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España traza una línea roja contra el racismo tras la tormenta desatada por el 'caso Vinicius'

La repercusión de los insultos racistas al jugador del Real Madrid convulsiona al fútbol español y empuja a las autoridades políticas y judiciales a actuar con una contundencia y una rapidez que no se dieron en ocasiones anteriores. 

Vinicius
Vinicius durante el partido de Mestalla. Biel Alino / EFE

Los insultos racistas a Vinicius en Mestalla durante la disputa del partido entre el Valencia y el Real Madrid el pasado domingo han provocado una tormenta judicial, política y social que trasciende más allá del fútbol y reabre un viejo debate: el de si el fútbol español, y por añadidura el resto de la sociedad, es racista.

Los insultos racistas, machistas y homófobos en los estadios españoles no son nuevos; ya hace casi 15 años que Samuel Eto'o, jugador camerunés del Barcelona, quiso irse de un partido después de que le llamaran "mono"; también a Dani Alves le lanzaron un plátano en 2014 al ir a sacar un córner; la palabra "maricón" se utiliza de forma recurrente como insulto... Entonces algunos se escandalizaron, pero el nivel de indignación no llegó a los niveles de ahora. Parece ser que en esta ocasión medios de comunicación, políticos, jueces y responsables del fútbol han decidido trazar una línea roja. Queda por ver si finalmente la cruzarán o no.

Prueba de esta voluntad de resolver de una vez por todas un problema que viene de lejos son las palabras de Susana Gisbert, fiscal delegada de delitos de odio de la Fiscalía Provincial de Valencia y encargada del caso Vinicius: "Es importante actuar de forma tajante ante la repercusión de un deporte como el fútbol. Precisamente en este ámbito, en el deportivo, se deberían primar los buenos valores, con lo que este tipo de prácticas hay que cortarlas de raíz", dijo Gisbert el pasado lunes.

Lo cierto es que a menos de una semana de las elecciones del 28M no se habla de otra cosa en España. El revuelo causado después de que el jugador del Real Madrid interrumpiera el partido tras detectar a un grupo de aficionados que le estaban llamando "mono" es de tal calibre que dos días después ha habido siete detenidos –cuatro de ellos en Madrid por otro acto de racismo contra el jugador el pasado mes de enero–, una denuncia del Real Madrid ante la Fiscalía General del Estado, otra investigación paralela de la Fiscalía de Valencia por un delito de odio, declaraciones políticas e institucionales condenatorias, reacciones en el extranjero –hasta Lula ha condenado los hechos–, reproches y acusaciones cruzadas entre dirigentes del fútbol español, el cierre parcial (y expeditivo) del estadio de Mestalla y hasta el cese de un árbitro del VAR responsable de la expulsión del jugador brasileño del Real Madrid.

El ruido generado ahora puede explicarse por el hecho de que Vinicius está muy sensibilizado con el racismo desde hace tiempo, por su carácter desafiante y rebelde contra lo que considera injusto y por toda la atención que concentra por ser jugador del Real Madrid. Aunque no ha sido el único jugador negro que ha recibido insultos racistas en la Liga, Vinicius ha sido objeto de reiteradas agresiones verbales. Esta temporada la Liga ha presentado ya nueve denuncias por insultos racistas contra él.

Vinicius ya ha mostrado su desencanto con lo que está viviendo en España y ha dicho sin ambages en sus redes sociales que es un país racista. 

Una acusación que ha empujado a las autoridades a actuar con una contundencia y una rapidez inusuales que no se dieron en ocasiones anteriores. Tres de los hinchas que insultaron a Vinicius en Mestalla han sido detenidos menos de 48 horas después del suceso aunque quedaron en libertad pocas horas después. Otras cuatro personas también han sido detenidas por haber colgado un muñeco con la camiseta de Vinicius en un puente cercano a la Ciudad Deportiva del Real Madrid el pasado enero en la víspera del partido de Copa del Rey contra el Atlético de Madrid. La investigación, que llevaba semanas paralizada, se aceleró casualmente en las últimas 24 horas.

Las recriminaciones de Vinicius han tenido mucha repercusión en el extranjero. El Gobierno ha reaccionado con firmeza con el presidente Pedro Sánchez a la cabeza, quien ha reclamado "tolerancia cero con el racismo". También la clase política española ha condenado con rotundidad los insultos contra Vinicius al tiempo que ha querido dejar claro que los cánticos racistas en los estadios de fútbol españoles no representan al resto de la sociedad. Dirigentes políticos tan distintos como Yolanda Díaz, Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso o Irene Montero condenan sin dobleces los insultos racistas a Vinicius, pero niegan las acusaciones del jugador brasileño sobre la generalización del racismo en España.

La que ha ido más lejos en su condena ha sido Irene Montero. La ministra de Igualdad cree que el ataque racista contra Vinicius es una consecuencia de la "normalización de los discursos de odio" contra los que hay que levantar "un gran cordón social".

Además de la condena generalizada de políticos y personajes de distintos ámbitos sociales, hay también quien pide que la Liga de Fútbol de Profesional actúe con contundencia. El Ministerio de Igualdad ha enviado este lunes una carta a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y a la Liga para pedir que se "fortalezcan y apliquen las medidas que permiten luchar contra el racismo". Aunque en su escrito el departamento que dirige Irene Montero reconoce avances, pide que se promuevan los principios de igualdad de trato y no discriminación en el ámbito profesional.

Un protocolo anticuado e insuficiente

Entre las grandes ligas europeas, la competición española es la más permisiva con el racismo. El protocolo en caso de detectar insultos racistas durante un partido es muy tenue y, además, no se ha renovado desde 2007: es el árbitro el que decide si detiene momentáneamente el partido y éste queda suspendido unos minutos hasta que se advierte por la megafonía del estadio que el encuentro no se reanudará de persistir los insultos. En ese caso, si los insultos siguieran, el árbitro tiene la orden de "agotar las vías" para que el encuentro se siga celebrando. Sólo en caso de "extrema gravedad" y tras consultarlo con "los capitanes de ambos equipos y a los mandos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad desplegadas", el árbitro podría decretar la suspensión.

La insuficiencia del protocolo ya quedó en evidencia en abril de 2021 cuando precisamente un jugador del Valencia, Mouctar Diakhaby, denunció que otro jugador del equipo rival, Juan Cala –del Cádiz–, le llamó" negro de mierda". Los jugadores del Valencia quisieron suspender el partido e irse del campo, pero no pudieron hacerlo a no ser que aceptaran que perderían el partido por 3-0.

Pese a que la denuncia provocó bastante polémica durante un par de días, al final la Liga no cambió el protocolo ni hizo nada. No se pudo demostrar que el jugador del Cádiz llamara "negro de mierda" a Diakhaby y el asunto fue cayendo en el olvido. Desde entonces Vinicius y otros jugadores negros han recibido insultos racistas. Pero lo ocurrido en Mestalla el pasado domingo y la repercusión que ha tenido fuera ha hecho trazar una línea roja. Parece que esta vez va en serio lo de erradicar los insultos de odio en los estadios españoles de fútbol.

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