Este artículo se publicó hace 6 años.
Geometría del rayoManolo García: "Necesito mi dosis diaria de poesía, si sólo hay corrupción me muero"
El barcelonés presenta 'Geometría del rayo', un disco en el que pone en valor la creatividad y la poesía frente a la alienación que propone la cultura del entretenimiento. "Hay que darle libertad a la gente porque la cultura popular es sabia", confiesa.
Madrid--Actualizado a
Manolo García llega media hora tarde a la entrevista. Sortea como puede el bullicio de la entrada a la sede de la discográfica donde la muchachada, ávida de selfies, aguarda inquieta la salida de un dueto de reguetoneros colombianos que celebra su cuarto disco de platino. El barcelonés se zafa de la multitud con sonrisa plácida y manos en los bolsillos. "El ser humano es una olla de grillos absoluta", confiesa poco después de preguntar al periodista si —como le reprocha afectuosa la responsable de prensa— es cierto eso de que llega tarde. Su mirada es como si estuviera cayendo de un guindo constantemente; asombro perpetuo, ni rastro de cinismo. "Es todo tan estrambótico", añade. Pide un poleo. Se sienta. Juega o examina el movimiento giratorio de la silla. Todo en orden. Sonríe de nuevo.
Se muestra ufano el cantante. "Yo siempre estoy contento, nadie me verá nunca de mal humor en un escenario, en una grabación, en un estudio… Estoy encantado de estar aquí haciendo esta entrevista". Nos congratula esto. Tanto tiempo dedicado al negocio de la música y no desarrollar ningún tipo de alergia es, cuando menos, elogiable. "Es que yo no estoy en el negocio de la música; yo estoy en la música, en el negocio están ellos…", matiza.
Es entonces cuando Manolo García señala con sus manos un rincón imaginario, enarca las cejas y su rostro, de repente, se vuelve puntiagudo y enredado. Geometría del rayo es su último trabajo discográfico. Un disco en el que el músico catalán huye precisamente de esas miserias de lo pecuniario para abrazar —a veces literalmente— la poética de lo cotidiano:
“Desde jovencito he buscado la poesía de la vida. Cuando le llevaba la tartera a mi padre que trabajaba en los altos hornos y le veía, ahí, metiendo vigas de hierro al rojo vivo, pensaba… ¿La vida es esto? No, la vida tiene que ser algo más que esto, la vida es Stevenson, la vida es Salgari, La isla del tesoro, piratas, cowboys, espacios virginales y universos por descubrir, eso tiene que ser la vida… Pues sigo igual, no he cambiado, en Geometría del rayo estoy buscando poesía a la vida, le estoy buscando la geometría a ese rayo interno mío, a esa cosa que llevo por dentro…”.
"Quiero vivir un poco cada día, necesito cada día un rato de poesía"
En efecto, Manolo García lleva algo por dentro. Desconocemos por el momento de qué se trata, intuimos —eso sí— que lo suyo debe ser un festival de palabrejas e imágenes esperando emparejarse a los dictados del nervio creativo de este barcelonés de 63 años. Por de pronto hace gala de una verbosidad encomiable capaz de retorcer sus respuestas, proponiendo derivas que van de su infancia en el barrio obrero de Poble Nou a la política energética de los países nórdicos, previo paso por las novelas de aventuras y ciencia ficción:
“… y eso que llevo de fábrica me hace no resignarme, no caer en el último escarnio a un político en las redes sociales, no quiero reírme de nadie, quiero salir al campo a caminar y quiero hacerlo ya, no estar tres horas en un coche viendo naves industriales, no quiero ver molinos eólicos en ese monte tan maravilloso que imagino. En Noruega los ponen a cuarenta millas hacia dentro y funcionan muy bien, no destrozan el paisaje, quiero vivir un poco cada día, necesito cada día un ratito de poesía, si solo hay sobresueldos, prebendas y corrupción me muero…”
Podría decirse —a modo de epígrafe— que Manolo García prefiere vivir en su cabeza. O quizá en su infancia. En todo caso tiende a no habitar lo real a tiempo completo. No le hace bien. Una lucha por mantenerse “esponjoso” a la que el cantante no se resigna, plantando cara a las rigideces propias del paso del tiempo sin rubor y de una forma un tanto, podríamos decir, asilvestrada:
“Si tú, yo, el de aquí, o el de más allá, nos convertimos en un trozo de hierro solidificado, eso significaría que han acabado con nosotros. Hay que pelear pacíficamente, yo peleo con mis canciones, con mis cuadros, detesto la violencia, amo la naturaleza, los seres vivos, les hablo a los árboles, pinto las piedras y los troncos, camino por el bosque y me siguen fascinando sus olores; estoy vivo”.
"Hay que pelear pacíficamente, yo peleo con mis canciones"
No hay duda, Manolo está vivo. Al menos pinta y empalabra como si lo estuviera. Sus rimas parecen funcionar como su obra plástica; a base de un corta y pega febril que el artista define como “cadáveres exquisitos”. Coge de aquí y de allá combinando significantes a su antojo, a sabiendas de que siempre alguien encontrará lo que anda buscando. “Cuando Serrat canta aquello de colgado de un barranco, duerme mi pueblo blanco, pues me parece muy bien, pero no da pie a imaginar nada, ya ves la foto, te la está enseñando. A mí me gustan más las fotos borrosas y cruzadas, me gusta imaginar y me gusta la sorpresa, jugar al despiste, proponer a la gente un laberinto en el que, por lo general, entran la mar de contentos”.
Y así lleva ya dos décadas. 20 años de carrera en solitario precedidos otros tantos al frente de andaduras más o menos ilustres como El Último de la Fila, Los Rápidos o Los Burros. Tiempos remotos en los que el barcelonés ya empezó a pergeñar sus particulares encrucijadas léxicas en forma de canción. “Tenía una melodía en la cabeza e iba soltando sílabas con fonemas sonoros imitando algo que podría ser un remedo de inglés; jaid is onli inaud for e caind!, y esa lengua inexistente, que obviamente no significaba nada porque no hablo inglés, la iba rellenando de palabras e imágenes en castellano”.
De ese collage interminable que es la obra de Manolo García se desprenden algunas de sus obsesiones. El anhelo de libertad, la necesidad de evasión o el poder de la imaginación vertebran muchos de sus arrebatos líricos. “Son mis pequeñas preocupaciones —concede el cantante—, pero para nada significan un lastre o una tortura, simplemente son conceptos recurrentes que trato de diluir en forma de canción o cuadro para así exorcizar mis miedos”. En ese sentido, cabe preguntarse ¿a qué tiene miedo Manolo García?
"No me fío y nunca me fiaré de la cultura institucional"
“Tengo miedo al miedo, miedo a que no nos dejen vivir, miedo a un retroceso de las libertades y miedo a que seamos incapaces de convivir entre nosotros. Yo he vivido mayo del 68, me ha llegado el rebufo porque era un crío, pero sentí el inicio de ese cambio cultural y social de nuestro país. Porque yo aun he rezado el rosario en el colegio, y he tenido la foto de Franco y José Antonio sobre el encerado… Me preocupa que seamos incapaces de convivir”.
Un gallinero que, si fuera por Manolo, se arreglaba en un periquete a base de cultura y arte: "Son mis palabras mágicas. Hay que confiar en la ciudadanía y darle libertad porque la cultura popular es sabia. No me fío y nunca me fiaré de la cultura institucional; manipula y es manipulada a su vez. La cultura es de todos, no tiene color político, el arte nace de los sentimientos y de la percepción de la vida, de lo poético de la vida, de lo espiritual que tiene lo que nos rodea, pero claro, vivimos en un mundo completamente prosaico…”
“… pero al final la idea es muy sencilla; ser feliz y ser libre”.
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