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Distancia y humor para contar una guerra

Una guerra nunca se olvida. Pero el paso del tiempo sirve de anestesia. Los escritores de la ex Yugoslavia narran hoy el conflicto sin el mito nacionalista.

PAULA CORROTO

Una guerra nunca se olvida. Es un conflicto que afecta física, pero también psicológicamente. Por eso, también se cuenta. Durante los bombardeos y después de ellos. Incluso aunque hayan pasado años, lustros o décadas.

El mayor ejemplo es la reciente guerra en la ex Yugoslavia. Ya en el inicio de la contienda las plumas comenzaron a adherirse al papel para relatar qué estaba pasando. De aquellos momentos destacan dos libros ya traducidos al español como son El diario de Zlata, de la por aquel entonces niña, Zlata Filipovic, que vivió el asedio de Sarajevo (Bosnia) y el Diario de Jasmina, de Jasmina Tesanovic, un relato in situ de los bombardeos sobre Belgrado (Serbia). Una muestra del aquí y ahora de una masacre.

Los intereses económicos

Pero, ¿y después? ¿Cómo se habla de una guerra vivida sin oír el ruido constante de la metralla? Hay varias formas, pero la que predomina una vez pasado el horror es la toma de distancia. Como afirma el escritor Boris Matijas, autor de un blog en el que ha volcado sus vivencias durante el conflicto (lospapelesdeboris.blogspot.com),'pasados unos años de aquello, se empieza a contar todo lo que había detrás de las bombas. Ha caído el mito nacionalista, y ya se habla de que las verdaderas causas fueron los intereses económicos y políticos. Hay otros enfoques'.


Y también otras experiencias. Matijas sufrió la guerra siendo un adolescente, como muchos de los escritores que están alcanzando la madurez en la actualidad (Igor Majorevic está considerado el mejor de su generación). Precisamente, son ellos los que están quitando con sus escritos el polvo nacionalista que llenó de mugre al pueblo serbio. Y lo están haciendo porque, como reconoce Matijas, 'cuando empezaron las bombas yo tenía 15 años, y mi preocupación era ligarme a un chica'.

Humor negro

Los años pasados tras el conflicto también han supuesto dar rienda suelta al humor negro tan propio de los balcánicos. El mejor ejemplo es el cómic Fábulas de Bosnia, de Tomaz Lavric, publicado en 1999 por Glènat. Una de sus viñetas narra la conversación a gritos entre bosnios y serbios en las trincheras: '¡Eh! ¿Cuál es el mejor grupo del mundo?/ ¡Metallica!/¡Coño, estamos por todas partes!'.

Según la cineasta serbia Sasa Markus, 'desde la guerra, nunca se ha dejado de escribir de ella. Por supuesto, no como se espera en Occidente, donde creen que consiste en recrear bombardeos. Cuando narras que en 1991 una madre no podía comprar pan, estás hablando de la guerra'.

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