El turrón le sabe más amargo estos días, “hasta el turrón del duro que es el que más me gusta”. Es la Navidad de Fernando Vázquez (Castrofeito, 1961), retrato de entrenador en paro. Lleva 18 meses sin trabajar, paciente pero a la vez inquieto, incapaz de hacerse a la idea de que su tiempo pudo pasar. A los 61 años, su abundante biografía (Compostela, Oviedo, Mallorca, Betis, Rayo, Valladolid, Celta…) no ha acabado con nada. Él asegura que es “mejor entrenador que nunca”, y reivindica que no perdió la juventud: la del profesor de inglés en excedencia o la del hombre que ni siquiera cogió miedo a la bicicleta tras romperse la pasada primavera una clavícula. Así que entre sus oraciones no sólo figura la de encontrar trabajo estas Navidades, sino también la de terminar algún día un triatlón. Una idea que alimenta su condición actual de desempleado ‘sui géneris’ (“no me apunté al paro”) con abundante tiempo libre excepto las semanas en las que se traslada a la capital. “Mis tres hijos están trabajando en Madrid”.
¿Siempre será un paro ‘sui géneris’ el de un entrenador?
R. Sí, claro. Es un poco especial. Algo de dinero has ganado, algo tienes, por lo tanto. Yo mismo nunca me apunté al paro. Me da un poco de vergüenza social ir a una oficina del INEM.
No tiene por qué. Del Bosque lo hizo en su época.
Sí, claro, es una posibilidad. Tiene alguna ventaja, porque cotizas a la Seguridad Social. Sin embargo, yo llevo año y medio sin cotizar y eso es verdad que a veces sí me preocupa. Pero al rato me tranquilizo y me recuerdo a mí mismo, ‘Fernando, tú trabajaste y tendrás derecho a tu pensión’.
Lleva año y medio sin entrenar. ¿Uno se acostumbra a esperar?
No, nunca. Todo sabe peor, hasta el turrón en estas Navidades, porque uno quiere trabajar. Y aunque te sientas angustiado, porque la clasificación de tu equipo es mala, prefieres eso a esto que vivo yo ahora… Nacimos para trabajar.
¿Qué hace?
Nada especial. Pero no consiento que la anarquía me devore. A las ocho y media ya estoy levantado y lo que hago es ver mucho fútbol, leer muchos libros de fútbol, en definitiva de aprovechar las ventajas de esta situación. Tengo que prepararme. El fútbol no siempre es el mismo. Cada día cambia.
¿Qué aprendió en estos 18 meses en paro?
No es una pregunta fácil. Quizá aprendí a pensar, a ponerme en el cerebro de otros entrenadores o a preguntarme como lo haría yo si estuviese en su caso. Y entonces cada día me doy más cuenta de que, si no sabes manejar el entorno, no vale de nada que seas el hombre que más sepas de fútbol del universo.
¿Y entonces por qué triunfa Luis Enrique?
Bueno, bueno, él tiene su forma de ser, su manera de relacionarse con los medios, su manera de evolucionar con los futbolistas… En realidad, lo que yo valoro de Luis Enrique en estos años es eso; lo otro, su filosofía del fútbol, no, él ya conocía de sobra lo que es el Barça, pero a lo mejor lo que no conocía es lo que necesita un futbolista para ser entrenado. Y ha sabido llegar a ello.
¿En qué se equivocó usted para estar sin trabajo?
Si no me hubiese equivocado en nada ahora no estaría en paro, está claro.
Por eso le pregunto.
En la carrera de un entrenador no sólo es importante triunfar, sino también saber parar y, en mi época buena, creo que yo no supe hacerlo. Uno siempre quiere más. Son errores de los que en su momento no te das cuentas, ¿por qué?, es otra pregunta difícil. Pero precisamente por eso ahora entiendo que es tan importante saber elegir.
¿Mereció usted una mayor reputación?
No es el problema. Pero los años pasan y ahora está de moda el modelo, que impuso Guardiola, el futbolista que acaba de retirarse, parece como si los banquillos se hubiesen reservado para ex jugadores que acaban de dejar el fútbol y, evidentemente, yo no soy de esos.
A usted le dieron el Compostela en Primeras con treinta años.
Tenía 38, disculpe, pero yo había empezado en Tercera, de hecho, me acuerdo del día que llegué a Segunda B y me dije a mí mismo: ‘Fernando, ya estás entre los 120 mejores entrenadores del país’. Pero después con los años me he dado cuenta de que el hecho de no haber sido ex jugador de elite pesa mucho, lo que a otros se les supone tú debes demostrarlo cada año, y hacer frente miles de veces a la misma pregunta: “¿se puede ser entrenador sin haber sido futbolista?”, y se olvidan de que yo jugué en Tercera.
¿Y entonces dónde ponemos a Benítez en esta conversación?
Él ya triunfó al máximo nivel. Tuvo la posibilidad de coger al Valencia y consolidarse como entrenador. A mí, sin embargo, me faltó ese equipo. Siempre estuve en lugares con presupuestos exiguos hechos para ascender o para no descender, cualquier cosa de esas, y, sinceramente, creo que hice méritos para que me llamase un Atlético, un Sevilla y, sin embargo…
Hoy, ya es viejo.
No estoy viejo. Eso lo dice porque no me ve a diario ni conoce mi pasión. Soy mejor entrenador que nunca, aunque sí entiendo que mi nombre puesto en la mente de un directivo tal vez pueda llevar a prejuicios, porque la vida es así. No voy a engañarme.
¿Tiene envidia de otros entrenadores?
No, no, en todo caso, sería una envidia sana, admiración…
¿Y cómo se puede admirar a alguien que le quita a uno el puesto de trabajo?
Con normalidad. No queda otra. Hay más plazas. Hay miles de carnets de entrenadores en el mundo y en España, entre Primera y Segunda, sólo hay 40 plazas. Por lo tanto, el hecho de que yo haya sido uno de los elegidos en su momento me recuerda que soy un afortunado.
¿Cualquiera podría ser entrenador?
No. Ser entrenador no es fácil. No hay ninguna garantía. Ni siquiera saber de fútbol lo es, porque ¿qué pasa si a uno le falta capacidad psicológica o de comunicación? Entonces no vas a ser nadie.
¿Qué es más difícil, ser entrenador de fútbol o servir hamburguesas en un Burger King?
Admiro y respeto muchísimo a la gente que se dedica a ese trabajo, pero dirigir a futbolistas no sabe usted lo que es. En realidad, no diriges a personas, diriges a empresas, que tienen su representante, su abogado, su preparador físico… Eso es como jugar con fuego, porque si no le pones su cotización va a bajar en la Bolsa y los ecos pueden ser tan fuertes que hasta la propia familia del futbolista, su mujer, su padre, etc, te lo puede reprochar.
¿A usted le ha pasado?
Es probable, pero no lo tengo comprobado.
¿Nunca le faltó mano izquierda entonces?
Vamos a ver, el ser humano es así. Yo entiendo que si no pongo a un futbolista a su familia no le haga gracia… Pero si regreso al pasado pienso que a la mayoría de los futbolistas que tuve los hice mejores, elegí la cercanía en vez de la distancia, por eso me quedan amigos entre los futbolistas, entre la prensa, incluso, y no siempre es fácil.
¿Qué le separó de optar al premio de mejor entrenador del mundo?
No. Nada. Yo me siento al nivel de los mejores entrenadores del mundo. Mi autoestima no corre peligro. Pero es lo que le decía antes cuando le hablaba de estar en el momento oportuno… En ese sentido el fútbol es incluso más difícil que la vida. La vida ofrece más oportunidades, pero el fútbol tiene un margen tan reducido.. Hay magníficos entrenadores por ahí perdidos, porque en este deporte sólo vales si ganas… Si pierdes, no vales nada. Y eso no imagino que pueda pasarle a un médico, a un arquitecto, uno de mis hijos ha estudiado arquitectura, precisamente…
¿Qué fue más difícil para usted, aprobar la oposición a profesor de inglés o entrenar al Compostela?
Sin duda, entrenar al Compostela. Aprobar la oposición no fue difícil. Quizá porque entonces había más plazas que ahora. También puede ser. Yo recuerdo que me presenté en Madrid y la saqué sin gran dificultad. Fui uno de los 400 que aprobé.
No volvió a ser profesor, sin embargo…
Desde 1995, estoy en excedencia, pero no me pasa por la cabeza volver, no, ya no.
Conoció éxito y fracaso en el fútbol. ¿Fue mejor así?
El fracaso, nunca. Pero a mí cuando me preguntaban que prefería, si ser profesor o entrenador, siempre lo tuve claro. Quería ser entrenador. La pena fue que me faltase saltar ese escalón para consagrarme, ese Atlético, ese Sevilla, del que hablábamos antes…
Queda ese poso de amargor en esta conversación.
No, no, creo que no. Yo miro siempre para adelante. No miro para atrás. Mis trofeos ya se quedaron ahí y nunca estará mal. Tengo que verlo como es. Vivo en una aldea semirural en la que tengo amigos en paro, el otro día quedé a comer con uno y eso es angustioso. Mi hijo, el que ha estudiado sonido, tampoco tiene un trabajo definido y, sin embargo, yo no tengo ni necesidad de cobrar el paro.
En un momento se pasa del todo a la nada.
No. Ahora tengo que luchar por volver y lo haré, porque sé lo que quiero y aún quiero entrenar en España. Mire, el año pasado estaba en China para empezar a entrenar y lo dejé porque en ese momento me llamaron del Betis para entrenar y yo quería volver al Betis, pero no se dio.
Hay compañeros suyos que lo hacen, pero ¿irse a China no es abandonarse, entregarse al dinero?
Si uno quiere ganar dinero, debe irse a China, eso está claro. Pero yo no sería tan radical como usted. Allí, el fútbol está en expansión constante, tienen hambre por aprender y necesitan a gente que pueda enseñarles. Pero aun así mi primera opción es España.
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