Hace ahora un año, Europa empezó a convertirse en Europa en su versión austera, recortada, un sitio gobernado por las turbulencias de los mercados. Hace un año, la crisis de la deuda pública se despertaba y obligaba a los perplejos gobiernos europeos a diseñar un plan de rescate que evitase la quiebra de un país miembro. Grecia se les deshacía entre los dedos. Sus cifras eran humo. Su deuda, una bomba de relojería en el corazón de la moneda única. Empezaba el baile. Poco podían imaginar los españoles cuánto les iba a costar que se señalase al país como uno de los candidatos a caer. Y no sólo por los recortes y reformas estructurales por venir. También por el coste de la deuda y una operativa de la que se han beneficiado significativamente los bancos franceses y alemanes.
En mayo de 2010, Alemania aceptaba que se salvase a Grecia (por no decir a los bancos alemanes, cargados de deuda helena) a cambio de imponer por las bravas la cultura de la tijera a los países a los que se situó entre los sospechosos, España y su desbocado déficit entre ellos.
España adjudicó títulos por 46.250 millones tras el rescate griego
Mientras Ángela Merkel se encargaba de amarrar sus intereses en Bruselas, los bancos alemanes iniciaban un amplio proceso de sustitución de la deuda española que tenían en sus balances por la misma deuda pero a precio de riesgo de contagio, es decir, con mucha más rentabilidad. Lo mismo hicieron los bancos franceses, según las cifras del Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS). Tres meses (probablemente menos porque los informes del BIS son trimestrales) bastaron para reducir un 12,8% el volumen de deuda española en manos de bancos extranjeros entre finales de marzo de 2010 y finales de junio. Alemanes y franceses, principales clientes extranjeros del Tesoro público español, redujeron en términos netos un 12,7% y 13,9% respectivamente sus títulos de deuda pública española, 6.954 millones de euros menos.
Tres meses después, a finales de septiembre de 2010 según el último informe del BIS, alemanes y franceses ya habían recuperado el volumen de deuda española previo a la crisis griega. ¿Se habían disipado las dudas? En absoluto. ¿Se había calmado la rentabilidad exigida? Tampoco.
Aunque la teoría de los mercados diga que ahí está la lógica (a más riesgo, el apetito se recupera a base de rentabilidad), deshacer posiciones en menos de tres meses y recuperarlas en los tres siguientes cuando se habla de deuda de un Estado de la UE, no son movimientos fruto de análisis de la situación y sus riesgos, sino más bien una estrategia para sacar tajada de las turbulencias. Fórmulas a corto plazo consistentes en inundar el mercado secundario de deuda más antigua (y menos rentable) para elevar la rentabilidad exigida y luego comprar directamente al Tesoro títulos de nueva emisión (encarecidos por el propio efecto de las ventas masivas en el secundario) a un interés mucho más atractivo. El tiempo ha demostrado además que los riesgos que se ligaban a España no eran del nivel de alarma desplegado. Y la innegable losa del desempleo y las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria siguen tan presentes hoy como en junio o septiembre de 2010.
Su sobrecoste equivale a gran parte de la congelación de las pensiones
España adjudicó títulos de deuda por 46.250 millones de euros entre junio y septiembre de 2010, ambos incluidos. Si se comparan los intereses de esas emisiones con el que se pedía a principios de 2010, se observa que España se comprometió a pagar 885 millones de euros más de las arcas públicas en intereses que si no hubiese sido objeto del ataque de los especuladores. Con ese dinero, que va a parar en una parte significativa a bancos alemanes y galos, se hubieran evitado dos tercios de la congelación de las pensiones, cifrada en 1.500 millones.
Si se suma el coste de las emisiones que se hicieron de marzo a junio incluidos (con rentabilidades mucho mayores motivadas por la venta masiva de títulos en ese periodo), la factura se dispara aún más.
Bancos alemanes y galos son investigados por los CDS
No es de extrañar que cada vez que se celebrase una subasta la demanda estuviera muy por encima de lo adjudicado. El 21 de septiembre de 2010, por ejemplo, España emitió letras a 18 meses a un interés del 2,19%. Entre enero y finales de abril se había pedido por el mismo tipo de títulos una media del 1,97%. Se adjudicaron letras por 1.757 millones. Las solicitudes alcanzaron los 5.111 millones, casi tres veces más. El 1 de julio se emitían bonos a cinco años, a los que se pidió el 3,73%, frente a una media del 2,85% antes de la crisis griega. Se adjudicaron 3.500 millones. Se solicitaron 5.970 millones.
Los bancos españoles, principales tenedores de la deuda de España, se han beneficiado sin duda ampliamente de esta operativa. Pero las dudas sobre si ha habido juego limpio con la deuda europea se ciernen estos días sobre la banca de EEUU, Reino Unido y, dentro de la zona del euro, Alemania y Francia. El comisario de Competencia de la UE, Joaquín Almunia, investiga si manipularon el mercado utilizando CDS.
Estos instrumentos son un seguro contra impagos de deuda sobre los que no hay control ni transparencia. Se trata de un mercado muy estrecho (muy pocos CDS frente al total de deuda) y, sin embargo, se usan como referencia del riesgo de un valor y por tanto su precio. No hace falta tener un bono para comprar un CDS que cubra su valor, así es que es muy fácil manipular el mercado. Basta con hacer una compra significativa de CDS. Su precio subirá, el mercado interpretará que ha subido el riesgo del bono y le exigirá mayor rentabilidad. Entre los bancos europeos investigados se incluyen los alemanes Deutsche Bank y Commerzbank y los galos BNP, Crédit Agricole y Société Générale.
La operativa de compra y venta de deuda seguida durante la crisis de los países periféricos tiene un agravante. Según Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, la especulación ha coincidido en el tiempo 'con la época de barra libre del Banco Central Europeo (BCE), que permitía y permite a la banca financiarse a precios casi regalados, más ahora que la inflación está por encima del interés que se exige'. Además, añade, 'el BCE empezó a aceptar como colaterales (garantía para acceder a esa barra libre de liquidez) activos de muy baja calidad', lo que permitía a la banca quitarse de sus balances inversiones de mayor riesgo y sustituirlas por deuda pública. Los bancos 'vendían en el mercado secundario sus títulos de deuda pública con menos rentabilidad, iban al BCE a financiarse casi gratis y compraban de nuevo deuda pública con la rentabilidad disparada por la crisis'. Un chollo. 'Los bancos españoles han hecho exactamente igual', recuerda Montero. En su opinión, el BCE debería 'obligar a que el uso de su barra libre responda a verdaderos problemas de liquidez y no que se destine a especular'. Además, 'el BCE debería comprar deuda pública en el mercado no como fórmula estructural de financiación de los países europeos, sino para resolver problemas de financiación puntuales y frenar la especulación'.
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