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El negocio del fútbol La Superliga y otras hipocresías que han convertido el fútbol en mucho negocio y poco deporte

La polémica por la Superliga europea reabre un viejo debate: si el fútbol, convertido hace tiempo en un negocio multimillonario, trata a sus seguidores como meros clientes o si sigue siendo un deporte por y para los aficionados.

Superliga fútbol
Los jugadores del Real Betis con una camiseta de rechazo a la Superliga antes del encuentro correspondiente a la jornada 31 de primera división el pasado miércoles. Julio Muñoz / EFE

La polémica surgida por el anuncio de la Superliga europea ha puesto al descubierto los costurones del mundo del fútbol y ha reabierto un viejo debate que en los últimos tiempos había quedado un tanto relegado pero que siempre está latente: si el fútbol, convertido hace tiempo en un negocio multimillonario, trata a sus seguidores como meros clientes o si por el contrario sigue siendo un deporte por y para los fans, tal como rezaban las camisetas que exhibieron algunos equipos de la Liga española en la pasada jornada en protesta contra el proyecto impulsado por Florentino Pérez.

Esta duda genera otras muchas más, como si fuera un bucle: ¿Los que están en contra de la Superliga realmente defienden la esencia y el romanticismo de este deporte frente a unos equipos codiciosos, o simplemente no quieren perder su parte del pastel de un negocio global que llega a todos los rincones del mundo? ¿Cómo es posible que los grandes equipos estén "arruinados", tal como dice Florentino Pérez, cuando el fútbol tiene más de 4.000 millones de seguidores en todo el mundo? ¿Existe una burbuja en la industria del fútbol?

Superliga: salvarse a sí mismos

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, se resiste a dar por muerta la Superliga. Insiste en que su intención es "salvar el fútbol", que según él se está quedando obsoleto y pierde audiencia entre los jóvenes. Pero no esconde que lo que realmente persigue esta competición cerrada y elitista es incrementar los ingresos de una aristocracia europea de clubes que están "arruinados": según él, los doce equipos que fundaron la Superliga han perdido 650 millones de euros en el último año, aunque es cierto que la pandemia ha tenido mucha influencia en ello. Un informe de la consultora KPMG eleva esas pérdidas a más de 750 millones de euros. No queda muy claro qué es lo se quiere salvar. Quizás esta frase pronunciada por un directivo de uno de los equipos ingleses que iba a participar en la Superliga, y que ha revelado la cadena SkySports, ayude a aclarar las dudas: "Nuestro trabajo principal es maximizar nuestros ingresos y ganancias, el bien general del juego es una preocupación secundaria".

¿Existe una burbuja del fútbol?

El presidente del Real Madrid insiste en modernizar el formato la Liga de Campeones para hacer mas atractiva la competición y aumentar el interés del público y el dinero de las televisiones. "No es un problema de ingresos, sino de costes", advertía este pasado jueves el presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Javier Tebas, muy contrario a una Superliga que tilda de "clandestina".

Tebas puso el dedo en la llaga. Lo cierto es que el mercado futbolístico hace ya unos años que entró en una espiral inflacionista: fichajes cada vez más caros en detrimento de la cantera y salarios multimillonarios cuyo coste crece sin cesar y sin que nadie le ponga freno pese al fair-play financiero instaurado por la UEFA y la FIFA en 2012. La irrupción de los llamados clubes-Estado, como el Paris Saint-Germain, con dinero qatarí, o el Manchester City inglés, propiedad de la familia real de Abu Dabi, han alimentado esa espiral.

La relación entre ingresos y gastos ya estaba muy ajustada antes de la pandemia, pero con la llegada de la covid han reventado las costuras económicas de un deporte en el que los grandes clubes se han convertido en auténticas marcas globales que buscan la máxima proyección mundial y el máximo rendimiento económico para conservar su estatus dentro y fuera de la cancha olvidando muchas veces sus orígenes. "Los ingresos en el fútbol no son infinitos y por lo tanto, lo que tendremos que hacer es ajustar los gastos, no estirar los ingresos de unos a costa de otros", apuntaba el jueves el presidente del Villarreal, Francisco Roig.

El negocio depende de la televisión

El fútbol es una industria fundamentalmente televisiva en la que los clubes dependen cada vez de los ingresos por la venta de derechos audiovisuales y cada vez menos de las entradas y cuotas de socios que pagan sus aficionados. El mismo estudio de KPMG ya citado muestra cómo ha evolucionado el mercado del fútbol en la última década. Desde la temporada 2009-2010, los diez clubes más ricos –la mayoría estaban en el equipo fundacional de la Superliga– han incrementado un 40% sus ingresos por derechos de televisión y otro 44% los ingresos comerciales, de publicidad y de márketing, mientras que el dinero que llega por el llamado matchday —es decir los ingresos por entradas, cuotas de socios y otras ventas en día de partido— sólo lo ha hecho un 16%.

Esa creciente dependencia de la televisión se concreta en un claro ejemplo: el Huesca, un equipo modesto que está luchando por mantenerse en Primera División y que cuenta con un presupuesto para esta temporada 2020-21 de 60 millones de euros, obtiene el 85% de sus ingresos a través de los derechos televisivos. Quien paga manda: los horarios de los partidos y el calendario están pensados para la televisión y no para que los aficionados acudan a los estadios. Pero lo cierto es que el fútbol no podría sobrevivir sin la televisión.

¿Pierde audiencia el fútbol?

Florentino Pérez, sin embargo, alerta de que la gallina de los huevos de oro puede estar agotándose. "No podemos pensar que todos somos iguales porque hay partidos que no los ve nadie. A mí me cuesta verlos", dijo el miércoles en una entrevista en la cadena Ser. Por eso reclama que los equipos grandes jueguen más partidos y además entre sí. Todo sea por la audiencia.

"Eso son tonterías", le respondió el jueves el presidente de la LFP en una rueda de prensa. Según este organismo, la audiencia de la Liga española en la temporada actual ha aumentado un 8,6%. Lo que sí que está cambiando, dicen los expertos, es la forma que tienen los aficionados de consumir fútbol a través de las nuevas plataformas que ofrece Internet (Twitch, Youtube, etcétera) y que no siempre implica ver los partidos durante 90 minutos seguidos. Pero el interés por el fútbol no ha decaído, aseguran desde la LFP.

La doble vara de medir de los críticos de la Superliga

Esa espiral inflacionista que empuja a los equipos (al menos a algunos) a una búsqueda permanente de nuevos ingresos, también ha provocado que los organismos que gobiernan el fútbol mundial (FIFA), europeo (UEFA) y español (LFP y Federación Española de Fútbol), y que ahora cargan contra el modelo de Florentino Pérez por "insolidario" y "egoísta", se hayan embarcado en algún momento en aventuras similares a la Superliga, sólo que en esos casos no se limitó el acceso a nadie.

Así, la FIFA vendió el Mundial de 2022 a Qatar, un país sin ninguna tradición futbolística, por más de 800 millones, con trama de corrupción mediante, el llamado Qatargate; la LFP se empeñó hace dos años en que un partido de la Liga española se jugara en Miami a cambio de cinco millones de euros, y la Federación se ha llevado la Supercopa de España a Arabia Saudí por tres años a cambio de 120 millones de euros. Todo, se justifican, para promocionar y difundir este deporte, pero lo cierto es que estas iniciativas alejan a los aficionados de los estadios y los empujan al sofá, restando ese componente pasional y romántico asociado históricamente al fútbol. Y, de paso, se hace caja. 

¿Dónde queda el aficionado?

"Estos clubes han sido sancionados por sus aficionados y con el desprecio del fútbol europeo", afirmó el jueves Tebas refiriéndose a los fundadores de la Superliga. Las palabras de Tebas ahondaron en el lema "El fútbol es de los fans", que escogió la LFP en la pasada jornada de Liga. Es verdad que la oposición de los aficionados, especialmente en Inglaterra, ha sido fundamental para frenar el proyecto. Sin embargo, en España al menos, se cuenta poco con ellos: hace tiempo que los clubes españoles, que son en su mayoría sociedades anónimas, tratan a sus aficionados como clientes. En España disfrutar del fútbol no es barato: es el país europeo donde más cuesta asistir a un partido. Por otro lado, el precio de las camisetas ronda ya los 100 euros, y cada año se cambia de modelo para atraer a más compradores.

El futuro

El propio Tebas aseguraba el jueves que la Superliga restaría 1.000 millones en ingresos a la Liga española, condenando en la práctica a la desaparición de muchos equipos. Por eso mismo se mostró satisfecho porque "la amenaza de la Superliga se acabó para mucho tiempo", según afirmó. Pero casi nadie duda de que Florentino, pese a equivocarse en las formas, también ha abierto un melón: el de que hay que cambiar algo. Lo dijo Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid: "Ante cambios sísmicos como este, algo va a cambiar para mejor".

Sin embargo, no está muy claro cómo será ese cambio, ni si las cosas mejorarán: siempre habrá dos tipos de fútbol, el de barrio y canchero, el que se juega los domingos por la mañana, y el que se ha convertido en una multinacional del entretenimiento que necesita cada vez más dinero para mantener el espectáculo abierto. 

"Ganátelo", decían también las camisetas que exhibieron los jugadores en la última jornada de Liga. Con ello querían transmitir que lo importante sigue siendo lo que pasa en los límites del terreno de juego, que esos deben ser los valores que primen. Hace ya tiempo que lo que pasa fuera es, como mínimo, tan importante como lo que pasa dentro de la cancha.

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