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Ilu Ros: "Nunca voy a salir de Lorca, porque Lorca ha entrado en mí"

Ilu Ros ilustra 'Una trilogía rural' (Lumen), que reúne las obras teatrales 'Bodas de sangre', 'Yerma' y 'La casa de Bernarda Alba', de Federico García Lorca.
Ilu Ros ilustra 'Una trilogía rural' (Lumen), que reúne las obras 'Bodas de sangre', 'Yerma' y 'La casa de Bernarda Alba', de Federico García Lorca. Jairo Vargas

Ilu Ros (Mula, 1985) retoma el universo lorquiano en Una trilogía rural (Lumen), donde ilustra las obras teatrales Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Aclamada por la crítica tras publicar la biografía Federico, la dibujante murciana esboza ahora la represión, la esterilidad, los conflictos familiares, la pasión y la muerte. También la figura de la mujer en el campo enfrentada a su tiempo, que ya había abordado en Cosas nuestras.

En 'Hey Sky' y 'Cosas nuestras' recupera a mujeres influyentes. Luego perfila al poeta granadino en Federico y, ahora, ilustra sus obras teatrales, donde sigue presente la figura femenina.

Excepto en Hey Sky, no lo he hecho conscientemente. En Cosas nuestras, quería hablar de la copla. Aunque parece alejada de mi mentalidad y se ha relacionado con el franquismo, tiene algo de subversivo, con letras que sortean la censura. Luego me di cuenta de que no podía abordar la copla sin hablar de mi abuela, porque esas figuras tan potentes como Conchita Piquer o Rocío Jurado me habían entrado por ella, una mujer también con mucha garra y mucho carácter.

Mujeres que se han visto difuminadas o distorsionadas por un tiempo histórico, como le sucedió a Lola Flores.

Porque el franquismo las utilizó como propaganda. Todo tenía que pasar por el filtro de la dictadura.

En Cosas nuestras, homenajea a las abuelas a través de la suya, Resurreción. ¿Cree que algunas podrían ser más abiertas, tolerantes o modernas que sus propias hijas?

Mi abuela era más moderna que sus propios hijos, sobre todo si tenemos en cuenta su edad y la época en la que vivió. Entendía perfectamente que sus nueras se hubieran casado embarazadas: "Si se quieren, ya está", pensaba. En cuanto al peso de la religión, cuando algún amigo gay le dijo a su abuela que era homosexual, le respondió: "Si eso es lo que Dios quiere…". Lo que se dice ser creyente y tener fe en el bien.

¿Diría que Lorca tenía una mirada femenina?

Lorca no es femenino, pero entiende a la mujer de su tiempo aun siendo un hombre, de la misma manera que entiende a las clases bajas aun siendo un privilegiado. Era muy empático y se sentía muy apelado por todo lo marginal: gitanos, judíos, mujeres rurales... Porque, al ser homosexual, en el fondo él también vivía en la marginalidad.

Quizás la ventaja de que Lorca haya sido estudiado en profundidad también puede ser una desventaja. ¿Qué quedaba por contar? El valor añadido sería su visión y su imagen.

Ian Gibson o Víctor Fernández han dedicado su tiempo a estudiar la vida, la obra y el universo lorquiano. Tantas investigaciones me abrumaron, por lo que me pregunté: "¿Qué más voy a contar que no se haya contado?". Entonces me planteé escribir sobre Lorca no desde un punto de vista academicista, sino desde la perspectiva de una dibujante que admira su obra.

Morente, Cohen, Los Enemigos o Lagartija Nick se aproximaron a Lorca desde la música. ¿Se ha sentido atraída por alguna referencia cultural que orbite alrededor de su obra?

Faltaría Camarón... El disco Omega, de Enrique Morente y Lagartija Nick, me alucina. Yo estudié Bellas Artes en Granada y esa fascinación por Lorca nunca se ha perdido. De hecho, Los Planetas, en su último álbum, adaptan un poema suyo en la canción El manantial. Sigue muy vivo porque, además de estar enraizado en su tierra, los temas lorquianos son universales.

Ilustrar 'Bodas de sangre', Yerma y La casa de Bernarda Alba habrá sido un trabajo ímprobo.

Sí, pero fue muy gustoso. Federico, en cambio, lo sufrí mucho por la responsabilidad que sentía, por la carga documental y porque debía ser rigurosa. Tenía ganas de disfrutar con Una trilogía rural y, cuando la terminé, me he dado cuenta de que las temáticas también te eligen a ti. De hecho, a través de mi abuela, ya había tratado a la mujer rural en Cosas nuestras.

Como Lorca, ¿también está con las humildes, las olvidadas o, entre comillas, las perdedoras? ¿Hay un paralelismo a la hora de recuperar o dignificar a esas mujeres?

No es algo consciente. Sin embargo, cuando quiero contar algo, al final tiro hacia lo social, porque en el fondo una habla sobre lo que le interesa y le preocupa.

¿Las buenas críticas que recibió 'Federico' fueron un aliciente para ilustrar este libro o le infundieron temor o respeto?

Depende de cómo me levante. Por una parte, cuando te valoran te dan ganas de seguir trabajando. Sobre todo si al mismo tiempo tienes que currar en la hostelería, como hice en Granada y luego, durante ocho años, en Londres. Por otra parte, claro que sientes la presión de las buenas críticas de Federico e, incluso, el síndrome del impostor.

¿Habla mal de un país que creadoras como usted tuviesen que irse de España?

Claro. Cuando me marché en 2011, no es que se fueran los jóvenes talentosos, sino que nos fuimos todos. La fuga de cerebros habla mal de España porque la formación recibida luego no revierte en tu propio país. También dice mucho de una sociedad que el pensamiento y las artes se vean expulsadas. Hay que apoyar la cultura y, para ello, hace falta dinero. Además, esas ayudas luego favorecen a todos, por no hablar de su efecto liberador en las personas.

Ilustración de 'Una trilogía rural' (Lumen), que reúne obras teatrales de Lorca.
Ilustración de 'Una trilogía rural' (Lumen), que reúne obras teatrales de Lorca. Ilu Ros

Estética feísta, libros bellos.

Sí, de la misma manera que hay belleza en personajes que no son convencionalmente bellos. No quiero dibujar a personas bonitas. Me gusta la expresividad de los rostros y busco captar el fondo de una mirada o de un sentimiento.

¿Cuáles son sus referentes? O, visto de otra forma, ¿a quién no quiere parecerse?

Busco referencias fuera de mi entorno. Es decir, no me gusta fijarme solo en ilustradores, ni tampoco en dibujantes coetáneos. Prefiero salir a la calle, ver cine o inspirarme en pintores medievales, del quattrocento, en Goya…

Egon Schiele mejor que Gustav Klimt.

Sí. Del mundo del cómic, me gusta Joe Sacco, porque es muy documental. De ahí que también me interese, por ejemplo, la cineasta Agnès Varda. Me parece más enriquecedor tener referencias diversas a la hora de contar algo. Lo interesante está en la búsqueda y en la evolución.

¿Se ve acompañando en el vuelo a esas negras palomas que chapotean las aguas podridas de Nueva York?

Yo nunca voy a salir de Lorca, porque Lorca ha entrado en mí, pero no creo que vaya a publicar otro libro sobre él.

La creación de su 'Federico' coincidió con el encierro de la pandemia. Su trabajo, en general, también implica cierto aislamiento, ¿no?

Sí. Trabajo sola en mi casa, por lo que estoy siempre pensando y cuestionando mi trabajo. Por eso, cuando termino un libro y me enfrento al lector, siento miedo. El aislamiento hace mella.

'La casa de Bernarda Alba': una mujer guarda un luto riguroso. Ese encierro doméstico para mantener las apariencias, que también impone a sus hijas, contrasta con la proyección exterior que se vive en la actualidad. Me refiero al postureo, aunque hoy las apariencias puedan ser todavía más falsas.

Durante la pandemia, mucha gente se puso a hacer de repente cuatrocientos bizcochos y tablas de gimnasia, cuando no había hecho ejercicio en su vida. Pero grabándolo y difundiéndolo en las redes sociales: todo apariencia. Respecto a La casa de Bernarda Alba, va del autoritarismo y fue escrita mientras en los cafés se escuchaba que podía haber un golpe de Estado.

Precisamente, la obra trata sobre una mujer que encierra a sus hijas, donde subyace una violencia y un salvajismo similar [al momento histórico que se avecinaba]. Mientras trabajaba en Federico, durante la pandemia, comenzamos a recibir fake news. Entonces establecí cierto paralelismo con la actualidad, porque se estaba cociendo algo malo. No hablo de un golpe, pero sí de una deriva salvaje, como se reflejó en el abandono de los más necesitados. Ahora, después del encierro, hemos comprobado que la experiencia no nos ha hecho mejores.

¿Cuál de las tres obras le ha resultado más difícil ilustrar?

Comparten situaciones y espacios comunes, aunque con atmósferas muy diferentes. Bodas de sangre es muy lírica y poética. Habla del amor y del deseo, de una manera trágica al final: el fatum de la tragedia griega, muy presente en Lorca. Yerma es más claustrofóbica, porque es una mujer estéril, encerrada en sí misma y presionada por la sociedad porque la considera culpable de no poder tener hijos, cuando es lo que más desea. Y La casa de Bernarda Alba es un encierro físico al que se ven sometidas varias mujeres por una dictadora. Fue la que más me costó dibujar, porque no hay ventanas. Disfruté más pintando Bodas de sangre, por su lirismo, por la noche estrellada y por las metáforas visuales que ofrece.

Aunque sean personajes locales, son historias universales, porque Lorca condensa lo mejor y lo peor del ser humano.

Y, además, los personajes son muy reconocibles. Tú ya has visto el salvajismo de Bernarda Alba en algún sitio. Y, al mismo tiempo, te planteas por qué es así, porque quizás ella también sea una víctima del momento. Yo empatizo con Martirio, agria, arisca y la menos agraciada de las hermanas. Sin embargo, me despierta mucha ternura. Pobrecica, porque además de estar encerrada en la casa, también está encerrada en sí misma.

Los temas de 'Yerma', como la maternidad o la imposibilidad de tener hijos, también siguen vigentes.

Todavía sigue habiendo muchas mujeres que sufren por no poder ser madres, debido a una razón física o económica. Si lo deseas y eres estéril, te destroza. Pero el dinero también condiciona: si cumples 38 años sin un trabajo estable, a lo mejor te planteas no tener hijos. ¿Hasta qué punto una decide lo que quiere? Por no hablar de la presión social, que en Yerma no viene de su marido, sino de las habladurías de sus cuñadas y de las lavanderas. Hablamos de una presión social, familiar y religiosa. De hecho, yo las represento como orejas, porque la protagonista siente que la están escuchando todo el tiempo. ​​

¿Qué le ofrece Madrid que no le ofrezca Londres?

Yo me fui a Londres porque no encontraba trabajo. Al principio me costó adaptarme y luego me gustó mucho vivir allí. Sin embargo, estar tan a gusto me hizo volver, porque después de ocho años corría el riesgo de quedarme. Madrid me encanta, porque es una ciudad amable, pero muy cara. En realidad, el brexit fue un punto de inflexión. Cuando los británicos votaron a favor, pensé: "¡Aquí tampoco me quieren!".

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