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MADRID.- Podría no haber arriesgado nunca. Podría seguir siendo una ciudadana más dando actividades extraescolares de kárate en los colegios imaginando lo que pudo haber sido y no fue. Pero Sandra Sánchez tenía una hucha, “la de las hormiguitas de toda la vida”, que se negaba a vivir entre frustraciones. Quizá por eso supo enfrentarse a su vida, a sus 33 años y “a esos señores del CSD y de la Federación de kárate que me decían que ya no podían apostar por mí, porque era demasiado mayor”.
Pero frente a ellos, estaba esa hucha que Sandra alimentaba a diario para pagarse luego los viajes a competir a París, a Amsterdam e, incluso, a Dubái, a ese Open de Dubái que le iba a cambiar la vida. “Yo veía esos viajes como una inversión para darme a conocer y para que los propios árbitros supiesen quién soy”.
Hoy, su figura riñe frente al desconocimiento. Acaba de regresar de Nicaragua, donde ha logrado el campeonato Iberoamericano de kárate. En realidad, este año lo ha ganado todo, el oro en el Europeo, el oro en los Juegos de Baku… Su biografía suena a invencible en estos tiempos en los que ella sonríe sin freno, aunque con realismo. “La gente ahora se cree que es fácil ganar, me dicen ‘Sandra, es que ya no pierdes nunca’, pero yo soy más prudente que todo eso. Sé lo que me ha costado llegar hasta aquí. Sé que pude no llegar nunca. Pasé muchos años preguntándome, ‘¿cuándo llegará mi oportunidad de competir?’ Pero nadie me daba esa oportunidad. De hecho, me llegué a retirar y hasta me fui a vivir a Australia, a Brisbane, donde sobrevivía como siempre, dando clases de kárate y, en realidad, no era tan mala vida”.
"Tú no me conoces"
Sin embargo, no duró más de un año. “Australia es un país maravilloso. Los parques siempre estaban llenos de gente haciendo deporte. Pero yo tampoco tenía un trabajo fijo y quizá por eso nunca sentí el momento de echar raíces”. Y por eso volvió a su casa en Talavera de la Reina. Y como si fuese Hilary Swank en Million Dollar Baby iba cada día a un gimnasio de Madrid a recordarle a Jesús del Moral, prestigioso entrenador, que quería ser la mejor y a pedirle que le entrenase a ella. “Pero él me decía que no, que no quería depositar su ilusión en mí para que yo luego lo dejase. Yo le decía ‘tú no me conoces’ y quizá por eso al final Jesús, que hoy también es mi pareja, accedió a entrenarme”.
Pero el éxito de hoy no olvida el pasado de ayer. “Recuerdo el día que me pasó el plan en el que ponía que debía entrenar el 1 de enero. Me sorprendió tanto que le dije ‘Jesús, te has equivocado’ y él me contestó que ‘los que ganan entrenan el día 1, los que pierden se quedan en la cama’”.
Hija de jardinero, Sandra tenía una corazonada. “Quería ser campeona de España como fuese, pero me faltaba esa milésima de segundo, ese entrenador que trabajase mis defectos”. Y no se equivocó. “Porque en mi primera vez ya fui campeona de España. Y luego fui al Europeo y también lo gané”.
Y, de repente, llegó ese viaje al Open de Dubai, en el que sucedió algo extraordinario. “Nada más terminar el campeonato, unos señores de allí me pasaron a una sala de reuniones y me dijeron que querían que me quedase a vivir en Dubai para dar clases a los niños del club y para competir en su nombre por todo el mundo. Me ofrecían unas condiciones…, un sueldo, una casa, un coche…, algo increíble, yo pensaba que era una broma”.
“¡Ellos lo tienen todo!”
Hoy, casi un año después, todavía no lo concibe. “No dejo de recordar mi cara de ese día, porque es un caso tan extraño… No conozco a nadie en el mundo que le haya pasado. En otro deporte, todavía, pero en kárate es anormal”.
Sin embargo, es la realidad. “”Mi vida ha cambiado. Ha dado un giro de 180º. He pasado de estar agobiada, de gastar más dinero del que tenía en gasolina de Madrid a Talavera, tantos viajes, tantos días, de ver como en Navidad y en verano me quedaba sin clases extraescolares, porque se acababan los colegios… He pasado a tener mi sueldo, a dar una hora de clase al día, a entrenar todo lo que me apetezca o a ir por la tarde a dar un paseo por la arena de la playa con toda la tranquilidad”.
La karateka vive como una deportista de élite en en Dubai, "donde me reconocen hasta por la calle"
Ahora, en realidad, vive como una deportista de elite. Ha tenido que esperar 33 años, emigrar a Dubai (“donde me reconocen hasta por la calle”, dice), alejarse de España. “Me gusta cuando me voy a dormir y me pregunto: ‘¿cómo te ha podido ocurrir a ti todo esto?’ Era algo que no me atrevía ni a soñar”.
Aunque tampoco se engaña: no todo es tan perfecto. “Mi vida es como una montaña rusa. Nunca dejo de valorar lo que tengo, pero hay momentos en los que echo de menos España, la vida que hay en las calle, en los bares, la familia…”
Por eso estos días de descanso en Talavera están poseídos por la morriña del regreso que se avecina. “Vuelvo el domingo a Dubai a poner el contador a cero. Mi próximo objetivo es el Mundial con la motivación de siempre, la motivación de la chica que nunca tuvo nada y que me diferencia de los niños a los que doy clase en Dubai, ¡ellos lo tienen todo!, y así es difícil motivarse”.
Pero ese es el triunfo de esta historia que ya nunca más será anónima: una hucha de las de toda la vida tuvo la culpa, las monedas y acaso los billetes que en ella se depositaban para encontrar lo que Sandra Sánchez nunca había tenido.
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