Las grandes cumbres europeas acaban siendo juzgadas más por los resultadosinesperados que por el cumplimiento de las expectativas. Antes y durante los cónclaves, los líderes juegan al despiste. Así, cuando se terminan, pueden reposicionarse ya con la mirada puesta en el avión que les lleva de vuelta a casa. Así volvió a suceder en la noche del jueves, en un nuevo tsunami de decisiones que casi se lleva por delante la titularidad griega del Partenón, símbolo de la civilización europea.
Durante las negociaciones, que duraron más de ocho horas, Finlandia exigió la Acrópolis y varias islas griegas como garantía de que Atenas pagará las nuevas deudas que contraerá con la zona euro y el FMI: 109.000 millones de euros que se suman a los 110.000 que se comenzaron a prestar el año pasado.
Finlandia exigió la Acrópolis y varias islas griegas como garantía
La noticia, filtrada a unos periodistas ansiosos de un acuerdo, fue el colofón de varias semanas de declaraciones contradictorias. Todas ellas orbitaron en torno a la canciller alemana, Angela Merkel, atrapada entre dos lealtades.
La primera la ataba a sus electores, que le exigen que venda muy cara su solidaridad en forma de fondos públicos y que, de hacerlo, sea la última opción. La segunda lealtad sitúa a la canciller frente a la construcción europea y la Historia, un trance que sus predecesores salvaron más cómodamente gracias a tiempos menos turbulentos en los mercados financieros.
Reclamar el Partenón o islas a Grecia y, quizás más preocu-pante, tasarlas en 300.000 millones, ilustra el grado de nerviosismo al que se ha llegado en el seno de una UE que siguen representando Francia y Alemania como símbolos de dos visiones a menudo enfrentadas. Sin embargo, tras la cumbre, tanto Nicolas Sarkozy, como Merkel se volvieron a dar la mano y comparecieron, en salas contiguas, asegurando haber conseguido sus objetivos. En el caso de Sarkozy, una mayor fortaleza de las instituciones europeas y una mayor integración económica, a costa en parte de la autonomía de su principal accionista, Berlín.
Merkel se vio atada entre sus electores y su rol en la UE y ante la Historia
Merkel, que primero negó que la cumbre fuera a celebrarse, luego amenazó con no ir y finalmente aseguró que no habría acuerdo, se llevó de ella una gran participación de los bancos en el rescate de Grecia, que sin duda hará más digeribles el resto de decisiones ante la opinión pública. La entente francoalemana se juega su credibilidad con los resultados del rescate. Si Grecia se salva de la catástrofe que desde hace año y medio planea sobre la economía y la del euro, puede que la máxima que dice que 'los caminos de la construcción europea son inescrutables' comience a demostrar su eficacia.
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