La angustiosa y desesperante incertidumbre, sostenida desde el fracaso electoral del 9 de marzo, murió ayer, a las 14.35 horas. Entonces Izquierda Unida cerró el círculo. Designó, por fin, al sucesor de Gaspar Llamazares. A su nuevo líder: Cayo Lara . Con él, el Partido Comunista de España (PCE) reconquista lo que tanto le dolió perder hace ocho años, la llave maestra de la federación. Recupera la Coordinación General, pero no el poder absoluto. Ni mucho menos.
Para empezar, por los apoyos, algo raspados. De los 180 miembros convocados ayer al Consejo Político Federal de IU, su máximo órgano de dirección, votaron 167. De ellos, 92 apostaron por Lara (55,09% del sufragio emitido, 51,11% del total). Otros 29 (17,36%) prefirieron a su rival, el catalán Joan Josep Nuet, y otros 46 (27,5%) votaron en blanco. Es un triunfo ajustado, aunque más sólido que el que recogió Llamazares en 2004 (49,5%).
Y tampoco es un poder omnímodo para el PCE por el blindaje. IU, esta vez sí, ha sabido conformar una Comisión Ejecutiva Federal, de 23 miembros, en la que están representadas proporcionalmente todas las sensibilidades y en la que el PCE, con 10 sillas –incluida la del líder–, no tiene mayoría. Como una letanía, todos los dirigentes repetían ayer que se abre un ciclo nuevo en IU, con una dirección transversal. Una cúpula en la que Lara, además, no controla las dos carteras de mayor peso, el Área Interna –que sigue en manos de Nuet– y la Política Institucional, que aún retiene la gasparista Rosa Aguilar.
Lara sabía de antemano de su poder limitado. Y para bien, como asumió ante sus compañeros una vez proclamado líder: “Nadie se va a sentir excluido. Esperemos que las heridas viejas queden como viejas heridas y que cicatricen cuanto antes”, paladeó agitado, con lágrimas en los ojos.
Hasta ahí, la foto oficial. El marcador definitivo de IU para los próximos años. La victoria del PCE de las 14.35 horas. Pero para arribar a ese resultado, IU sufrió un infarto por entregas. Hasta las 13.29, un minuto antes de que se agotara el plazo, no se despejó una de las incógnitas: cuántos candidatos pelearían contra Lara. Si uno (Nuet o Eberhard Grosske), dos (Nuet y Grosske) o ninguno. Las negociaciones entre los gasparistas (IU Abierta) y el ala catalanista de la Nacional II para armar una lista única se prolongaron desde la madrugada de ayer hasta ese abismo agónico de las 13.29. Allí, a la vista de la prensa.
Al final, se retiró Grosske. Nuet respondió al anuncio con alivio, pensando que recibiría el caudal de apoyos de los gasparistas. No fue así. La réplica de éstos se tradujo en voto en blanco. “Vimos que los números no nos daban, que Cayo ganaba”, reflexionaba horas después Inés Sabanés, portavoz de IU Abierta. “Hicimos un ejercicio de responsabilidad: retirar a Eberhard, marcar una posición propia y a la vez no dañar a Lara, sin pensar para nada en herir a Nuet. Y lo más importante: estamos muy a gusto. No estamos en la oposición, sino en el gobierno de IU, y ayudaremos con lealtad a Cayo”. Como resumió Grosske: “Lara no era mi candidato, ahora sí es mi coordinador”.
En la N-II leían que los gasparistas les habían cobrado sus titubeos, y “en concreto los de Nuet”, con el “castigo” del voto en blanco. “No lo creo tanto así”, decía más tarde el propio Nuet. “Competí porque era legítimo; es bueno mostrar que IU es plural. Pero eso es ya el pasado. Ahora, al futuro”.
Que los focos recaigan en toda la ejecutiva, reiteraban unos y otros. Porque había sido sellada por todos, y avalada por el Consejo por 89 síes (61,8%), 21 noes y 34 blancos. Un equipo multicolor con jalones significativos: el ascenso de Ángel Pérez y su enemigo histórico, Enrique de Santiago; la consolidación de Sabanés y la ratificación de Aguilar como pieza insustituible y nuclear en IU.
“Ahora, a la calle”, zanjó Lara. La volcánica tormenta interna expiró. Y, si no, al menos habrá dado una tregua.
El Consejo de IU aprobó por asentimiento una resolución de 12 páginas repleta de alternativas contra la “crisis sistémica”, y no coyuntural. “No hay excesos del capitalismo; el exceso es el capitalismo”, reza el texto.
La federación propone una reforma fiscal “de urgencia”, que incluya la creación de un impuesto especial para las rentas altas. Pujará por subir el salario mínimo a mil euros e implantar por ley la jornada de 35 horas semanales y el reconocimiento real del derecho a la vivienda. Asimismo, se plantea la recuperación de la banca pública y la renacionalización de los sectores estratégicos. Y, por supuesto, el fomento del gasto público como garantía de mayores políticas sociales.
Hay otra medida posible, sugerida por Cayo Lara en su alocución como coordinador. Llamó a la huelga general, “no como un fin en sí mismo, pero sí para decirle al poder que por aquí, por este camino en lo económico, no se va a ningún sitio”.
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