Público
Público

Ibrox frustra al Barcelona

Falto de cierta ambición, el equipo dirigido por Rijkaard no pudo superar la muralla defensiva tramada por los Rangers, que celebraron el empate como si fuese una auténtica victoria.

ALBERT MARTÍ

Ibrox es un monumento al fútbol. Qué manera de gritar. Qué manera de empujar. Qué manera de erizar la piel de los rivales. No se enfrentó el Barça a un gran equipo, sino a una entidad humilde en talento que ha aprendido a reducir su juego a una pura cuestión de orgullo en la grada y adrenalina sobre el césped.

En los prolegómenos del partido, los casi 50.000 aficionados locales se las arreglaron para silenciar el himno de la Liga de Campeones entonando el propio. Rijkaard debía esperar la encerrona y se dejó en el banco a Oleguer para reforzar la defensa con Thuram. Entregados al pelotazo sobre Cousin, un delantero con cuerpo de estibador, los escoceses no tardaron en ceder la posesión al Barça.

Sin hacer un fútbol de museo, la medular barcelonista se las arregló para superar la alocada presión de los gers y llevar el balón a dominios de Ronaldinho y Henry. Rápidamente el partido bajó de la grada al césped y a los diez minutos el taquigol era una realidad. Sin forzar demasiado la máquina, a la media hora el Barça acumulaba cuatro ocasiones claras, entre las que destacó un lanzamiento de falta al larguero made in Ronaldinho.

El brasileño, en su regreso al equipo titular, volvió a demostrar que los tiempos en que superaba rivales como quien se sacude las moscas son cosa de videoteca. Ahora es otro jugador, que da un paso atrás, disfruta asistiendo a los compañeros y versiona a Beckham en los tiros libres. Uno de los más beneficiados por su juego ayer fue Puyol. Renqueante de una lesión, Rijkaard le situó ayer como lateral diestro, función que en el pasado se había negado a desempeñar.

Pero ante la lesión de Zambrotta y el pésimo momento de juego de Oleguer, Puyol volvió anoche al lugar donde se dio a conocer con un terrorífico marcaje sobre Figo. Muchos años hacía que un lateral diestro azulgrana no pisaba tanto el área rival. Su partido fue pura pedagogía: rozó el gol, lanzó caños en el área y estuvo toda la primera parte en disposición de recibir.

Los jugadores del Rangers empezaron a acusar el desgaste, la tardía entrada de Giovani y no ayudó en nada. El Barça se inclinó ante un templo del auténtico fútbol.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?