Lluís Martí Bielsa sigue siendo el mismo que con nueve años supo que era pobre: cuando no pudo pagar al director del colegio y salió de su despacho sin la piruleta que llevaban sus compañeros. El mismo que con 14 años estaba en una barricada de Barcelona y con 15 socorría a las víctimas de los bombardeos. El que participó en la resistencia en Francia, estuvo en un campo de concentración, escapó de un tren con destino al campo nazi de Dachau y sobrevivió a la Gestapo. Las secuelas 'siguen ahí'.
Este anciano menudo camina, a sus 86 años, con ayuda de un bastón pero dedica toda su energía a la memoria histórica. Martí repasa las trabas al despliegue de la Ley de Memoria Histórica con una frialdad que sorprende en el luchador antifascista que fue. 'Para entender España hay que saber que el fascismo hizo mella durante 40 años', dice resignado. El intento fallido de Garzón por juzgar a los responsables del golpe de estado de 1936 no le sorprendió: 'Las cosas no se hicieron cuando había que hacerlas, durante la Transición, aunque no sé si era posible', añade.
'El mejor ejemplo de esto está en Madrid: era un pueblo revolucionario, comprometido con la República, que aguantó durante tres años durísimos los embates del ejército de Franco, donde moría gente cada día', relata. 'Y hoy, allí gana el PP'.
Martí reivindica que la memoria 'hay que mantenerla' y no se inmuta ante el argumento esgrimido por la derecha sobre las atrocidades cometidas por el bando republicano. 'Es cierto. Durante la guerra, cada día se fusilaba a nacionales', dice. 'Pero fue una reacción de gente atacada que se defendía como podía', justifica.
'Comparar esa reacción con lo que hicieron los que decían defender la legalidad cuando ganaron la guerra, con 200.000 fusilados sólo por pertenecer a un partido o un sindicato, es de risa', manifiesta, muy serio. 'Y hay que recordar que la República llegó para acabar con una España en la que había un 80% de analfabetismo y donde un cacique elegía a dedo quién trabajaba y quién no', añade.
Martí rememora cómo en 1945, contra el sentir de su familia, cruzó el Pirineo de vuelta a casa para luchar contra el franquismo montando una imprenta del Partido Comunista en Barcelona. Fue detenido al año y se libró del fusilamiento. Luego organizó una huelga de hambre en la cárcel Modelo de Barcelona y fue castigado con un encierro a oscuras: 'Estuve seis meses sin saber que comía gusanos'.
Recuperó la libertad seis años después, a tiempo para que le llamaran a hacer la mili. 'En el Ayuntamiento, ante todo el pueblo, alegué que era desafecto al régimen y comunista. Era 1953 y fui seguramente el primer objetor de conciencia de España', reflexiona. Tras tanto vivido, una cosa le preocupa. 'Los jóvenes que oyen mi historia creen que es ciencia ficción; no entienden que alguien pase toda su vida al servicio de una causa y que pierda la vida si es necesario'.
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