Este artículo se publicó hace 16 años.
El Coloso de Rodas estuvo aquí
La arqueóloga alemana Ursula Vedder ha descubierto el verdadero emplezamiento de la gigantesca estatua del dios Helios. En lugar de custodiar el puerto, coronaba la montaña situada sobre su histórica capital
El mítico Coloso de Rodas, la gigantesca estatua del dios Helios que hasta ahora se presumía que estuvo emplazada en el puerto de la isla griega, coronaba en realidad la montaña situada sobre su histórica capital.
Así lo asegura la arqueóloga muniquesa Ursula Vedder en la última edición de la revista científica alemana P.M.History, donde echa por tierra la teoría tradicional de que la estatua vigilaba la entrada en el puerto de Rodas, con las piernas abiertas y un pie en cada extremo de la bocana.
Tras señalar que todas las búsquedas en ese lugar, también bajo el agua, de posibles restos de la estatua o sus fundamentos han resultado hasta ahora infructuosas, la arqueóloga alemana destaca que decidió ampliar su radio de investigación a otros lugares de la isla.
De esa manera fue a parar a un complejo de templo y estadio deportivo bien conservados, que se encuentran situados en el monte Smith, la montaña a cuyos pies se encuentra emplazada la población de Rodas.
Los arqueólogos consideraban hasta ahora que el templo había sido dedicado al dios Apolo y que en el estadio se celebraban competiciones en honor del dios griego del sol Helios.
El fundamento de la cuestiónMiembro del Instituto Arqueológico Alemán y de la Comisión de Historia Antigua y Epigrafía de Múnich, Ursula Vedder afirma en la revista que dicho templo era en realidad un santuario de Helios y que su estatua debió estar emplazada sobre un gran fundamento que aun se conserva y cuya función se desconocía hasta ahora.
A juicio de la arqueóloga, el Coloso de Rodas, una estatua de bronce que debía tener unos 30 metros de altura, estuvo colocado sobre ese pedestal de piedra, situado exactamente a medio camino entre el estadio y la pista de carreras del santuario.
Desde ese lugar, el Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la antigüedad, podía abarcar con la vista todo el complejo de templos e instalaciones deportivas y ser visto también desde la lejanía por las naves que se dirigían al puerto de Rodas.
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