Ha muerto Moncho, símbolo de la lucha contra Franco, currículo itinerante y antifascista. El diario Granma anunció el fallecimiento de Francisco Rey Balbís el pasado nueve de enero en La Habana después de una vida a salto de mata. Anarquista antes que comunista, tenía 92 años, muchos de ellos en Cuba.
Había nacido en San Ciprián, en el ayuntamiento lucense de Cervo, donde la fábrica de aluminio. En aquel tiempo, año 1917, todavía no había llegado la revolución industrial, pero el joven Francisco ya se aferró al martillo y comenzó a trabajar como aprendiz de herrero, sin dejar de lado las enseñanzas de Don Camilo.
'Fue el primero en acercarme a las ideas de autonomía y revolución, semilla que ya había sembrado en mi formación mi padre', recordaba hace dos años y medio en una entrevista concedida a Propuesta Comunista.
Aunque ahora es reivindicado por los editores de esta revista, el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), comenzó a militar en las Juventudes Libertarias y en la Federación Anarquista Ibérica (FAI). El PCE no estaba asentado en Sada, población costera cercana a Coruña, por lo que Francisco optó por las organizaciones 'más combativas'. De allí también partió rumbo a la capital de la provincia para frenar la sublevación militar del 36, pero le negaron las 'armas para defender la República' y tuvo que recular.
Fue fichado, buscó cobijo en la montaña, acudió a la llamada del servicio militar, huyó a zona roja y, finalmente, fue detenido y encarcelado. Desde ese momento comenzó a empaparse de comunismo mientras esperaba la hora de su muerte entre rejas. La pena capital fue conmutada por tres décadas de prisión en la Modelo hasta que, en 1945, pudo pisar de nuevo la calle. Tenía 27 años y, tras ingresar en 1941 en el Partido Comunista de la mano de Xesús Guzmán Carreiras, no estaba dispuesto a renunciar a sus ideas.
'Las guerrillas sobrevivieron por el arraigo que teníamos en el pueblo'
'Pasé mucha hambre, como todos, en la cárcel, y sufríamos la tortura psicológica de las sacas [selección de reclusos que se hacían en los lugares donde estaban detenidos para ser fusilados en el exterior]. No me fue fácil comenzar a trabajar y continuar con mis actividades políticas, pero busqué a otros comunistas y logramos organizar las primeras células', explicaba Francisco, que en breve pasaría a llamarse Moncho, pseudónimo y nombre de guerra.
'Ya contábamos con siete u ocho organizaciones de base, aglutinamos las acciones de muchos de los huidos y realizábamos acciones de hostigamiento al régimen franquista', dijo entonces. 'Más tarde, el Partido envía a los camaradas Gayoso y Seoane para encauzar el trabajo. Estuve al frente de la IV Agrupación de Guerrilleros y fuimos constituyendo varios destacamentos, entre ellos, el destacamento Enrique Líster, que dirigiera el inolvidable Marrofer'.
Marrofer, Foucellas, el propio comandante Moncho... Los echados al monte, iconos del combate irredento, el romanticismo y la crudeza del maquis. Unos murieron a manos de la Guardia Civil y los falangistas. Otros se exiliaron cuando el PCE les dijo basta ya, caso de Moncho. Y algunos decidieron seguir en el monte hasta que el paso de los años consumió el apoyo popular, pareció desteñir las ideas y terminaron pasando por unos bandoleros.
'El pueblo gallego demostró ser verdaderamente valiente, porque se jugaba la vida al apoyarnos'
'Quiero dejar bien claro que las guerrillas sobrevivieron gracias al arrojo de sus hombres y mujeres, pero sobre todo por el inmenso arraigo que teníamos en el pueblo. Eso generó un apoyo sin el cual no hubiéramos podido resistir', confesaba el comunista gallego en 2007, consciente de la necesidad de los enlaces, expuestos a la represión y el castigo. 'El pueblo gallego demostró ser verdaderamente valiente, porque no era cosa de broma: todo aquel que, de una u otra forma, nos apoyaba, se estaba jugando la vida. Eso debe quedar bien claro'.
Tras la promulgación en 1947 de la Ley de represión del bandidaje, el PCE decide cambiar de estrategia y acuerda la retirada del monte de las guerrillas antifranquistas. Moncho escapa a Francia y, posteriormente, se va a Cuba, donde había triunfando la revolución de Fidel Castro. Allí vivió largos años y fue representante del PCPE, hasta que le llegó la muerte a la edad de 92 años.
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