían sufrido', continúa Valls-Llobet. Su contribución fue esencial, pero seguía negando las diferencias biológicas no visibles por temor a que fuesen usadas para discriminar a las mujeres. 'Que tengamos menos hierro no nos hace inferiores. Otra cosa es como algunos quieran valorar esa realidad científica. Lo que es inaceptable es que receten ansiolíticos a alguien que necesita hierro'.

La doctora apuesta por que las mujeres pierdan el miedo a conocer su biología. Por ejemplo, explica que sólo así es posible combatir el márketing de las farmacéuticas que, para colocar sus productos, 'asocian menopausia a dolor y decrepitud corporal, sin estudios epidemiológicos ni clínicos', y convierten a las mujeres en víctimas de su cuerpo.

La tarea es difícil, admite Valls-Llobet, porque es casi imposible cambiar actitudes y valores en un cuerpo agotado por la doble jornada, las microviolencias diarias, las carencias nutricionales y la medicalización excesiva. En este sentido, recuerda cómo Betty Friedan, la autora que a mediados del siglo XX reivindicaba el derecho al orgasmo, habla ahora de la necesidad de luchar para disfrutar del inmenso placer de 'una noche bien dormida'.

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