Este artículo se publicó hace 9 años.
Victoria Camps: “La moral es el Pepito Grillo de la política”
La catedrática de Filosofía Moral y Política de la UAB, que acaba de publicar 'Elogio de la duda', afirma que “la moral tiene que introducir la duda en política”. “Y nuestros políticos –asegura- no sé si tienen demasiadas certezas, pero sí aparentan tenerlas”
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MADRID.- Rara avis entre los pensadores del 21, Victoria Camps (Barcelona, 1941) es una filósofa a la que no le importa que se lo llamen. “Estoy jubilada; he dejado incluso de ser emérita porque han pasado cuatro años. Y ahora ya no puedo ser más que eso: filósofa”, dice sin titubear quien acaba de convertir la duda en el centro de sus reflexiones y en el motivo de un ensayo, Elogio de la Duda, en el que recoge las vicisitudes de lo incierto a lo largo de la historia del pensamiento.
Ella, sin embargo, parece ser mujer de certezas, como las que a lo largo de su carrera la han convertido, para gobiernos e instituciones, en una especie de gurú de todo: desde la bioética hasta la televisión, pasando por la educación y la política. Explica que lo de la filosofía fue un poco por casualidad. No, la especialidad que eligió cuando apenas acababa de dejar la adolescencia.
“Me interesó en principio la lógica, que entonces empezaba a ser lógica matemática, porque representaba un cambio respecto del tipo de filosofía que me tocó a mi: una filosofía escolástica, muy anticuada. El existencialismo, Sartre o Heidegger eran en aquel momento una novedad; no digamos el marxismo, que estaba vetado. La lógica matemática representaba una ruptura con la manera tradicional de hacer filosofía”.
Hizo su carrera bajo el magisterio de José Luis López Aranguren o José Ferrater Mora, entre otros. Trabajó, recién licenciada, con el rompedor jesuita Alfonso Álvarez Bolado en su Escuela de Teología para Seglares, “una especie de academia muy progresista”, describe. Influida por aquella radicalidad para la época, y recién casada con el académico Francisco Rico, se fue a vivir a Estados Unidos, donde publicó su primer libro, el que no podría haber publicado en su país: Los teólogos de la muerte de Dios. A su vuelta, casi se puede decir que formó parte de la fundación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en la que se convirtió en catedrática de Filosofía Moral y Política.
Se ríe un poco cuando explica que ambos términos no deberían ser antagónicos. “Lo que ocurre es que la moral es el Pepito Grillo de la política”. Y vuelve e este punto la escritora a los desvelos de su última obra: “La moral introduce dudas en todas partes; las situaciones más complejas no tienen soluciones simples y, por lo tanto, no se puede ser dogmático, no se puede tratar de imponer el punto de vista propio a los demás. Por eso es lenta la democracia. Tocqueville hablaba de la tiranía de la mayoría. Yo creo que uno de los grandes problemas de la democracia es la lentitud; porque debe obligarnos a dudar de muchas cosas”.
“Uno de los grandes problemas de la democracia es la lentitud; porque debe obligarnos a dudar de muchas cosas”
Lo dice quien en 1993 se convirtió en senadora por el PSC hasta que Felipe González, acosado por la corrupción y los GAL, tuvo que abandonar el Gobierno. “Nunca he militado en ningún partido; tampoco en el PSC. Fue Joan Reventós quien me llamó un día y me propuso presentarme al Senado. Y fue un recurso de márquetin electoral: fichar a una serie de independientes, entre los que me encontraba yo”, reconoce.
Y aprendió de la experiencia la pensadora, aunque fuera a golpe de decepción, como la que sufrió en la Comisión de Estudio de la Televisión. “Se hizo una propuesta que era crear un Consejo Audiovisual que no existía en España. Y te das cuenta de lo difícil que es hacer algo, incluso tomar la decisión política de hacerlo, porque siempre hay intereses, obstáculos, presiones. Fue decepcionante; como el partidismo de esta política nuestra. Yo, que no era del PSOE, me di cuenta de que era el partido el que mandaba, no el grupo parlamentario. Me di cuenta de la falta democracia interna y de la dificultad de reformar desde dentro”.
Hoy Camps es un poco más optimista en torno al cambio que están introduciendo los partidos emergentes como Podemos o Ciudadanos. “Se han abierto un poco más, aunque sea por intereses electoralistas. Los numerosos Podemos no son un solo partido; son otra cosa. Es decir, que sí hemos avanzado. Nos hemos dado cuenta de que todo esto hay que cambiarlo. Pero todo se hace con tanta lentitud –suspira- que al final decepciona”.
Retirada en el 96 de la pelea política, la catedrática publicó El siglo de las mujeres, lo que le valió -aunque ella insista en restarse la importancia que sí otorga a sus colegas Celia Amorós y Amelia Valcárcel- el apellido de “filósofa del feminismo”. En sus numerosos trabajos también destacó por la defensa del Estado del Bienestar como un valor frente al liberalismo. Y en especial, por sus estudios sobre bioética. En 2007, con otro presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, se convirtió en una de los primeros miembros del Primer Comité de Bioética de España.
“Minoritario, pero en cuestiones como el aborto o la ayuda a morir, en este país todavía existe un pensamiento religioso muy fundamentalista que se niega a aceptar que las personas tengan mucho que decir sobre su propia vida y su propia muerte”. Y a la confrontación bioética no le ve fácil arreglo la pensadora: “Cuando el dogma se introduce, la discusión es imposible. Unos creen y otros no. Y la creencia no se discute. O se tiene o no se tiene”.
La tristeza, el miedo, la alegría, la indignación o la vergüenza ocuparon buena parte del tiempo de Victoria durante 2012, cuando recibió el Premio Nacional de Ensayo por El Gobierno de las Emociones, un estudio en el que la filósofa venía a descubrir que los afectos no son contrarios a la razón. El resto de sus horas los dedicó aquel año, de adelanto electoral en Catalunya, a otro de sus desvelos: el independentismo.
Y en esta cuestión tampoco titubea la admiradora de la duda, “porque si dudáramos de absolutamente todo no tendríamos nada a lo que agarrarnos, no tendríamos principios”, se justifica. Camps fue una de las impulsaras de la firma del documento Llamamiento a la Cataluña Federalista y de Izquierdas que terminó convertido en la asociación de la que hoy –“aunque no por mucho tiempo”, confiesa- sigue siendo vicepresidenta, Federalistes d´Esquerras.
“En breve vamos a renovar los cargos y no sé si seguiré siendo vicepresidenta, pero sí sigo siendo federalista. Estoy convencida de que dentro del independentismo hay muchos que piensan que Catalunya debería conseguir la independencia para luego federarse con España desde una situación de igualdad. Algo así como el Estado libre asociado de Ibarretxe. Qué tipo de independencia se busca es algo que no está nada claro. Y quizás no esté tan alejado de una cierta forma de federación. Pero esto es difícil discutirlo así, por ahora. Quizás en el futuro se pueda”.
Mucho por deliberar -y regresa la pensadora a su último ensayo, “porque la moral tiene que introducir la duda en la política. Y la duda significa diálogo y no la confrontación, la descalificación y la polémica constante a la que nos tienen acostumbrados”. No está segura Victoria Camps de que el mal de nuestros políticos sean las certezas: “No sé si saben que lo que hacen lo hacen porque está bien hecho, pero sí escenifican esa certidumbre. Sí ponen de manifiesto que cada uno tiene una verdad que pone límites a la verdad del otro. Y así no hay forma de acordar nada”.
Tampoco vacila cuando aventura que su tesis se verá ratificada pronto, en la campaña electoral para el 26-J. Pero sí lanza una advertencia: “En filosofía podemos estar discutiendo eternamente, hasta el infinito y no pasa nada. Pero en política, no. En política hay que tomar decisiones que sean buenas para toda la sociedad; para encontrar eso que llamamos el bien común”, concluye la filósofa.
"La filosofía, el conocimiento, procede de personas que se equivocan. La sabiduría consiste en dudar de lo que uno cree saber"
Victoria Camps.Elogio de la duda
"Lo que mantiene viva y despierta a la filosofía es la capacidad de dudar, de no dar por definitiva ninguna respuesta"
Victoria Camps. Elogio de la duda
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