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MADRID.- Criado en el barrio de Aluche, se parece hoy a un emigrante en su propia ciudad. Vive sólo en una suite del hotel Monte Real. Tiene a la familia, a la mujer y a las hijas, en Liverpool. Y la gente afín a él, entre los que se citan técnicos de las divisiones inferiores del club con los que coincide a diario en Valdebebas, tratan de convencerle en vano. “Mister, no hace más que hablar de fútbol”. Pero eso no es nada nuevo en la vida de Rafa Benítez que siempre fue así. Al menos, desde que se inició de entrenador en el sub-19 del Real Madrid y los domingos, en la banda de la añorada Ciudad Deportiva, vestía traje y corbata que conjuntaba con botas de jugador de fútbol sala. Entonces, Benítez soñaba con ser el entrenador del Real Madrid que es hoy pero no se imaginaba que, en medio de un sueño, no pudiese ser rotundamente feliz. Ni siquiera levemente venerado por su propia hinchada que hasta ahora no le ha declarado la más mínima ovación. Toda una contradicción que hace preguntarse si es obligatorio cumplir los sueños que uno tiene.
La pregunta da para horas de una conversación, que no es posible con Benítez, y no porque él no quiera. Benítez ha sido un hombre que ha admitido reportajes y fotografías hasta en su mansión de Caldy, a 40 minutos de Liverpool, donde tiene construido su propio campo de fútbol. Pero en el Real Madrid hay un departamento de comunicación que le programa la agenda y que lo ha restringido en los medios a programas nocturnos en las radios estelares o a las clásicas conferencias de prensa en las que el entrenador lo tolera todo, extraordinariamente cortés y educado.
Nunca rehuye debates de fútbol, porque es donde cree que marca diferencias, incluso en un Madrid en el que la necesidad de medir cada palabra es tan importante como los resultados. “Pero eso a Benítez no creo que le haya extrañado”, señala Toril, que fue uno de los futbolistas fetiche en su juventud como entrenador en el Castilla y en el Extremadura. “En el Madrid no se trata de ser mejor o peor entrenador, sino de saber manejar el entorno y de que cada decisión tuya se va a magnificar en el mundo entero. A todos nos gusta trabajar en el Madrid, pero no es fácil trabajar en el Madrid. Siendo yo entrenador del Castilla, en la época de Mourinho, ya me convertí en un personaje relativamente mediático; con eso está dicho todo”.
Cuchillos y tenedores
A los 55 años, Benítez no se parece en Madrid a esa autoridad que era en Liverpool. La calle ironiza hasta con su aspecto físico, claramente descuidado, nada que ver con el hombre que fue hace veinte años y que fortalecía la musculatura durante horas en el gimnasio para compensar su rodilla herida. Pero ahora hay días en los que Benítez no se marcha de Valdebebas hasta la madrugada, encerrado en su despacho entre teléfonos, vídeos y teclas de ordenador. Sin embargo, ni su vocación ni sus sudores los días de partido ni esos misteriosos apuntes suyos en la libreta le glorifican frente a nadie.
Quizá porque el equipo de Benítez, ante todo, es un enigma, como explica Agustín que, antes de jugar una final de Copa de Europa en París con el Madrid, fue compañero de Benítez el último año de juvenil. “A principio de temporada, yo pensé que este Madrid iba a ser más táctico, más ordenado y que no iba a jugar para sí mismo. Creía que iba a conceder pocas ocasiones al contrario y hasta ahora ha sido al revés, y todo eso resulta intrigante”. Una intriga que Benítez no resuelve en horas de despacho ni con sus jeroglíficos con los brazos y las manos en cada partido, la consecuencia quizá de un hombre que, según su mujer, cuando le manda poner la mesa es capaz de alinear a los tenedores y cuchillos en un 4-2-3-1.
La realidad es que la crítica duda de él en el Madrid. La duda se traspasa a la afición que lo ha silbado, aún ganando, como pasó el día del PSG. El sueño de toda una vida se aleja en estos días de la perfección para Benítez que, a los 55 años, podría estar en lugares más cómodos. “Pero nunca encontraría un lugar mejor que el Madrid. Al menos, para él, que es de aquí”, insiste Toril. “Me parece que su ambición nunca se lo perdonaría. ¿Quién no desea estar en los mejores clubes del mundo? Luego, el hecho de que esté más o menos contento… eso ya no sé yo cómo plantearlo, porque un entrenador siempre quiere más”. Sin embargo, a Agustín no se le ocurre ni pensar que Benítez pueda sentirse disgustado en el Madrid. “No tengo trato con él y no se lo he preguntado, pero ni me imagino que un hombre de cincuenta y tantos años, en el club de su vida, cobrando lo que está cobrando, pueda estar infeliz. Si estuviera en paro y no supiera cómo llegar a fin de mes lo entendería, pero hablamos de un hombre que es el entrenador del Real Madrid. ¡Es el sueño perfecto!”.
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