Más que un desahucio, lo que vivió ayer el centro de Sevilla fue una auténtica película de acción. En el papel de protagonistas, dos okupas anclados con grilletes a un zulo de cuatro metros de profundidad excavado por ellos mismos, junto a cuatro compañeros más encadenados al suelo. De antagonistas, más de 60 agentes de la Policía Nacional, Antidisturbios y Grupo de Operaciones Especiales blindando el acceso al escenario. Y como actores de reparto, un centenar de jóvenes que, a ritmo de cacerolada, exigía su derecho a ampliar sus cinco años de trabajo cultural en el Centro Social Casas Viejas, cuya orden de desalojo expiró hace ya casi dos meses.
Los vecinos hicieron de extras. “Estos chicos no hacen nada malo. Lo que me parece una pasada son los Robocop [en referencia a la policía] que no me han dejado ni tirar la basura”, dice indignada Balbi Parra.
Igual piensa Fernando Alés, que ha pasado tardes y tardes en la biblioteca que los jóvenes habían montado en el edificio, propiedad de la Comunidad de Bienes Hermanos Bordas Marrodán y “abandonado” hace dos décadas. “Eso sí, casi todos los libros eran marxistas”, aclara entre risas este joven vecino, que quiere ser cura.
Pero también los hay del otro bando, como una señora que vive junto al edificio y que prefiere no identificarse: “Están todo el día bebiendo y me da miedo que me peguen”.
Vidas “en peligro”
Con un guión preparadísimo –que incluía hasta un vídeo para los periodistas–, la claqueta anunció el inicio de la peli a las ocho de la mañana. Los okupas entregaron a la Policía un protocolo en el que advertían del riesgo que corrían los chicos si entraba maquinaria o se demolían muros. Y pidieron, para evitar desgracias, médicos y bomberos. Estos últimos llegaron, pero Iván y Agustín resistían bajo tierra a la espera de que la Policía se marchase –los otros cuatro fueron desalojados–.
“Les han quitado el agua para que salgan y hemos tirado las llaves del candado”, dijo un portavoz de los okupas. Sus abogados –a quienes los agentes impidieron pasar pese a un permiso judicial– contactaron con el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, para lograr que entrara un médico.
Mientras, la Policía estudiaba “soluciones”, ya que el zulo “es estrecho y puede derrumbarse”, admitió. Eran ya las siete de la tarde. Pero la tensión llegó a escena mucho antes. Por la mañana, los agentes cargaron contra los manifestantes, que cortaron el tráfico. Hubo varios heridos leves. Ya de noche, y a la espera de un final que no llegaba –15 personas ocuparon otro centro de la ciudad–, sólo quedaba decir: To be continued...
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