Hace más o menos un año, centenares de miles de personas salieron a la calle con una alegría y una determinación inéditas en los últimos tiempos. La convocatoria no provenía de los canales habituales, pero la rotundidad del mensaje consiguió aunar voces heterogéneas en un solo grito: no somos mercancías en manos de políticos y banqueros. La insumisión era explícita respecto a las reglas de un sistema político, y económico, que se identifican como incompatibles con el cumplimiento de los derechos ciudadanos más básicos. La idea de que la dinámica económica en marcha nos conducía aceleradamente hacia la barbarie social estaba en el sustrato de la protesta. La pancarta desplegada en Sol aquel 15 de mayo -'vuestra crisis no la pagamos'- insistía en la centralidad de la crítica económica como parte fundamental de la indignación.
¿Qué ha cambiado en un año? ¿En qué avances se ha traducido aquel grito insumiso de crítica, no sólo a la forma de afrontar la gestión de la crisis sino, en general, a un sistema económico cada vez más evidentemente injusto? La principal aportación de la 'sacudida de mayo', y del trabajo incansable y sistemático que desde entonces se viene desarrollando desde múltiples ámbitos del movimiento -entre los que cabe destacar la labor insustituible de los grupos de trabajo de economía consolidados a partir de los grupos motores de Sol y Plaça Catalunya-, corre el riesgo de pasar desapercibida. Pero es de una importancia crucial: la economía ha bajado a la calle.
El motor económico básico de una sociedad capitalista, como la nuestra, es la rentabilidad privada. En este contexto, las principales decisiones colectivas -es decir, la política-, se encuentran permanentemente subordinadas a las exigencias económicas. En la coyuntura actual podríamos decir, a 'los mercados'. El discurso dominante, garante del orden establecido, es eficaz en la difusión de un 'sentido común colectivo' que predefine la 'inevitabilidad' de ciertas decisiones políticas. La implacabilidad de lo inevitable es lo que hace posible adoptar, sin grandes conflictos, decisiones en apariencia injustificables, como: i) alargar la vida laboral y facilitar el despido en un contexto de desempleo generalizado; ii) no gravar con impuestos potentes a los grupos sociales con más patrimonio y renta, en una coyuntura de necesidad imperiosa de recursos públicos; iii) inyectar dinero público al sistema bancario, responsable de la crisis, sin exigirle ningún tipo de contrapartida; iv) recortar partidas de gasto público social, que no sólo suponen el deterioro evidente de nuestro precario Estado de bienestar, sino que además alimentan el desempleo y la recesión; o v) garantizar constitucionalmente que se priorizará el pago de los intereses de la deuda frente a la atención de derechos básicos de la población.
Romper la ficción interesada de que en economía, y especialmente en un contexto de crisis como el actual, 'las cosas no pueden ser de otra manera', es un primer paso fundamental para avanzar hacia una sociedad más democrática. Es en este terreno, el de elaborar y difundir discursos rigurosos y accesibles que expliquen la lógica de las medidas económicas en curso, en el que el 15-M lleva acumulados sus éxitos más importantes. Es crucial, porque es la mejor forma de visibilizar de una forma práctica y eficaz que las cosas sí pueden ser de otra manera.
El proceso es lento, y no está exento de problemas y contradicciones. Pero un año de trabajo ha dado mucho de sí. En junio del año pasado, con el movimiento todavía en una fase muy inicial, las masivas movilizaciones en contra del Pacto del Euro en un país donde todo lo que viene de Europa se considera inapelable, anunciaron la recién nacida capacidad colectiva de cuestionar lo incuestionable. Poco después, la denuncia lúcida y valiente de la antidemocrática reforma constitucional pactada por los grandes partidos políticos, fue un paso más. Tras el verano, un curso de trabajo más invisible, pero fundamental. Para empezar, la constitución de grupos de economía en las distintas asambleas de barrios, ciudades y pueblos; y a partir de ellas, la puesta en común de los análisis realizados a través de la coordinación interbarrios y otros mecanismos. La escuela de economía todos los fines de semana en El Retiro, junto con las innumerables charlas y talleres organizados sobre la contrarreforma laboral, de pensiones, los presupuestos generales, etc., ha conformado un programa formativo de primer nivel.
Por otro lado, se ha colaborado muy intensamente con colectivos y plataformas en defensa de los servicios públicos que surgen o se alimentan al calor del movimiento, a la vez que, de forma autónoma pero complementaria, se hacían tareas de difusión y agitación en las movilizaciones convocadas por los sindicatos. En los últimos tiempos, se ha avanzado en la profundización de las relaciones entre el ámbito de la economía crítica más apegado al movimiento social (comisiones del 15M) y colectivos que trabajan en la misma dirección desde las universidades ( www.econonuestra.org ). Y quizás, entre los varios frentes de intervención abiertos, cabe destacar el impulso de una plataforma desde la cual se reivindica, en coordinación con otros países europeos, una auditoría de la deuda que clarifique qué parte del endeudamiento sería legítimo no reconocer. O tal vez, por su incidencia social directa, el apoyo decisivo en la lucha por la visibilización y paralización de los desahucios. El repaso no es sistemático, no recoge la totalidad de los logros del movimiento en este plano. Pero sí puede dar una idea de la magnitud del avance realizado.
Llevamos un año sembrando, alimentando pacientemente el cuestionamiento de un sistema económico que se ha demostrado incapaz de garantizarnos una vida digna. Es una tarea fundamental, previa, necesaria, aunque no siempre goce de la visibilidad correspondiente. Podemos pensar que el trecho recorrido es poco, en comparación con todo lo que queda por hacer. Pero lo más importante en lo que podemos pensar es en cómo, a partir del 16 de mayo de 2012, seguir dando pasos en esta dirección. En dos palabras: felicidades y adelante.
*Bibiana Medialdea es profesora de Economía Aplicada de la UCM
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