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Amarna Miller (Madrid, 1990) avisa de que llegará un pelín tarde. A principios de septiembre sufrió un accidente de moto en la isla filipina de Palawan y hoy toca rehabilitación. Lo cuenta en sus redes sociales y a través de su canal de Youtube, de los que espera vivir en el futuro para poder seguir haciendo lo que más le gusta: viajar. Pronto publicará un segundo libro y, en cuanto pueda, se lanzará a dar la vuelta al mundo. Por cierto, ha dejado el porno.
Qué faena el accidente.
No me quejo. He tenido mucha suerte y me estoy recuperando muy rápido. Mira la herida de guerra [muestra una cicatriz en el brazo; en la pierna, un vendaje cubre otra que todavía sigue abierta]. Iba en moto y me caí por el terraplén de una carretera de montaña. Hubo que operar.
Le encanta ver mundo. ¿Con qué viaje se queda?
Australia. En tres meses recorrí la mitad este del continente. Es un paraíso virgen y los animales no les tienen miedo a las personas. Alquilé un 4x4 y me compré una tienda de campaña para instalar en el techo. Fue un viaje increíble.
¿Trabaja para viajar?
Sí, pero también trabajo mientras estoy de viaje. Curro muchísimo con el ordenador y lo único que necesito es internet. He vivido viajando hasta hace muy poco, aunque en realidad nunca paro quieta. Soy muy nómada, nunca he tenido realmente una casa. Sólo alquilé un cuarto en una casa compartida cuando me mudé a Estados Unidos, y apenas duré un año en ella.
¿Conserva la furgoneta Volkswagen donde llegó a vivir un mes?
Estoy obsesionada con las furgonetas y los viajes en caravana. Tenía una como la de Scooby-Doo de 1984, pero se averiaba mucho y me compré una GMC Safari de 1999, que tira muy bien y es mi casa en Los Ángeles. Me he puesto como meta ver todos los estados de EEUU.
Un pie en la furgoneta y el otro, ¿dónde?
Donde caiga, depende del momento. Esta temporada estoy en Madrid, porque tú me ves muy bien, pero hasta hace poco iba en silla de ruedas. El viaje de regreso fue un infierno: tres aviones, veintitrés horas… Resultó toda una experiencia y sufrí los problemas de la accesibilidad. Me ha hecho empatizar, porque me situé en otros puntos de vista, y supe lo que es estar encerrada en un hospital: un día se te hace tan largo como un año. Soy una persona muy positiva y tengo mucha energía, aunque aquellas cuatro paredes me terminaban absorbiendo los ánimos. Al final, no tenía ni hambre.
¿Es necesario sufrirlo para ponerse en el lugar del otro?
He tenido a gente muy cercana pasándolo mal en hospitales y puedes empatizar, pero nunca podrás llegar a vivir realmente lo que está sucediendo hasta que no te pase a ti. En todo caso, siempre intento empatizar con el otro, aunque no comparta su ideología o su leitmotiv.
Pidió 12.500 dólares a través de una campaña de micromecenazgo para sufragar los gastos y ha conseguido casi 8.500…
Me parece muchísimo, estoy muy contenta. La participación, la solidaridad y la empatía no están presentes en la sociedad actual, cuando deberíamos prestarles más atención. Yo participo en proyectos de crowdfunding, por lo que cuando me sucede a mí, tiro del mismo principio de empatía: nadie me va a dar 12.500 dólares, pero si la gente que consume mis vídeos gratis o que me sigue a través de las redes sociales aporta cinco euros, puede ayudarme en un momento de dificultad.
“Gracias, Amarna, por todo”.
No lo veo tanto como una contraprestación, sino como una ayuda. Me he encontrado con una respuesta muy positiva, aunque también con otra horrible, la de esa gente que dice que fue un montaje. Supongo que será producto de la sociedad actual… A veces me siento un poco fuera de lugar.
¿Vive al día?
Soy una persona ahorrativa, pero esto fue un traspié, porque la cantidad de dinero es importante.
¿El accidente le hizo plantearse que quizás nada sea para siempre?
Reflexiono mucho sobre lo corta que es la vida. Lamentablemente, por circunstancias ajenas a mí, en algunos momentos he tenido que replantearme muy en serio la frugalidad de la existencia. Desde que era pequeña, he reflexionado sobre la muerte, aunque suene muy gótico. Lo único que tengo claro en esta vida es que vamos a morir, y no nos preparamos para ello. La muerte sigue siendo ese gran miedo, el tema del que nadie habla. Me encantan los viajes de aventura y a veces piensas que te puede suceder algo. Bastantes años han pasado sin que me sucediese nada, teniendo en cuenta todas las locuras que he hecho. Hasta que me tocó.
¿Cuál fue la mayor locura que cometió?
He hecho bastantes viajes locos, como el que te comentaba de Australia. También he realizado viajes de riesgo por unas u otras circunstancias, que prefiero no comentar en una entrevista [risas].
Con los pies en el suelo, el accidente también le habrá hecho pensar que el trabajo puede acabarse.
Hace ya siete u ocho meses que no estoy rodando porno. No he difundido ningún comunicado diciendo “he dejado la pornografía”, porque no me gusta la gente que dice que se retira y a los dos años regresa. Simplemente, siento que ya he hecho todas las cosas que quería hacer en esta industria. No lo he dejado diciendo “esto es un punto y final”; si me proponen cosas que me apetecen, seguiré haciéndolas. Pero todo lo que quería conseguir en este terreno, ya lo he conseguido, por lo que he comenzado un ciclo nuevo en mi vida. Quiero emplear la mayor parte de mi tiempo en otras cosas. Es una evolución vital, no una evolución laboral.
Tampoco se plantea dedicarse a la producción.
Eso se me acabó hace muchos años. Quiero seguir desempeñando mi faceta de activista, porque dentro del trabajo sexual hay muchas cosas que tienen ser dichas. También seguiré involucrada a nivel de discurso, pero la vida me ha ido brindando otros terrenos más afines con la dirección que quiero seguir en mi vida. No reniego del porno. Me ha dado muchas cosas buenas y sigo estando igual de orgullosa que siempre, simplemente tengo menos ganas de hacerlo. A nivel personal, la pornografía era una forma de salir de mi zona de confort y de probar experiencias nuevas, si bien ahora ya no me supone un reto. Y, para mí, los retos son uno de los principales motores de mi existencia.
Con lo sabido y la experiencia acumulada, ¿lo volvería a hacer?
Reflexiono muchísimo sobre ello. A nivel personal, me siento muy orgullosa de haberme dedicado a la pornografía. En cambio, a nivel social, es durísimo, y eso que yo soy una persona fuerte, me considero una mujer con carácter y me han dado muchas leches en la vida. Pero cansa mucho...
Y eso que usted ha trascendido el set de rodaje.
Da igual. Siempre voy a ser “la actriz porno que…”.
¿Cree que no la toman en serio?
Hay una parte de mis seguidores que va más allá, pero mi caballo de batalla son los medios de comunicación. Todos quieren poner “actriz porno” en el titular, da igual lo que hagas: “La actriz porno que lee poesía”, “la actriz porno que cita a Nietzsche en sus entrevistas”, “la actriz porno que se pasa al cine convencional”... Al final, siento que se me deshumaniza constantemente. No sé si estoy descubriendo la pólvora, porque le puede pasar a cualquier personaje público, pero cuando lo vives en carne propia te das cuenta de que los medios son como el teléfono escacharrado.
Cuando tuve el accidente, unos se copiaban a otros y la noticia original se iba deformando. Al margen del rigor periodístico, detrás de la noticia hay una persona que puede verse afectada, pero un titular chocante vale mucho más que la verdadera historia. Esto es la punta del iceberg, aunque en general siento que si alguien que no me conoce en persona lee lo que se dice sobre mí, sin profundizar en ello, va a pensar que soy una imbécil y una prepotente, porque lo que sale en los medios y en las redes es una mínima parte de mi personalidad, o sea, una idea sesgada y preconcebida.
Soy una persona revolucionaria, con mucha energía y ganas de cambiar las cosas, que decide ser un personaje público porque me parece que ese altavoz es poderoso. En mi caso, una persona con estudios que se dedica motu proprio a la pornografía y que muestra las entrañas de la industria. Algo poco común, ¿no? Estaría guay aprovecharlo para extraer un discurso más allá de “la actriz porno que lee libros”.
Volviendo a la pregunta de si volvería a hacer porno, te diría que sí, porque soy una cabezota de narices y me gusta luchar. Aunque ahora mismo estoy frustrada con el tema, creo que todavía hay salida: si la gente se interesa en profundizar en lo que digo, puede encontrar cosas interesantes o que pueden arrojar luz sobre mi trabajo o mi vida. Más allá del porno, estoy metida en mil movidas. Mi discurso gira en torno a la libertad personal. Debes luchar por aquello que quieres y pensar que los sueños se pueden conseguir. Hay que combatir el conformismo terrible que yo veo en mi generación: está todo el mundo con depresión, en trabajos que no les gustan, regurgitándose en su propia miseria…
De niña, le encantaban los libros de Elige tu propia aventura. Y la eligió, ¿no?
Elegí mi propia aventura y ahí estoy. No me quejo, eh. Me cabreo, pero me siento una privilegiada y vivo la vida que quiero vivir. Tomar las decisiones que he querido, salgan bien o mal, ya es un motivo de felicidad.
Al llegar al final de esta página, se le presentan dos opciones: ¿por dónde transcurrirá el próximo capítulo de su vida?
Llevo años preparándolo, lo que pasa es que lo he estado procrastinando demasiado tiempo. Me gusta viajar y soy una aventurera nata. También una adicta a la adrenalina y a estar fuera de mi zona de confort. Viajo, aunque siempre vuelvo a Madrid o a Los Ángeles. Mi siguiente capítulo es no tener una base de operaciones, o sea, el nomadismo como forma de vida. Me he puesto como límite un año para dar la vuelta al mundo.
Disculpe la indiscreción, pero ¿cuál será su fuente de ingresos?
Escribo mensualmente en Primera Línea y quincenalmente en Ara, aunque ahora sobre todo me dedico al branding. Tengo una imagen de marca y colaboro con diferentes empresas a través de mis redes sociales. Siendo fiel a mis ideales, no haría una colaboración con una empresa cárnica, por ejemplo. Estoy muy centrada en mi canal de Youtube porque puede ser una forma muy interesante de darle alas a mi discurso sin cortafuegos ni intermediarios que modifiquen mi mensaje.
¿Ser feliz es un estado o la búsqueda de un claro en el bosque?
Te voy a citar a Eduardo Galeano, aunque luego corra el riesgo de ser “la actriz porno que cita a Galeano” [risas]. Él decía: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que camine nunca la alcanzaré. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Para mí, la felicidad es algo buscado. No llega a ti por arte de magia, sino que es algo consciente y que tú provocas.
¿No es un fin, sino un durante?
Es una perspectiva, ni siquiera un estado. Hay dos formas de enfrentarse a todo lo que te pase, sea bueno o malo: la de la víctima, que sufre; y la del guerrero, que lucha. La primera es triste y el segundo, feliz. Esto lo puedes aplicar a cualquier circunstancia de tu existencia. La tristeza nos absorbe; y cuando llevas mucho tiempo en ella, te sientes cómodo en esa depresión y no quieres luchar contra ella. La inercia es la gran lacra de la sociedad: no luchar por lo que realmente queremos. En fin, la felicidad es una perspectiva.
¿Ha pensado en retomar el arte?
Es un tema que me seduce. Estudié Bellas Artes por vocación, pero le tengo miedo a los estereotipos. No quiero ser “la actriz porno que hace fotos”, porque esa etiqueta elimina mi propia identidad y me reduce a lo que quiere el mundo. Voy mucho más allá de eso.
¿No tiene ningún libro en mente?
Tras Manual de psiconáutica, publicaré otro pronto, si bien no va sobre arte, lamentablemente. Con el arte has dado en el punto clave, porque me lo planteo a menudo, pero no quiero quedar eclipsada, irónicamente, por mi propia imagen de marca [risas]. Un ejemplo muy claro es el de Sasha Grey, no sé si te suena... Ella dio un salto al cine convencional, rodó una película con Soderbergh y ha publicado dos libros. Sin embargo, Sasha Grey siempre será “la actriz porno que...”. Y eso duele mucho. Luego es normal que la tía se enfade cuando le preguntan por el porno en las entrevistas. Hasta a mí me empieza a cabrear la cosa, y eso que soy una persona muy abierta, pero a la decimoctava broma sobre plátanos ya te cansas. Perdona, porque te estoy usando como psicólogo en este momento...
Está embarcada en varias luchas y el resultado es singular: una persona formada, culta, feminista, podemita, ecologista, poliamorosa, exactriz porno y también vegana. ¡Guau!
Help! Lo del veganismo es reciente, aunque cuadra con mi forma de ver la vida. En cuanto me he puesto a leer al respecto, he alucinado al ver cómo se gestiona la industria alimentaria. Me ha destrozado.
¿El cambio climático ya está aquí?
Claramente. Nos estamos cargando el medioambiente. Quiero pensar que alguien se dará cuenta antes de que sea demasiado tarde.
Errejonista.
Me gusta la forma que tiene de resolver los conflictos. Íñigo Errejón tiene un discurso más acorde a los tiempos que corren; es más moderado o, si lo prefieres, más diplomático, y eso es lo que nos hace falta. La política es un juego de estrategia: hay que ir conquistando atalayas, no se puede ir del punto A al punto B en línea recta porque antes hay que convencer a muchas personas. En ese sentido, el suyo me parece un discurso ganador.
¿Fue usted un caballo de Troya que se coló en la industria del porno para cambiarla desde dentro?
Desde luego. La gente de fuera no sabe cómo funciona la industria. Hay muchísimos estereotipos y prejuicios, y yo procuré arrojar luz al respecto. Mientras la cuestionaba desde dentro, me cuestionaba a mí misma. O sea, también fue un viaje personal para descubrir mi propia sexualidad. La intención era reformista, con las limitaciones que establece cualquier trabajo, porque he hecho muchas escenas de las que no me siento orgullosa. Pero bueno, eso nos pasa a todos en cualquier curro, con la diferencia de que lo mío está en internet y me pueden señalar con el dedo.
¿Dedicarse al porno le parece feminista, porque hace con su cuerpo lo que le viene en gana, o sólo le parece feminista si detrás hay una reflexión y un discurso, como es su caso?
El otro día escribí un artículo sobre la depilación: ¿tener pelos en las axilas es feminista o no? Pues no tiene por qué ser feminista per se, aunque el hecho de estar cuestionando lo establecido y haciendo lo que tu quieres con tu cuerpo es feminista. Algo parecido sucede con el porno: si buscas reempoderarte de tu sexualidad y descubrir aspectos de tu propia imaginería, ese discurso refuerza lo que haces. Pero también hay agentes y terceras personas que se benefician de tu imagen sin que tengas plena consciencia de ello. Es un tema muy complejo, buf…
¿Se considera una excepción en el sector?
Yo me considero una rara avis en la vida, no en el porno. Me siento un poco ajena al mundo, y no lo digo con un aire de prepotencia. No me siento por encima, sino ajena, porque priman cualidades y capacidades que me parecen deplorables.
¿Ya se sentía así aquella niña lectora, encerrada en casa, con una imaginación desbordante y un mundo interior labrado por los libros?
Sí, absolutamente. He tenido muchos problemas de interacción social por ese motivo. No cuajo en el mundo.
¿No ha encontrado afines o iguales en la vida?
Ocurre muy de vez en cuando. Tengo una serie de estratos en mi personalidad que, unidos, hacen una alineación poco normativa y fuera de la media. No sólo por el trabajo sexual, sino también por el poliamor, por el nomadismo, por esta hiperactividad que me absorbe todo el rato, por mis gustos personales… Estoy obsesionada con las antigüedades, por ejemplo. Recuerdo que, cuando era pequeña —y te juro por Cristo que no digo esto con prepotencia—, mis padres discutían sobre quién ganó la batalla de Qadesh, mientras que en el colegio estaban hablando sobre Gran Hermano.
Restauraba muñecas antiguas. Qué miedo, ¿no?
Mis padres eran unos enamorados de la historia. Empecé a los catorce años [muestra una foto de su colección de muñecas] y lo dejé a los veintiuno. Al principio me dedicaba a comprar y vender. Era mi forma de ganar dinero, pero les cogía demasiado cariño, porque la restauración es un proceso extremadamente meticuloso. Podía dedicarle un mes sólo al cuerpo de una muñeca, hasta el punto de crear un vínculo con ese objeto, por lo que revenderlas después me costaba muchísimo.
¿Cuántas tiene?
Muchas. Más de quinientas.
Siempre comenta que el problema de la industria no son las prácticas, sino el papel de la mujer: un mero objeto sexual de usar y tirar. Usted aboga por una relación en la que el hombre y la mujer, por decirlo de alguna manera, estén a la misma altura.
No creo que haya prácticas sexuales que sean más humillantes o degradantes, pero hay que ir a un nivel más estructural. Por hacer una analogía, el problema no es que un hombre le eche un piropo a una mujer por la calle, sino que existe una estructura patriarcal que provoca que esos hombres, de pequeños, tengan una identidad oprimida que les fuerza a bla, bla, bla... En la pornografía pasa lo mismo: los guiones machistas son el resultado de una industria machista. Si fuésemos a la raíz del problema, habría que reestructurar la industria pornográfica y establecer unas pautas que no sean discriminatorias, ni machistas, ni racistas, ni clasistas… La estructura de la pornografía es un reflejo de la estructura de la sociedad.
Si lleváramos la nueva política a la industria del sexo: ¿la actriz sería el pueblo, o sea, el 99%?
Los performers, en general, somos el eslabón más débil de la cadena. Actores y actrices, lamentablemente. Constituimos la base de la pirámide y sin nosotros no existiría la película, pero se trata de una industria muy precaria y el sistema establecido es terrorífico.
¿El orgasmo nos iguala a todos? ¿O hay orgasmos intelectuales, obreros, burgueses…?
Los orgasmos están sobrevalorados. Representan una parte central de nuestras interacciones sociales, y no tendría por qué ser así. El orgasmo sexual es una cosa como otras tantas más: puede pasar o no pasar; hay personas que no tienen orgasmos y disfrutan del sexo; otras no tienen sexo y disfrutan de la vida… No se puede endiosar la petite mort, el clímax sexual, como si fuese lo mejor de la existencia, porque no es así y porque provoca un estigma muy grande hacia las personas que no pueden tenerlo.
Al final, con esto de las minorías, hay que andar con pies de plomo, no vaya a ser que uno ofenda al prójimo aun sin pretenderlo.
No lo digo por quedar bien. Yo puedo tener una relación sexual placentera y deliciosa sin correrme. Y tú puedes ser muy feliz sin tener sexo, porque el sexo es una cosa más en la vida, pero no lo es todo.
Ya para terminar, entiendo que su patria es la carretera.
Mi única patria, la mar, ¿no? Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela… Vaya, "la actriz porno que cita a Espronceda" ¡Basta! [risas]
Nos la sabemos como el catecismo.
Es que te lo hacían aprender… Ahora quiero apostatar, pero yo fui a la catequesis e hice la primera comunión. Dios mío… Volviendo a la pregunta de antes, soy una ciudadana del mundo. A ver quién dice esto ahora, con la que está cayendo. Me gusta mucho ser española, y no lo digo de una forma peyorativa. Me gusta mucho mi país y volver a él. Me gusta lo que veo y no siento rechazo a España. Habría muchos menos problemas si la gente viajase más, porque viajar es una forma de empatizar y comprender nuevas culturas.
¿Dónde se ha sentido más cercana a una tierra, lugar o espacio?
Cuando estoy en la naturaleza. Me gusta trabajar en granjas, porque es una forma de volver a lo primario y de olvidarme de los problemas del primer mundo. En la naturaleza estoy más presente. Todo esto me hace pensar en un libro muy guay, El poder del ahora, de Eckhart Tolle.
¿Con qué territorio no ha logrado conectar?
No me gusta nada la estructura social del mundo. Basamos nuestras acciones en la posesividad, en las envidias, en los celos, en lo material, en lo superficial… Ojo, es una forma de ver la vida, pero me parece que nos preocupamos por cosas que no son realmente importantes y que se promueven unos tipos de comportamiento tóxicos y destructivos. Llevo un porrón de tiempo en el poliamor y no entiendo cómo alguien puede justificar los celos, que se entienden como algo inherente a una relación monógama. “Siente celos porque te quiere”, escuchas por ahí. ¡Madre de dios!
¿Y si se enamorase de una persona monógama?
No me permito enamorarme de alguien monógamo. Es como si te enamoras de una persona que desea tener hijos, y tú no quieres: tienes un problema de base.
Impediría que prosperase una atracción inicial, ¿no?
Ser un personaje público es una putada para conocer gente. Todavía no tengo claro cómo gestionarlo. Cuando conozco a alguien, esa persona normalmente ya me conoce, y no te hablo del porno. Y eso provoca mucha vulnerabilidad.
Usted juega con algunas cartas a la vista.
No hay una equidad, y eso me resulta incómodo. Hay un cortafuegos que hace más difícil conocer a gente.
¿Esa barrera está ahí o la pone usted?
La pongo yo, es un método de protección. Y no me refiero a un terreno sexual, sino de interacción. La gente tiene que humanizar a los personajes públicos. Yo vengo de la nada y me siento la misma que hace diez años, cuando no me conocía ni cristo, y hago las mismas cosas: me desplazo en metro, cojo el autobús, voy a los sitios de siempre… Sin embargo, de repente, algo ha cambiado y la gente te presta atención. Soy la misma, pero no a los ojos de las otras personas.
¿Se ve en el papel de oradora, de portavoz, de política? ¿Cree que sería una buena política?
Me gusta mucho la política, la verdad. Sin embargo, siento que los medios me utilizan como un monito en una jaula. Al final, se presta atención a lo que digo únicamente porque proviene de una persona que, a los ojos de la población, no tiene un discurso en estas áreas. Y ser el animalito de feria resulta incómodo. A nivel personal, me gusta formar parte de esta pequeña revolución ideológica que estamos viviendo. Y, como personaje público con acceso a los medios, mi responsabilidad es mojarme.
En España la gente no se moja porque provoca enemistades. Si dices que eres independentistas, tu marca blanca se rompe y puedes perder colaboraciones con empresas. Echo de menos a las figuras de otros periodos en las que creo fervientemente: los situacionistas, la generación del 27, un Lorca, un Miguel Hernández, personas que lucharon hasta el fin por aquello en lo que creían, gente que murió literalmente por sus ideales…
En cambio, yo ahora pongo la tele y nadie dice nada. Hay una especie de repetición sin pausa de las mismas chorradas, porque mojarse implica ganar menos dinero y cerrarte puertas a nivel profesional. Y esto me cansa y me cierra puertas, pero en su día decidí posicionarme abiertamente porque creo que tiene que hacerlo más gente.
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