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MADRID.- El periodista y escritor Carlos Santos lo apunta todo. Conserva en cientos de libretas colorás la memoria de la Transición, tiempos de formación que marcaron nuestra historia más reciente y curtieron de paso a un recién licenciado plumilla zamorano. “Empecé a recorrer los pasillos del poder casi con pantalón corto”, comenta orgulloso.
Cuarenta años después, retoma aquellos días con 333 historias de la Transición (La esfera de los libros), un extenso volumen plagado de episodios divertido, emotivo y veraz, contado con el entusiasmo de un joven contestatario y el rigor de un periodista capaz —cuentan los más avezados— de finiquitar la crónica de un evento al tiempo que este termina.
“Mi intención con este libro no era aproximarme a la Transición a través de sus fuentes políticas, eso llevo haciéndolo ya desde hace 38 años, lo que he buscado es acercarme desde la ciudadanía, tratar de reflejar el anhelo de esa sociedad civil que protagonizó este periodo de nuestra historia”.
Para ello, Santos se ha servido de las historias de algo más de 50 personas con las que tiene “lazos afectivos” y con quienes, a base de “cañitas, sobremesas, partidas de mus y marchas por el monte”, ha ido forjando esa otra historia de la Transición, la cara B que no salió en las portadas de la época, la de “una sociedad civil que protagonizó sin ánimo de revancha” un periodo histórico. “El ciudadano de a pie quería cerrar definitivamente la puerta a ese fantasma que era la Guerra Civil”.
A juicio de Santos, la Transición “empieza mucho antes de la muerte de Franco, fue un cambio sentimental, afectivo, cultural, sexual…”, un cambio que, pese a que tuvo sus claroscuros, el periodista no duda en reivindicar como “la mejor solución posible”.
“No me gusta cuando escucho que fue una chapuza —se queja el periodista— la Transición dio lugar a una democracia que, aun mejorable, es equiparable a las 10 o 12 más solventes, sólidas y progresistas de la Tierra“.
“Hubo un tiempo en que los líderes políticos estuvieron a la altura de lo que la sociedad demandaba”
Con todo, a Santos no le duelen prendas a la hora de reconocer que se dejaron “algunos cabos sueltos” durante la Transición. Según el cronista, en aquel momento “se fortaleció precisamente lo que no había, las instituciones políticas, en detrimento de la capacidad de la sociedad civil para hacerse oír”, asume que “tenemos los políticos y los periodistas que nos merecemos” y destaca que, pese a la desafección actual para con la clase política, “hubo un tiempo en que los líderes políticos estuvieron a la altura de lo que la sociedad demandaba”.
Para ilustrar esta sintonía entre la clase política y la sociedad, Santos echa mano de una anécdota protagonizada por un jovencísimo diputado socialista, Ernest Lluch, a quien una niña le ofreció todo lo que tenía, una caja de caramelos, cuando se enteró de que estaba ante un cargo público. “Esto ahora es impensable, ¿se imagina algo así? El vínculo entre representantes y representados se ha roto”, comenta con cierta desazón.
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