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Día del Libro

Por colores, tamaños o temáticas: la aventura de ordenar los libros en casa y no volverse loco

De la clasificación canónica que apuesta por el orden alfabético, pasando por la cromática o la versión simplificada que propone Marie Kondo, la ordenación de nuestras librerías domésticas es un mundo de posibilidades.

'Cuento de primavera'
Interior de la película 'Cuento de primavera', de Éric Rohmer. Les films du losange

Si para algo nos sirvió el confinamiento estricto –además de para atajar al maldito bicho– fue para brindarnos la posibilidad de husmear en el ámbito de lo privado. Las conexiones telemáticas, con sus encuadres imposibles y su imagen secuenciada, nos permitieron conocer de otro modo a nuestro interlocutor a través de las pistas que nos dejaba esa íntima escenografía que, de forma un tanto generosa, llamamos hogar.

Hablamos, cómo no, de la Expedit de Ikea que suele asomar al fondo de la imagen, de los tendederos de interior con sus calcetines colganderos, de las tacitas Mr. Wonderful o de ese poto esmirriado que cuelga de la estantería. También de los libros. O de su ausencia. A fin de cuentas el hogar no deja de ser el reflejo de sus moradores, un somero vistazo a lo que asoma por la pantalla expresa mucho de quien nos habla. 

Marie Kondo: "Con los libros no leídos el algún día significa nunca. Aceptémoslo. Releerás muy pocos"

La pandemia nos hizo leer más y comprar más libros, así lo indica al menos el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2020El índice de lectura en España creció a lo largo de todo el año pasado, pero lo hizo especialmente durante los meses de encierro a los que nos condujo la pandemia, alcanzando su máximo histórico con el 68,8% de españoles que tuvo a bien abrir un libro a lo largo del año.

Cabe preguntarse qué pasa después. Una vez abierto, y tras su lectura o abandono prematuro, llega el momento de almacenar el volumen. Las pequeñas librerías domésticas, más o menos surtidas, nos obligan a un ejercicio de catalogación cuyo resultado, en ocasiones, resulta de lo más insólito. Una labor, la de ordenar nuestros libros, que si fuera por Marie Kondo, gurú del orden y la mínima expresión, no nos llevaría más que unos minutos.

La purga

Kondo aboga por baldas con no más de 30 libros. Según esta metódica youtuber nipona, bastaría con reducir a una treintena el número de ejemplares que conforman nuestra biblioteca para ganar en bienestar personal. Y para hacer dicha criba –ella emplea la palabra desechar– nos recomienda arrancar las páginas relevantes e introducirlas en un fichero. Una auténtica escabechina literaria auspiciada por la reina de la austeridad.

También nos sugiere preseleccionar los libros que nos vamos a quedar sujetándolos durante unos instantes, pero sin leerlos: "Leer te nubla el juicio pues, en vez de preguntarte lo que sientes, empezarás a preguntarte si necesitas ese libro o no", escribió en La magia del orden, fenómeno editorial con más de 30 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

Los islotes

La pregunta ahora sería si se puede llamar biblioteca a 30 libros juntos. Sea como fuere, la estrategia kondiana abre un interesante debate sobre nuestra enfermiza tendencia a la acumulación y, más concretamente, sobre la idoneidad o no de preservar sobre la estantería todos esos volúmenes no leídos que aguardan, durante años, ser abiertos. Sobra decir que Marie lo tiene claro: "Con los libros no leídos el algún día significa nunca. Aceptémoslo. Releerás muy pocos".

Roberto Calasso: "Es esencial comprar libros que no vayan a ser leídos enseguida"

Una clara apuesta por el saneamiento bibliográfico que, obviamente, no tiene buena prensa entre los letraheridos. Es el caso, por ejemplo, del escritor italiano Roberto Calasso, quien, en su brevísimo ensayo Cómo ordenar una biblioteca (Anagrama), defiende que "es esencial comprar libros que no vayan a ser leídos enseguida. Al cabo de uno o dos años, o acaso de cinco, 10, 20, 30, 40 años, llegará el momento en que se sentirá la necesidad de leer precisamente ese libro".

Calasso se decanta por una ordenación alfabética interrumpida por "pequeñas islas de temas afines", método que permitiría al lector encontrar historias alternativas por las que transitar, como si la localización de los libros fomentara aventuras insospechadas en base una hipotética afinidad temática. Una estrategia de colocación inspirada por el historiador alemán Aby Warburg, dueño de una librería que superaba los 60.000 volúmenes, que abogaba por los llamados "buenos vecinos", o lo que es lo mismo, textos que complementan, amplían o rebaten el libro requerido.

Colores y tamaños

La opción cromática es, quizá, una de las metodologías más en boga en los últimos años. Se trata de un sistema de catalogación que prima lo estético y que, en esencia, consiste en ordenar la librería atendiendo al color de los lomos. Se sustituye así la azarosa policromía de las librerías personales por franjas monocolores que dicen mucho del gusto decorativo del organizador, y muy poco de su rigor bibliográfico. El libro como ornamento.

Otra afrenta bibliográfica recurrente consiste en ordenar los volúmenes en virtud de sus dimensiones. El contenido y su autor o autora quedan supeditados a las hechuras del libro o a la profundidad de las lejas que le guardan acomodo. La literatura como relleno. Un recurso que a buen seguro le permitirá optimizar el espacio librero, pero que dificultará el hallazgo de aquellos volúmenes que se estén buscando.

Editoriales y géneros

Son las dos opciones más utilizadas después del sempiterno orden alfabético. Su fiabilidad a la hora de la búsqueda está fuera de toda duda, siempre que, claro está, se conozca la editorial y/o el género del autor o el título que anhelamos. La creciente hibridación de géneros podría ocasionar algún que otro problema a la hora de catalogar el volumen en cuestión.

En este apartado podríamos incluir también las colecciones. Hablamos, cómo no, de la ya clásica enciclopedia, compuesta por decenas de tomos de un grosor más que considerable. Un tesoro del saber cuyo conocimiento, universal y riguroso, logra combar hasta lo alarmante la estantería que lo sujeta. Por lo general este tipo de obras se localizan en la parte baja de las librerías, disposición que evitaría el desbarajuste generado por su previsible desplome.

Más lectores y más ventas

Según el último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros, los lectores frecuentes y el tiempo dedicado a la lectura ha marcado un máximo histórico. En términos generales, el porcentaje total de españoles que leyó al menos un libro en 2020 no creció significativamente, situándose en el 68,8%, tan solo 0,3 puntos con respecto a 2019. 

La subida más reseñable, sin embargo, la encontramos en el porcentaje de lectores que leen de forma recurrente (diariamente o al menos una vez a la semana), que pasa del 50% al 52,7%. Es más, durante los meses del confinamiento, la cifra llegó a su máximo histórico del 57%. ​

Pese a estos datos positivos, sigue habiendo una gran número de personas que no tocan ni un libro a lo largo del año: un 36%, una cifra alta que no se corresponde con la potencia literaria que es España.

En cuanto a la venta de libros, si en el primer trimestre de 2019 el importe global por parte de las librerías ascendió a 85 millones de euros, en 2020 se situó en 78 millones y en 2021 la cifra de ventas alcanzó los 87 millones de euros, según informa la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal).

Por segmentos, la no ficción es el género más demandado por los lectores, con ventas que superan los 35 millones de euros, seguido de la ficción (24 millones) y de la literatura infantil y juvenil (17 millones de euros). De todos ellos, la narrativa ha sido la que ha experimentado el mayor aumento de ventas respecto a años anteriores, ya que del entorno de los 19 millones ha crecido hasta los 24 millones facturados este primer trimestre de 2021.

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