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Unas risas con Charlot

A una semana del 30 aniversario de la muerte de Chaplin, CaixaForum ha presentado en Barcelona ‘Chaplin en imágenes', la primera exposición en España sobre el artista, un recorrido por la obra del cómico con toda su

TONI POLO

¿Reírse en un museo? Sí, a carcajadas. Es uno de los retos de la exposición Chaplin en imágenes: conseguir un momento infrecuente en un museo: que la gente se ría. Además, evidentemente, hay más. Mucho más.

La muestra está concebida como un diálogo entre las imágenes animadas y las fotos fijas. 'La gramática de Charlot se basa en la pantomima y en el movimiento, en el gesto y la coreografía', explicó ayer el comisario de la exposición, Sam Stourdzé, en la presentación. 'Este lenguaje se puede expresar por escrito, apelando a la memoria del espectador, o en cine, sólo mostrando las escenas de la obra del genio. La tecnología nos permite ver las películas y pasear entre bastidores. Todo en un museos'.

El resultado es realmente ese paseo por los entresijos de la obra de Charles Chaplin, pero también una reflexión sobre los problemas sociales que tanto condicionaron su vida y su producción: el espectador siente ternura, simpatía, nostalgia, pena, risa... todas las sensaciones que Chaplin, director, actor, guionista y músico de casi toda su obra, quería despertar en su público.

Chaplin en imágenes reúne en 1.000 metros cuadrados más de 300 documentos, algunos de ellos inéditos y otros que se exponen por primera vez en España: fotografías, carteles, fragmentos de películas, material documental, revistas, cómics, recortes de prensa... La exposición se estrenó en París y ha fascinado ya a Amsterdam, Hamburgo, Lausana, Bruselas Montpellier y Bolonia y está prevista su escala en Madrid. La colaboración de la familia del artista, que ha colaborado con toda la ilusión, permite la exposición de mucho material casi privado.

Nace Charlot

El recorrido empieza hacia 1914, con la creación del personaje que acabó convirtiéndose en un icono social. Es un tipo malvado, dandy, agresivo, antipático y sin escrúpulos. Todavía no es el Charlot entrañable y humano, el pequeño vagabundo que se enfrenta con humildad a la mecanización de un mundo implacable.

'... Pensé que podía ponerme unos pantalones muy holgados y unos zapatones y añadir al conjunto un bastón y un sombrero hongo', escribe Chaplin en su autobiografía. 'Quería que todo estuviera en contradicción: los pantalones, holgados; la chaqueta, estrecha; el sombrero, pequeño y los zapatos, grandes. (...) Al llegar al plató, había nacido Charlot'. Desde el primer momento, Chaplin tuvo claro qué quería de Charlot. Dominó el mito y su imagen a la perfección.

Un personaje comprometido

El personaje, por lo tanto, estaba destinado al éxito. Se humanizó, se hizo entrañable y se comprometió con los desfavorecidos. La aparición de los primeros imitadores (entre ellos, ‘un tal' Stan Laurel) consagró definitivamente a Charlot.

Con El chico (1921), La quimera del oro (1925) y El circo (1928), la fama lo universalizó. En los años 30 se comprometió con ideales que chocaban con la política de Estados Unidos. Tiempos Modernos (1936) y El Gran Dictador (1940), con el discurso en pro de la armonía universal, enfriaron las relaciones con el país al que llegó en 1910 de su Inglaterra natal y que en 1952 le retiró el visado forzándolo al exilio en Suiza. Pero Charlot había muerto mucho antes. El cine sonoro había acabado con él en 1940. Quedaban las portadas, los estrenos, los triunfos. Y, sobre todo, quedaba Chaplin.

En El gran dictador, Chaplin sacrificó a Charlot, un personaje del cine mudo 

En 1919, Chaplin abandonó la compañía Keystone en la que empezó a triunfar para crear sus propios estudios cinematográficos (United Artists Films Corporation). El mundo del cine evolucionaba mágicamente y Charlot había encontrado su hueco. Hasta que la palabra pudo con él. 'Charlot no podía hablar', comenta Stourdzé. 'Pertenecía al cine mudo y ahí lo quería Chaplin'.

En Tiempos Modernos, 10 años después de la irrupción del cine sonoro, Charlot, sin embargo, canta. 'Pero no se le entiende', se justifica el comisario de la exposición. 'Improvisa y canta palabras sin sentido. Los personajes de la película no lo entienden'. Chaplin consigue que la pantomima, que es lo que hace en esa escena, venza a las palabras.

Las primeras palabras

Pero la 'guerra' estaba perdida. Y el artista lo sabía. Cuatro años más tarde, en El gran dictador, decidió enterrar a Charlot con maestría, orgullo y emoción. Es al final de la cinta, cuando el dictador al que interpreta lanza un enfático discurso, durante el cual sólo aparece la cara de Chaplin un par segundos. La pantalla la llena Paulette Godard, escuchando la proclama universalista. Una voz en off, un grito que no ‘mancha' la escena muda. Que pone los pelos de punta. Sus primeras palabras inteligibles servían para escribir el epitafio del personaje más universal de la historia del cine. Chaplin acepta el sacrificio en defensa de una causa perdida y sabe que Charlot no volverá. Permanecerá para siempre en la magia del cine mudo. 'Qué pocos sabemos disfrutar de ese don universal que es el silencio', escribió el artista. 'El cine sonoro destruye la gran belleza del silencio'. 

La exposición, muy completa, aporta documentos inéditos y casi interactivos

Chaplin, ya anciano, realiza algunos de sus gags ante una cámara de 8 milímetros. La colaboración de la familia, que abrió los archivos a la exposición, permite disfrutar de escenas inéditas, como esta filmación privada. O como la desternillante escena de siete minutos, que Chaplin desechó como inicio de Luces de ciudad, en la que una madera caída en una alcantarilla crispa a un Charlot en todo su esplendor, hasta que consigue hundirla en la cloaca con su inseparable bastón. O como el making off de una escena de El gran dictador en que Charlot baila con una señorona. Lo filmó el hermano de Chaplin, Sidney, en color, con una cámara de 16 milímetros.

La exposición llega a crear un diálogo entre imágenes, como se aprecia en tres proyecciones, una al lado de la otra, por las que discurren escenas de diversos largometrajes y que crean casi, casi, una interacción entre las películas .

La exposición es una completa muestra que interesa tanto al cinéfilo como al niño. Ambos se ríen, se emocionan y disfrutan del genio del cine.

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